capitulo 4

Mientras tanto en aquel lugar apartado muy cerca de las animas se encontraba Janikua su vida había dado un cambio total pues la repentina muerte de la señorita Mercedes cambio por completo su vida volviendo la a dejar a la deriva, pues tendría que regresar con su familia y volver a ser un objeto de cambio al mejor postor, sabía que ese destino era el que le esperaba, desde la muerte de la señorita Mercedes llegaron sus familiares así como sus hermanas, pero estás eran tan egoísta tan diferente a ella solo se preocupaban por frivolidades no les importo aquella casa pues su vida estaba hecha en la capital así que cuando acabaron todos los servicios funerarios así como el novenario, cerraron aquella casona despidiendo a todos los empleados incluyendo a Juana y a Janikua.

Juana tenía mucho miedo pues no quería que su hija compartiera el mismo destino que ella al casarse sin amor, sufriendo infinidad de humillaciones y maltratos, Juana sabía que debía proteger a su hija, desde que cerraron aquella casona Juana le pidió a Janikua que cubriera su rostro pues era una tentación para cualquier hombre de aquel pueblo, la muchacha se cubrió con aquel rebozo dejando solo aquellos ojos azules a la vista la cual siempre estaba con la mirada al suelo, para toda aquella gente que habitaba en aquel poblado era un misterio la hija de Juana y Jacinto pues jamás le habían visto el rostro, muchos pensaban que aquella muchacha había nacido con una gran deformación.

Cuando llegaron aquel jacal Jacinto estaba muy molesto, borracho como siempre, sin más golpeo a Juana y a Janikua ellas se limitaron a dejarse golpear pues sabían que no podían hacer nada en contra de él y si lo intentaban les iba peor, además si ellas trataban de defenderse el mismo pueblo se encargaría de darles un castigo ejemplar. Juana durante muchos años había tenido que aguantar todos aquellos sufrimientos, ella trataba de proteger a su hija, no quería que ella tuviera la misma vida que ella, cuando por fin Jacinto termino de golpearlas se fue a dormir, Juana y Janikua limpiaron sus heridas, Juana sintió mucho miedo como si algo malo fuera a pasar, esa noche era mucho más oscura no había ni estrellas, ni luna una densa neblina abarcaba aquel cielo donde parecía estar olvidado de Dios, como si eso no bastará pasó una gran lechuza de plumaje blanco sin duda ese era una señal de mal agüero.

Cómo era costumbre Juana y Janikua se levantaron muy temprano para hacer las tortillas antes que los hombres de la casa se levantarán, aún se podían ver los grandes moretones en el rostro de Juana; sin embargo, a Jacinto parecía no importarle, los hijos de Juana dolo callaban, aunque algunos sabían que eso estaba mal, se limitaban aguardar silencio aunque otros pensaban que si su padre había golpeado a su madre era porque se lo merecía.

Al salir de aquel jacal fue a la cantina como siempre ahí se encontró a Cayetano el capataz de las animas, aquel hombre era el mas importante de la región ya que era el que manejaba todo en las animas y el pueblo pues la mayoría trabajaba en aquel lugar incluso Jacinto, Cayetano era un hombre astuta siempre buscaba la forma de enriquecerse a costillas de los demás, Cayetano era un hombre con un rostro que daba miedo, con tan solo verlo la gente le temía y a decir físicamente de aquel hombre podía decir que su estatura era baja, estaba barrigón y ya era algo mayor, sin embargo ya le había destruido la vida algunas jovencitas de aquel pueblo pues las había intercambiado por algunas botellas de vino, las cuales los padres aceptaban con mucho gusto, pero sabía que la hija de Jacinto era una mujer fea al menos eso era lo que se decía por eso nunca le propuso nada hasta que…