...“La muerte es dulce; pero su antesala, cruel.”...
...Camilo José Cela...
LILLIAN
-¿Están listas? -preguntó desesperado Leonel, mi hermano-
-¡Lily! ¡te estamos esperando!
Lily salió de su habitación y se acercó a saludar a su tío, después de indicar que ya estaba lista, abandonamos el departamento y partimos hacia nuestro destino.
El cementerio nos esperaba.
Mi padre nos esperaba.
El día de hoy se cumplen 15 años de su fallecimiento. Un día como hoy, hace 15 años, el cáncer lo venció.
No me gustaba en lo absoluto ir al panteón, sin embargo, eran de las pocas ocasiones que tenía
oportunidad de ver a mi hermano, era el único familiar sanguíneo con el que contaba.
Durante el camino hacia aquel lugar, platicamos de muchas cosas, tenía un año de no verlo y nos
estábamos poniendo al día con nuestras vidas, me comentó que estaba planeando contraer matrimonio con su novia Karla, con la que ya tenía una relación de cinco años. Desde el fallecimiento de mi papá, Leonel se fue de la ciudad y vive en el norte del país desde entonces, es por ello que no conozco a su novia, al menos en persona, puesto que hemos hablado vía remota en varias ocasiones, así es como también mantengo comunicación con mi hermano. Creo que aún no tenemos la capacidad de una convivencia mayor.
Llegamos a nuestro destino y enseguida caminamos hacia la zona “2F” donde se encontraba el sepulcro de Alfredo Aguilar Pineda, como era de esperarse, al no ser visitado con
frecuencia, el lugar estaba lleno de tierra y hierba, de manera que, Leonel hizo limpieza y nosotras colocamos las flores que llevábamos, unos crisantemos, como todos los años.
Cerca de ahí, se estaba llevando a cabo un funeral, algunos asistentes lloraban amargamente la pérdida y no pude evitar acordarme de ese día, cuando mi progenitor se fue, sólo estábamos mi hermano y yo. Con el seguro que mi padre había contratado pudimos cubrir los gastos funerarios y logramos que pudiera permanecer en ese sepulcro pues incluía la perpetuidad. En ese
entonces, Leonel tenía 22 años y yo acababa de cumplir los 18, mi hermano trabajaba como Albañil y yo ya estaba confinada en el Santa Teresa, Lily tenía escasos seis meses, así que, ninguno de los dos tenía el dinero suficiente para cubrir un gasto de esta índole.
Bendito seguro.
A lo lejos, se escuchaban los acordes de un grupo musical que tocaba una melodía ad hoc con la
ocasión, Leonel y yo nos volteamos a ver, sabíamos lo que eso significaba y los viejos recuerdos que evocaban, y que nos seguían sacudiendo.
El día de su funeral, no hubo música, ni siquiera hacía falta, por mucho tiempo estuvimos escuchando canciones con letras fúnebres y tétricas que mi padre cantaba todo el santo día,
una y otra vez.
Así nos mantuvo por 17 largos años.
Desde que aquella mujer se fue.
Permanecimos no más de 30 minutos en el sitio y decidimos retirarnos, no sin antes que mi hermano
dijera unas palabras:
“Esperamos que estés descansando en paz, tus hijos somos personas de bien y jamás seguiremos tus ejemplos, no estamos dispuestos a autodestruirnos”.
La mirada que le dio mi hija a su tío fue de sorpresa ante tales palabras, pero permaneció en silencio. Lily dice que no recuerda a su abuelo, (lógicamente, ella era una bebé cuando él
falleció) por lo que no sabe que decir y prefiere mantenerse al margen.
Salimos del cementerio y Lily mencionó que tenía hambre, le propuse a Leonel que fuéramos a comer, pero se negó (como siempre).
-Prefiero irme ya para el Aeropuerto, no me gusta andar de prisa y el tráfico vehicular a esta hora es
insoportable -mencionó mi hermano-
-Aún tenemos tiempo, podemos comer algo rápido -comenté-
-La verdad es que no, prefiero llegar con tiempo, aunque espere.
-De acuerdo -dejé de insistir- conduje hasta el Aeropuerto, allá compraría algo para que Lily
comiera.
Cuando llegamos, mi hermano no quiso que lo acompañáramos, solo se despidió y se bajó de automóvil, lo vimos caminar hasta que se perdió entre la multitud. Así siempre ha sido mi relación con él, distante. Nunca demostramos un poco de cariño al menos.
Así me acostumbré con Leonel, jamás me dio un abrazo o una palabra de apoyo, ni siquiera cuando se enteró que estaba embarazada, ni un insulto, regaño, algo.
Simplemente se mantuvo en silencio.
Indiferencia total.
Me dispuse a conducirbhacia un restaurant italiano cercano al lugar para que mi hija pudiera comer, y también yo comenzaba a tener hambre. Era un lugar pequeño, pero la comida era formidable, yo lo había visitado anteriormente por cuestiones de trabajo.
Lily pidió un spagueti a la bolognesa y yo un pollo picatta, además de un refresco para mi hija y una copa de vino blanco para mí.
Mientras llegaban nuestros platillos, aproveché el tiempo para platicar con Lily, últimamente la
había notado extraña.
-Pequeña, ¿hay algo que quieras platicarme? -pregunté, abriendo la conversación, esperando que mebdijera algo-
-Todo bien, mamá -dijo-
-Se que en la escuelabte está yendo muy bien, tienes excelentes notas, ¿Cómo va el soccer?
-En el soccer todo bien, ma. -repuso entusiasmada- He estado practicando principalmente los pases de pared y los cabezazos, tengo que mejorar mis habilidades, la Entrenadora me dice que eso me ayudará a aumentar mi velocidad y mi agilidad. En el torneo
estamos en el tercer lugar de rendimiento, si seguimos a este paso, podremos pasar a cuartos de final.
-Me agrada saber que en los estudios y en el deporte todo va de maravilla, pero, repito, ¿hay algo que quieras platicarme? -insistí-
-Todo bien mamá, de verdad -volvió a decir, yo sabía que algo me ocultaba-
-¿te olvidas de que te conozco desde hace 17 años, niña? sabes que puedes tenerme confianza -mencioné-
El mesero se acercó a dejar nuestros postres, por lo que guardamos silencio por un momento, cuando se retiró, Lily dijo:
-Es que, si te cuento, seguro te enojas mamá y no quiero que estés enfadada conmigo.
-Seguro que me enojaré si no me cuentas -repuse-
-Está bien, te lo diré -suspiró- ayer conocí a mi padre.
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