Ahora que me encuentro frente a todos ellos, mis seres queridos y mi amada hermana Amelie, las lágrimas brotan sin cesar de mis ojos. Las llamas del pasado aún arden en mi corazón, recordándome la devastación que hemos sufrido. Quiero ser fuerte, pero la magnitud de la tragedia que hemos vivido me pesa sobre los hombros, amenazando con aplastar mi espíritu.
Amelie, con su presencia reconfortante y un abrazo lleno de cariño, me transmite la fuerza necesaria para continuar. Su apoyo incondicional me impulsa a levantar la voz y enfrentar la realidad que nos rodea. No puedo permitirme quedarme de brazos cruzados mientras el tiempo avanza inexorablemente hacia la gran tragedia que se cierne sobre nosotros.
En silencio, me enjugo las lágrimas y reúno toda la determinación que queda en mí. Mi voz, aún temblorosa pero cargada de convicción, se alza en medio del silencio sepulcral que envuelve la sala.
- Hermanos y hermanas, es verdad, yo soy la que ha usado el zicen para salvarnos de una terrible catástrofe donde he presenciado la destrucción de nuestro reino, la pérdida de seres queridos y la injusticia que nos ha sido impuesta. - Aclaró mi garganta. - No podemos permitir que la sombra de la destrucción nos engulla por completo. Debemos unir nuestras fuerzas y trabajar incansablemente para cambiar nuestro futuro. El tiempo es nuestro enemigo, y si no actuamos con prontitud, nuestras lágrimas se mezclarán con las cenizas de nuestro reino.
Las miradas de los presentes se clavan en mí, algunas llenas de desconfianza, otras reflejando el dolor compartido. Pero en medio de esa tormenta de emociones, también puedo vislumbrar un destello de esperanza en los ojos. de aquellos que creen en un futuro mejor.
Sin embargo, al relatarles detalladamente todo lo que viví, el pesimismo se apodera de la sala mientras las voces se entrecruzan en un mar de dudas y temores. Observo la desesperanza reflejada en los rostros de mis compañeros, pero no puedo permitir que que el miedo y la incertidumbre nos paralicen.
Me levanto frente a todos, con determinación en mis ojos y una chispa de esperanza en mi voz.
- Comprendo que la situación es desalentadora - les digo con voz firme pero tranquilizadora. -Es verdad que enfrentamos un enemigo poderoso, pero debemos recordar que somos brujos, poseemos habilidades y conocimientos únicos. - Los miro uno por uno, buscando conectar con cada uno de ellos. - Es cierto que no somos guerreros entrenados ni expertos en el arte de la batalla, pero eso no significa que seamos impotentes. Tenemos algo que el imperio no puede arrebatarnos: nuestra magia y nuestra determinación.- Hago una pausa, permitiendo que mis palabras se asienten en sus corazones. - La victoria no se logrará solo con armas y fuerza física, sino con estrategia, inteligencia y la unión de nuestros dones mágicos.
Aunque mis palabras son algo alentadoras para algunos de los presentes, la angustia se hace palpable en el ambiente mientras todos reflexionan sobre la dificultad de la situación. Las miradas preocupadas y los suspiros entrecortados reflejan la dificultad de la situación en la que nos encontramos. En un reino que ha abrazado la paz como principio fundamental, nos enfrentamos a una realidad que nos exige aprender a sobrevivir en un mundo hostil.
Y es verdad, el desafío que enfrentamos es innegable. Nuestra naturaleza pacífica y nuestra incapacidad para causar daño deliberado nos colocan en una posición delicada frente a un imperio sediento de poder y violencia. De hecho, es tanta nuestra aversión a la violencia, que decidimos ser vegetarianos, pues al tener la habilidad de comunicarnos con cual quier ser hasta comer se volvía una encrucijada.
Suspiro profundamente, sintiendo la responsabilidad que recae sobre mis hombros.
Comprendo vuestras preocupaciones y el desafío que enfrentamos. Nuestro camino no será fácil, pues no estamos acostumbrados a la violencia ni a la crueldad. Sin embargo, debemos recordar que nuestra fuerza radica en nuestra magia. -Hago una pausa, permitiendo que mis palabras se asienten en cada corazón presente.- Nuestra magia es nuestra mayor arma, y debemos aprender a utilizarla de forma estratégica y poderosa. No se trata de matar, sino de proteger. No se trata de destruir, sino de construir un futuro en el que la paz y la justicia prevalezcan.
- Hija, pero incluso si todos unimos fuerzas, siempre habrá alguien que tome más responsabilidad, en quien el peso de la venganza recaerá. - Dice mi padre- Y dudo que no existirá nadie que desee tomar semejante responsabilidad.
Mis ojos se encontraron con los de mi padre, y en ese instante sentí la carga de sus palabras resonar en lo más profundo de mi ser. Él tenía razón. La venganza es un camino oscuro y tortuoso, y no todos están dispuestos a asumir el peso que conlleva.
El silencio se apoderó de la sala mientras todos reflexionábamos sobre las palabras de mi padre. La gravedad de la situación se volvía más evidente a medida que el tiempo avanzaba. Sin embargo, en medio de la incertidumbre y el miedo, algo en mí se negaba a ceder ante la desesperanza.
Con una determinación serena, me acerqué a mi padre y posé mi mano sobre la suya, transmitiéndole una mezcla de comprensión y resolución.
- Padre, entiendo tus preocupaciones y temores. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestro reino sufre y nuestra gente es oprimida. Si nadie asume esta responsabilidad, ¿quién lo hará?
Las miradas se dirigieron hacia mí, expectantes y llenas de dudas. Tomé una profunda inspiración, sintiendo el peso de la decisión que estaba por tomar.
- Si bien no puedo obligar a nadie a seguirme en este camino, puedo ofrecer mi liderazgo y compromiso para encontrar una manera de salvar al reino. Sé que la tarea será ardua y llena de desafíos, pero no podemos permitir que el miedo nos paralice. Juntos, podemos hallar una forma de resistir.
El susurro de las conversaciones llenaba la sala, dejando en evidencia las dudas y la incertidumbre que se cernía sobre nosotros. Comprendía que mi apariencia pacífica y mi juventud podían generar interrogantes sobre mi capacidad para asumir una responsabilidad tan grande. Sin embargo, no permitiría que las dudas me desanimaran. Con determinación, me dirigí hacia aquellos que parecían inseguros, buscando transmitirles la confianza que yo misma sentía.
- Comprendo sus dudas, soy consciente de mi juventud y de la aparente fragilidad de mi ser, pero les aseguro que estas características no definen mi valía ni mi determinación. Mi corazón arde con la pasión de proteger a nuestro reino y saciar mi sed de venganza. He presenciado el sufrimiento y la injusticia, y estoy dispuesta a enfrentar cualquier desafío para cambiar nuestro destino, ¿me apoyarían?
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