Al despertar, lo único en lo que estoy pensando es en lo qué pasó anoche. ¡Un completo caos con una pizca de fuego! Mi mente me hizo acariciarme la mejilla de forma inconsciente al recordar su tacto, sus dedos sobre mí y apreté el moretón que David me había provocado.
Me dolía mucho y aún así, apreté más fuerte la zona del hematoma. ¡Estúpida calentura! Todo había sido muy intenso y en el fondo de mi corazón había una sensación de vergüenza. ¿Por qué?
No era la primera vez que intentaban sobrepasarse conmigo. Me sentía un poco aturdido por la insinuación grotesca de mi cliente y neta que, ahora me daba coraje pensar en todo lo que había sucedido. ¡Al menos no toda la noche se arruinó!
La única ventaja de todo lo sucedido, fue que pude volver a verlo después de varios años. ¡No puedo evitar suspirar! El pensamiento de sus dedos acariciando el mismo moretón que yo en este este momento, me estremezco por debajo de las sábanas. ¡Gerardo me había tocado! Eso era lo más bonito del mundo.
¿De verdad era Gerardo? ¿Había vuelto de su viaje? ¡Que oportuno!
—¡Hijo! ¡Ya es hora de levantarse! —La voz de mi madre al otro lado de la puerta me hizo regresar a la normalidad.
Eran las siete de la mañana y se me había hecho tarde ya. ¡Canija rutina! Tuve que controlar mis pensamientos para ya no emocionarme por estar pensando en él.
—¡Ya voy!
Me levanté de golpe, mis alarmas no habían sonado, tendí la cama rápidamente y me vestí para salir a trabajar. ¿Más trabajo? ¡Pues sí! No me quedaba de otra. Fui al sanitario, hice pipí, cepillé mis dientes y lavé mi cara. ¡Ese moretón era demasiado hermoso!
Salí de mi habitación, bajé las escaleras y en la cocina estaba mi familia, bueno, casi toda mi familia.
—¡Buenos días!
—Se te pegaron las cobijas —me dijo Estefan.
—Sí. No tenía ganas de levantarme.
—¡Flojo! Se te hizo tarde —dijo Emilio.
—¡Ay! Déjame ser, la neta es que si andaba muy cansado y hoy dormí bien rico.
Me acaricie la mejilla otra vez y eso fue lo peor que pude haber hecho.
—¡¿Que te paso en la cara?! ¿Qué estuviste haciendo para que te saliera un moretón en el cachete? ¡Ay chamaco, deberás contigo!
Mi mamá me estaba reprendiendo y lo único que hice, fue encogerme de hombros. No le podía decir la verdad de este moretón, aunque me doliera mucho el no poder hablar de forma libre. ¡No quería que se infartara! Además, no era necesario tener que dar explicaciones a mi familia justo ahora que se me había hecho tarde.
—¡Ay ma! Tranquila, es que anoche me caí de la cama.
Emilio me lanzo una mirada inquisitiva.
—¿Pues no que habías dormido rico?
—Pues si, la neta si, solo que sin querer me moví y me caí. ¡Ya saben que yo duermo bien raro!
Mi mamá rodó los ojos. Parecía estar muy apurada con todo y su preocupación por mi moretón desapareció rápidamente.
—Pues bueno, ¿vas a desayunar algo o te irás con la panza de farol?
—Mmmmm. La verdad ya es tarde como para andar desayunando, solo me tomaré el licuado y regreso a desayunar después de la venta.
Mamá no parecía estar muy contenta con mi decisión.
—Bueno, como tú quieras. Ya estas grande de todos modos. ¡Haz lo que quieras!
Sonreí, mis hermanos ya estaban saliendo de la casa con sus cajas de venta.
—Vale, entonces te veo más tarde ma.
Ella asintió, le di un beso tierno en la mejilla.
—¡Cuídate mucho!
—Sí. Tú también. Por cierto. ¿Cómo esta papá?
—Aún está durmiendo.
—Qué bueno, déjalo que descanse bien. ¿Todavía tiene medicina?
—Solo le quedan dos pastillas. La de hoy y la de mañana.
La preocupación se hizo notoria en su entrecejo.
—Bueno, a ver si puedo pasar a la farmacia y le compro más pastillas. ¡Tranquila!
