#14 Propuesta.

—¿Me otorgaría el gran honor de bailar la primera pieza, señorita Min? —no esperó a que ella le respondiese y la arrastró hacia el centro del salón.

Puso una mano en su cintura y la otra, que ya sostenía la mano de ella, la levantó y comenzó a moverse al ritmo de la música.

Ella lo miró, aún no entendía nada.

—Creo que le debo una explicación, señorita Min.

—Sí, una muy clara y detallada, Rey Jeon.

—Es muy exigente señorita Min. ¿Se le ha olvidado con quién habla?

—Sé con quién hablo, pero no me interesa recordar cómo debo tratarlo.

—Y eso me encanta. —ella lo miró casi al perder la paciencia—. Fue una excusa.

—¿Una excusa?

—Sí. —afirmó ya la verla que no entendía completó—. Para que se quedase más tiempo señorita Min.

Ella lo pensó unos instantes.

—¿Supo inglés todo el tiempo? —él sonrió.

—Supe inglés todo el tiempo, de hecho, no es el único idioma que me sé.

—¿Y, por qué me quería aquí entonces?

—Creí que eso le quedaba claro, señorita Min.

Pues ya ve que no. —dijo alterada y él sonrió.

El Rey detuvo el movimiento de ambos y mirándola fijamente pasó su mano para ordenar unas hebras de aquel cabello color fuego que tanto le gustaba, últimamente. El pecho de la pelirroja subía y bajaba por el esfuerzo físico antes realizado, pero se quedó sin aire definitivamente cuando el Rey, quien miraba lo que hacía, sacó una bolsita pequeña color roja de alguna parte de su chaleco y de esta sacó un anillo precioso.

La muchacha levantó la mirada sintiendo sus ojos picar.

—Este anillo se lo dió mi padre a mi madre cuando le pidió matrimonio. —dijo él sonriendo, era la primera vez que lo escuchaba hablar de sus padres.

Él sonreía mientras miraba el anillo la miró e hizo algo que, hasta ahora, ningún Rey había hecho para pedir matrimonio, solo su padre. Para ese momento todos habían detenido el baile observando atónitos la escena y la música había cambiado a una más suave por órdenes del Rey quién había compuesto la melodía.

—Señorita Min, sé que nos conocemos desde hace muy poco, pero puedo asegurarle por mi honor que desde el momento en el que vi sus ojos quedé cautivado por su belleza, entiendo que usted no es de este mundo y no me importa de donde venga solo sé que quiero pasar el resto de mi vida a su lado. ¿Me permitiría colocar este anillo en su dedo y así volverla mi esposa, mi Reina?

La muchacha, claramente asustada, dió un paso atrás.

—Y-yo... —su corazón comenzó a latir velozmente. Miró a su alrededor, personas que no conocía. Pudo ver a la princesa junto al escolta, ella sonría esperando la respuesta, como todos en la sala—.. N-no... N-no puedo yo...

Se fue corriendo de aquel lugar mientras escuchaba al Rey decir su nombre, los murmullos atormentaron sus oídos. Debía irse, debía irse de ahí.

El estudio.

Corrió rumbo al estudio para obtener el libro, cerró la puerta y buscó el libro, al encontrarlo y abrirlo una voz la interrumpió.

—Que tonta eres muchacha. —la chica se volteó asustada y se encontró con la voz que la criticaba—. Te di la oportunidad de vivir en un cuento de hadas diferente, ¿así es como lo piensas terminar?

—¿Quien eres?

—¿No me reconoces? —cambió su apariencia por la anciana del kimono.

—¡Tú! —dijo la pelirroja entrecerrados sus ojos mientras la señalaba.

—¡Sorpresa! —rió la mujer—. ¿Sabes quién soy? —le preguntó a lo que la muchacha negó—. Soy tu hada madrina.

—¿Mi qué? ¡Estás loca!

—¡HeeRa! —la llamó el Rey del otro lado. Ambas miraron a la puerta y la mujer miró a la más joven.

—Decide ya. ¿Te irás o debemos extender esto?

—¿Extender qué?

—El cuento. —dijo frunciendo el ceño.

—Me iré, obvio que me iré. —dijo la chica sintiéndose incompleta ante aquella desición.

—Muy bien, que así sea.

Y en solo un movimiento hubo una ventolera en aquella habitación, el libro se abrió y se tragó a la pelirroja, cayó al suelo cerrado para cuando NamJoon pudo abrir la puerta, el Rey fue el primero en entrar y NamJoon dejó a la princesa entrar primero antes de cerrar detrás suyo.

—No está, se ha ido. —dijo el Rey sintiendo un amargo sabor en su garganta. Su herida había comenzado a sangrar nuevamente pero él no lo notaba, porque le dolía más la herida del corazón que la de su brazo. Recogió el libro del suelo y se volvió a su escolta y la princesa—. Creo que daremos un paseo, en otro mundo.

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...U.M.Diferente by SenioritaRMDeJeon...

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