Unlimited El Origen De Un Héroe.
En un recóndito sistema solar, olvidado por la mayoría de los mapas cósmicos, se propagó la asombrosa noticia: había nacido un bebé extraordinario, imbuido de una energía tan inusual que parecía forjada en el corazón de una supernova. Los padres, perseguidos implacablemente por un gobierno obsesionado con controlar lo incontrolable, no tuvieron más opción que huir en una nave espacial construida con tanto amor como improvisación.
—Dicen que su densidad molecular lo hará fuerte, veloz e invulnerable. Podría convertirse en nuestro salvador… o en el dictador más despiadado del universo. Todo depende de cómo se escriba el futuro —comentó su padre, con una sonrisa que mezclaba orgullo y resignación.
—Eres nuestro orgullo —replicó su madre, con la voz temblorosa pero decidida.
Entre despedidas llenas de esperanza y temor, le advirtieron: —Viajarás lejos, hijo. Nunca olvides de dónde vienes.
El destino, con un sentido del humor tan retorcido como impredecible, intervino cuando la nave, en un giro absurdo, se desvió hacia un agujero negro, desapareciendo en su abismo. Mientras tanto, el planeta de origen se precipitaba hacia la autodestrucción por el mal uso de la energía en sus ciudades.
Diecisiete años más tarde, en la ciudad de Swaville, la vida en la Tierra continuaba a un ritmo singular. Tim, un adolescente con mirada vivaz y espíritu rebelde, se apresuraba por las calles mientras su madre desde la cocina le gritaba:
—¡Tim, vas a llegar tarde a la escuela!
—Ya voy, mamá —respondió él, abriendo una lata de un café que parecía tener algo “plus”.
—¿Plus? ¿Acaso ese café viene con instrucciones de uso para superpoderes? —bromeó ella, entre reproches y ternura.
—Te lo aseguro, es mucho mejor que el café normal —replicó Tim con una sonrisa—. Lo descubrí “por aquí”, en mis investigaciones poco ortodoxas.
Al cruzar la calle a supervelocidad—o al menos eso pretendía— Tim tomó un atajo que parecía desafiar las leyes de la física.
—Otro atajo peligroso, ¿eh? —comentó un amigo al verlo zigzaguear entre los autos.
—¡Espero que ese atajo no sea un portal interdimensional! —soltó Tim, haciendo reír a quien lo escuchaba.
Más adelante, en la preparatoria, los diálogos se mezclaban con la rutina escolar:
—Hola, ¿otra vez ese atajo? —dijo un compañero.
—Ya sabes, si existieran héroes o superpoderes, cambiarían el mundo —añadió otro, con un tono que pretendía ser filosófico.
—Exacto —intervino Tim, medio en broma, medio en serio—. Aunque mis padres no aprueban ni viajes escolares ni ideas revolucionarias.
Mientras tanto, en una lejana planta de energía, el caos se desataba entre alarmas y confusiones. Una voz desesperada se elevó entre el estruendo:
—¡Ayúdenme! ¡No me dejen aquí!
El reactor principal estaba al borde del colapso. Entre gritos y súplicas, un trabajador atrapado en la vorágine murmuró:
—Lo siento, lo siento…
—¡No te vayas! ¡Sácame de aquí, por favor! —imploraba.
La situación se volvió tan surrealista como una comedia de enredos: la planta explotó en un instante, dejando entre escombros el cuerpo aparentemente intacto del hombre. Un camión pasó zumbando, y su conductor soltó una carcajada nerviosa al comprobar que el hombre, más por obra del destino que por suerte, seguía “en pie”.
—Si no hubiera usado mis poderes —refunfuñó el trabajador, antes de esfumarse a supervelocidad—, esto habría sido un desastre anunciado.
Entre los restos humeantes, Tim sintió que algo extraordinario estaba a punto de suceder. Mientras caminaba entre escombros y ruinas, un objeto forjado en un material desconocido llamó su atención. Pero antes de poder examinarlo, una figura emergió de las sombras.