—¿Y el dinero? Aun no hacemos las cuentas de la venta de esta semana y el gas se nos acabó ayer. ¡No creo que nos alcance!
Sonreí, quise trasmitirle tranquilidad a mi madre. No me gustaba verla tan preocupada.
—No te preocupes por eso, yo veo como las consigo. ¡Estaremos bien! Ya lo verás.
Mis hermanos ya se habían adelantado demasiado, me puse la caja entre los brazos, una cinta de tela me ayudaba a cargarla con el cuello. Acomodé mi cubre bocas, los lentes y terminé poniéndome un sombrero de color negro, era de gamuza aterciopelada y le pertenecía a mi padre.
¡Ay, mi padre!
De lunes a sábado mis hermanos y yo, solíamos salir todas las mañanas a vender pays de queso con diferentes sabores y a veces, también llevábamos flanes. Nos íbamos caminando desde la casa hasta el zócalo y por la pirámide de Cholula. Regularmente nos íbamos a las siete de la mañana y solíamos regresar al medio día. ¡Caminábamos mucho!
Hoy eran casi las doce de la tarde y yo aún tenía un pay en mi caja. A mi alrededor había mucha gente, turistas y personas que caminaban por el parque. Me dolían los pies y por unos segundos me senté en una de las bancas que quedaban justo al frente del quiosco. ¡Necesitaba descansar!
Saqué mi celular y revisé algunas notificaciones. Tenía algunos mensajes en la aplicación.
Romántico Empedernido: ¡Hola! Espero que estés bien. ¿Está disponible esta noche? Quisiera contratarte para pasar un buen rato. ¿Qué dice? Espero su respuesta.
Revisé su perfil de usuario. Tenía dos fotografías, una en la playa y la otra frente a un espejo. Tenía veinticinco años y parecía ser un buen tipo. Además, me pareció muy chido que iniciara la conversación hablándome de "usted". Cheque su Instagram y me transmitió confianza.
Ángel 18: ¿A qué hora seria lo de poder vernos?
Romántico Empedernido: ¿Le parece que nos reunamos a las siete de la noche?
**Ángel 18:** ¿En dónde nos veríamos?
**Romántico Empedernido: **La neta no sé, recién llegué a la ciudad y no conozco algún lugar. ¿Conoces algún lugar donde pudiéramos platicar?
¿Un lugar para platicar? ¿De verdad solo sería una charla y ya? ¿Sobre qué podríamos platicar?
**Ángel 18: **Sí, conozco un bar, te envió la ubicación en unos segundos.
Ángel 18 a compartido una ubicación.
**Romántico Empedernido: **Me aparece cerca de donde vivo, como a 15 minutos de distancia. ¡Me gusta el lugar!
Ángel 18: ¿Entonces nos vemos allí?
**Romántico Empedernido: **Sí. ¿De cuánto es la tarifa?
**Ángel 18: **Como solo buscas compañía, serian $150 por cada hora de mi tiempo, si deseas algo más, puedes consultar los precios en mi perfil.
**Romántico Empedernido: **¡Vale! Sin problema, te transfiero el dinero en un rato.
Mis pies se sentían mucho más relajados sabiendo que hoy tendría un cliente. ¡Ya tenía para comprar la medicina de mi padre!
Dejé escapar un suspiro y fui a comprobar mis ingresos de esta semana. Tenía $9,000.00 los cuales, me servirían para comprar cosas para la casa y los tratamientos médicos de mi padre. ¿Y la universidad? Ahora mismo no podía permitirme tal oportunidad, todo mi trabajo y esfuerzo eran para poder sacar adelante a mi familia.
¡Todo mejorará algún día! De eso no tengo duda alguna.
Apagué la pantalla de mi celular, de verdad que me sentía muy despreocupado, pensé en regresar a casa y escuché su voz.
¿Era real? ¿Escuché bien? ¿Estaba aquí? Lo más genial es que me estaba hablando a mí y muy en el fondo, me sentía muy nervioso de que estuviera acercándose. ¿Casualidad?
—Disculpa, ¿aun tienes pays?
Alcé la vista rápidamente y las lagunas esmeraldas estaban justo frente a mí. ¡Me dieron ganas de navegar en sus pupilas! Yo sentado y él de pie. ¡Me quede pasmado! Como si por unos segundos me hubiese perdido, imaginando un montón de cosas.
