Flores De Confesión
El sol se filtraba entre las cortinas de encaje, pintando el modesto dormitorio de Laura con tonos dorados. Con un suspiro, se levantó de la cama y se estiró perezosamente, dejando que el sueño abandonara su cuerpo. Era un nuevo día en San Martín, y con él, la misma lucha interna que la acompañaba desde hacía meses.
Desde que Martín llegó al pueblo, Laura se encontraba atrapada en un torbellino de emociones confusas. Él era el nuevo dueño de la florería frente a la plaza principal, un hombre amable con una sonrisa que derretía hasta el más gélido de los corazones. Sin embargo, cada vez que intentaba expresarle sus sentimientos, las palabras se atascaban en su garganta como si fueran pétalos de margarita enredados.
Con un suspiro resignado, Laura se vistió y se dirigió hacia la florería. Mientras caminaba por las adoquinadas calles del pueblo, el aroma de las flores frescas inundaba el aire, recordándole la pasión que compartía con Martín. Sin embargo, también le recordaba lo lejos que estaba de alcanzar la valentía necesaria para confesarle su amor.
Al llegar a la florería, encontró a Martín ocupado ordenando un ramillete de rosas rojas. Su corazón dio un vuelco al verlo, pero se obligó a mantener la compostura mientras se acercaba. "Buenos días, Martín", saludó con una sonrisa nerviosa.
Martín levantó la mirada y le devolvió la sonrisa. "Buenos días, Laura. ¿Cómo amaneciste?"
"Como siempre", respondió ella, luchando por mantener la calma. "¿Y tú?"
"Listo para enfrentar otro día en el paraíso", dijo él con una risa contagiosa. "Por cierto, ¿te gustaría acompañarme a tomar un café esta tarde? Necesito hablar contigo sobre algo importante."
El corazón de Laura dio un vuelco ante la propuesta, pero rápidamente lo disimuló con una sonrisa. "¡Claro! Estaré encantada de acompañarte."
Con una sensación de nerviosismo revoloteando en su estómago, Laura se dedicó a ayudar a Martín en la florería, tratando de ignorar las preguntas sin respuesta que la atormentaban. ¿Qué tendría que decirle Martín? ¿Sería capaz de confesarle sus sentimientos esta vez, o seguiría escondiéndose detrás de sus propios miedos?
El reloj marcaba las cinco en punto cuando cerraron la florería y salieron juntos hacia el café del pueblo. Mientras caminaban, el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y creando un ambiente de magia y misterio a su alrededor.
Al llegar al café, Martín tomó su mano con gentileza y la miró a los ojos. "Laura, hay algo que necesito decirte", comenzó, su voz cargada de emoción. "Algo que he estado guardando por mucho tiempo y que no puedo seguir ocultando."
El corazón de Laura latía con fuerza en su pecho mientras esperaba ansiosamente sus palabras. Esta era su oportunidad, su momento para finalmente confesarle sus sentimientos a Martín. Sin embargo, cuando abrió la boca para hablar, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta una vez más, como si el universo conspirara en su contra.
Martín la miró con preocupación, notando su evidente incomodidad. "¿Estás bien, Laura? Pareces nerviosa."
Ella asintió con un suspiro, sintiendo cómo la oportunidad se desvanecía entre sus dedos. "Sí, solo... solo estoy un poco nerviosa. Continúa, por favor."
Martín le dedicó una sonrisa comprensiva y apretó su mano con suavidad. "Está bien. Lo que quiero decirte es..."
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