—Tienes poderes, ¿verdad? —preguntó una voz enigmática, tan serena como inesperada.
Tim se quedó helado, sorprendido de que alguien más conociera su secreto.
—Tranquilo, no estoy aquí para hacerte daño —continuó la figura, revelando una mirada profunda—. Mi nombre es Elara, y tengo respuestas que necesitas.
—¿Quién eres? ¿Cómo sabes de mis poderes? —inquirió Tim, con mezcla de incredulidad y curiosidad.
—Soy una observadora de fenómenos extraordinarios. He seguido tus andanzas y sé que tu potencial es inmenso, aunque aún no comprendes la magnitud de tus habilidades —explicó Elara, con voz pausada y enigmática.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Tim, con la cautela de alguien que siempre ha vivido al filo.
—Quiero ayudarte a descubrir quién eres realmente y el porqué de tu destino. Tu historia está entrelazada con fuerzas mucho más grandes de lo que imaginas.
Mientras tanto, en aquel remoto sistema solar, el gobierno del planeta no cesaba su búsqueda del niño fugitivo, enviando agentes incansables a recorrer la galaxia. El destino, sin embargo, ya había comenzado a tejer una red que conectaba universos.
De vuelta en la Tierra, Tim, aunque deseoso de una vida normal, se vio arrastrado hacia un camino plagado de misterios. La revelación de que Elara también poseía poderes—demostrada con una carrera a supervelocidad que dejó a Tim boquiabierto— lo obligó a cuestionar todo lo que creía saber.
—¿De dónde vienes? —preguntó Tim, con esa mezcla de escepticismo y fascinación propia de un adolescente que acaba de descubrir un secreto milenario.
Elara procedió a relatar, con una mezcla de solemnidad y sorprendente naturalidad, cómo había llegado a la Tierra y por qué había sido enviada para guiar a Tim. Resulta que su planeta natal, al parecer, estaba en la mira de fuerzas que querían controlar ese poder único, y él era la clave para mantener el equilibrio.
En medio de la charla, desde los restos derribados de una estructura, emergió de nuevo el trabajador, ahora irradiando una energía tan intensa que parecía desafiar las leyes de la física.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Tim, confundido, mientras la gente huía despavorida al ver el espectáculo.
Decidido a no quedarse de brazos cruzados, Tim se acercó al hombre, cubriéndose con una capucha para no ser reconocido. Pero el trabajador, abrumado por la intensidad de su propia energía, reaccionó de forma instintiva y, sin querer, lanzó una descarga que hizo volar a Tim a varios metros.
—¡Cálmate, amigo! —exclamó Tim, tambaleándose.
—¿Estás bien? ¿Qué demonios ocurrió? —preguntó alguien cercano.
—¿Y ahora me tomas por borracho? —añadió otro, con un tono que rayaba en el sarcasmo.
—¡No estoy ebrio! —gruñó el hombre, visiblemente frustrado.
La situación amenazaba con salirse de control cuando Elara intervino de inmediato. Con un dispositivo insólito, absorbió la energía desbordada del trabajador, devolviéndolo a un estado de calma casi tan sorprendente como el café “plus” de Tim.
—Eso fue un ejemplo de poder sin control —comentó Elara mientras se acercaba a Tim—. Eres como tú, un ser extraordinario, pero con un potencial destructivo si no lo dominas.
Tim, aún tambaleante, no pudo evitar preguntar:
—¿Acaso hay más como tú y yo?
—Así es —respondió Elara con una mezcla de seriedad y una chispa de humor—. Y si quieres evitar que otros causen estragos y, al mismo tiempo, salvar a la gente de este mundo, te entrenaré. Porque, créeme, en este universo hasta los superpoderes necesitan un manual de instrucciones.
Con esas palabras resonando en el aire, Tim comprendió que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, adentrándose en un destino tan impredecible y vibrante como el cosmos mismo.
...Fin del capítulo....
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