Gerardo me miraba con mucha atención, como si me examinara y tratara de comprobar que yo no había quedado mudo.
—¡Umm! Sí, ya solo me queda uno.
Sus pupilas seguían mirándome con mucho detenimiento, quizá era el tiempo que había transcurrido entre nosotros lo que no le permitía reconocerme o tal vez, estaba tratando de examinar más allá de mis anteojos. ¡El moretón!
—¿De a cómo?
—De a quince pesitos.
Moví mis cejas en gesto cordial y me puse de pie. Su estatura era un poco considerable, él era más alto que yo y no fue un reto para mí reconocerlo a pesar de que esta vez sí llevaba puesta su mascarilla. ¡Su voz lo hacía inolvidable! Sacó un billete de veinte pesos.
—Está bien. Dámelo.
Sonreí como bobo, él ni siquiera podría ser capaz de descifrar mi semblante y así, saber que mi sonrisa le pertenecía. ¡Gracias a la mascarilla!
Justo cuando le di el pay, nuestras manos se rozaron por algunos segundos y mi corazón se estremeció de placer. ¡Nos estábamos tocando una vez más! Intercambiamos sensaciones, busqué cambio en mi bolsillo de dinero y saqué una moneda de cinco pesos, su palma derecha estaba extendida y no dude en ponerle la moneda justo en medio.
—¡Gracias por tu compra! Espero que te vaya...
Ni siquiera fui capaz de poder terminar de decir la frase. Lentamente, noté como sus ojos se acercaban a mí de una forma más íntima. ¿Que estaba haciendo? Sus ojos quedaron a la altura de mis ojos, mis anteojos eran metálicos y seguro que el antirreflejante le causo impacto.
—¿Puedo preguntarte algo?
—¿Qué quieres preguntarme?
Yo me sentía un poco chiveado.
—¿Tú eres Jamie Juárez? —Cuando terminó de formular la pregunta, sus ojos irradiaron un brillo—. ¿Eres Jamie, que vive en Acatepec?
¡Rayos! Tanta inspección para que al final si pudiera recordarme. Tragué un poco de saliva, me armé de valor para mirarle directamente a los ojos y volví a sonreír detrás de mi mascarilla. ¿Me reconoció por los anteojos? ¡Esta miopía que no me dejaba ocultarme en el día!
—Sí, soy yo. ¿Tú...?
—¿Te acuerdas de mí?
¡Hasta la pregunta me ofendió! Era obvio que lo recordaba a perfección y cada vez que pensaba en él, mis suspiros eran demasiado intensos. ¡Pero no podía soltar la sopa así de fácil! Era mi momento de hacerme el difícil.
—Pues... la verdad no. ¿Nos conocemos?
Asintió. Lentamente se bajó la mascarilla y esta vez lo vi más guapo. ¡Me forcé a no derretirme!
—¿Ahora ya me reconoces?
—¡Tú eres Gerardo! —Admití sin miedo.
Sus cejas se movieron de forma alegre. Asintió.
—Pensé que no te acordarías de mí. La neta es que te había visto desde hace rato cuando pasaste por los campos deportivos de San Andrés. No fue tan difícil reconocerte.
—¿A no? ¿Cómo me reconociste?
—No has cambiado mucho y eso me alegra. Además, tus anteojos siguen siendo casi idénticos a los que solías llevar en secundaria.
¿Le alegraba verme como antes? ¿Y qué paso el día de ayer? ¿Estaría consiente de que yo fui el chico al que defendió de un abuso? ¡Que dilema con mi identidad!
—Ah, pues tú tampoco cambiaste mucho, solo creciste un poco más y te noto que estás más fuerte que antes. Supongo que ahora vas al gimnasio, de momento se ha puesto muy de moda ser una persona fit.
—Sí, bueno, tú sabes que siempre me ha gustado estar en buena condición física.
Una vez en la primaria, estábamos en educación física, se quitó la playera y me sorprendió mucho ver que a esa edad, a los once años, ya tenía un abdomen marcado.
—¿Y hace cuanto que regresaste de Estados Unidos? Pensé que...
—No hace mucho. Le pedí a mi madre que me dejara volver y ahora empecé a estudiar la universidad. ¿Tú en cual estas estudiado?
Sonreí de forma tonta.
—Yo no estoy estudiando la universidad.
Sus cejas se enarcaron por completo y no lo culpo; yo también me sorprendo por la situación que me está tocando vivir.
—¡¿Que?! ¿Estás hablando en serio?
—Sí, yo...
—Pero tú eras el mejor de la clase, yo no puedo creer que no estés estudiando. ¿No te aceptaron en ninguna?
¿Qué se supone que debes responder a tu crush de toda la vida cuando su preocupación es tan grande por querer que tu cumplas con tus sueños? ¡Por que sí! Gerardo conocía cuales eran y son mis ambiciones.
—Me aceptaron en la Ibero con una beca. Hice mi examen en la Buap y también me aceptaron en la UDLAP.
Recordar aquellos momentos de dolor y estrés me hizo querer llorar. Tenía mucho tiempo que no lloraba y justamente, ahora Gerardo estaba hurgando en mi dolor. ¿Me gustaba este dolor emocional?
—¿Y qué paso entonces?
Me mordí los labios, apreté mi corazón y me obligué a ser fuerte.
—Mi papá enfermó muy gravemente, la neta es que casi se nos muere y tuve que usar todo el dinero de mi inscripción para poder pagar sus gastos médicos. ¡Por eso no estoy estudiando! De cierto modo, yo soy el que tiene que sostener la casa y no puedo dejar a mi familia en este momento.
Parecía sentir un poco de compasión, sus ojos irradiaron eso.
—¿Y cómo sigue tu padre?
—Él aún no se cura y sigue tomando tratamientos; ya te imaginaras porque ahora soy el chico de los pays.
¡Decirle la verdad me hizo sentir un poco mejor! Como si le estuviera compartiendo algo que no había podido sacar por más de ochos meses, porque en realidad me estaban pasando un montón de cosas y la pandemia me hizo alejarme de todos. Noté un poco de sorpresa y confusión en su rostro, sus lagunas esmeraldas parecían brillar de compasión. ¡Qué bonita la capacidad de poder expresar sentimientos con la mirada!
—Jamie yo, no sabía. ¡Lo siento mucho! Si tan solo...
—¡Tranquilo! No pasa nada, yo estoy bien y pues ya sabes, aquí andamos luchando como siempre y trato de ser de lo más optimista. Espero algún día poder cumplir con mis sueños.
Su celular empezó a vibrar en tono de llamada. Era el modelo más reciente del IPhone.
—Déjame contestar, espérame tantito.
—Sí, está bien.
Él se llevó el celular al oído derecho y empezó a hablar. Ya casi era la una de la tarde y me sentía muy cansado, era la hora de regresar a casa.
Gerardo vestía unos pantalones de mezclilla negros desgastados, calzaba unos converse color café y llevaba una playera de color blanco. Se veía totalmente diferente al día de ayer, como más holgado y casual. ¡Una coincidencia habérmelo encontrado al día siguiente de habernos visto en aquel club!
—¿Vas de regreso a tu casa? —Su pregunta me hizo emocionar.
—Si ya terminé, solo que tengo que pasar a la farmacia por la medicina de mi papá.
—Pues si quieres te llevo a la farmacia y luego te paso a dejar a tu casa.
¡Muchos suspiros emocionales que ocasionaba este hombre en mí! En el pasado siempre había cuidado de mí y ahora, ¿volvería a intentar querer cuidarme? Quise quitarme esos pensamientos, pero como un impulso incontrolable, sonreí a todas esas posibilidades que en mi mente yo había estado fabricando por muchos años.
—Bueno, está bien, gracias por tu ayuda.
—¡Ya sabes! Qué bueno que nos volvimos a encontrar, la neta si me da gusto verte.
¡Le daba gusto verme! Que ñoñito me estaba sintiendo.
—Lo mismo digo.
Empezamos a caminar en dirección al hostal del zócalo de San Pedro en busca de su auto.
—Oye te iba a preguntar. ¿Qué te paso en la mejilla? Tienes un moretón.
¡Joder! Tal vez si me había reconocido desde la noche anterior, la mascarilla no ocultaba del todo mi oficio nocturno y sus consecuencias.
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