Las Dos Vidas De Ana
-El amor de mi vida- es como solía llamar a Kael. Éramos la pareja perfecta, enamorados y a punto de casarnos. Pero nunca imaginé que un día desaparecería sin dejar rastro. Mi corazón se llenó de una desesperación que no había sentido antes, la necesidad de encontrarlo y saber qué había pasado con él me consumía.
-¡Kael! ¿Dónde estás?-, grité mientras tomaba mi celular para marcar su número otra vez. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había intentado llamarlo. Sin embargo, volví a escuchar esa molesta grabación: -El número marcado no está disponible en este momento, por favor intente más tarde-. La frustración iba creciendo en mí, mezclándose con la ansiedad que sentía al no tener respuestas.
-Kael, soy yo de nuevo... Ana. Por favor, contéstame. Estoy muy preocupada- dejé otro mensaje de voz en su buzón, aunque sabía que probablemente no lo escucharía. Mis dedos temblaban mientras escribía un nuevo mensaje de texto: -No sé qué está pasando, pero te necesito aquí conmigo. Te amo-.
Las horas pasaban y mi angustia aumentaba. El tiempo parecía haberse detenido, como si el mundo entero supiera que algo malo había ocurrido. No podía perder a Kael, no ahora que estábamos tan cerca de comenzar nuestra vida juntos. Él era mi roca, mi refugio en los momentos difíciles y el único hombre que lograba hacerme sentir completa.
¿Por qué no contesta? ¿Qué le habrá pasado?, pensé mientras la impotencia me llenaba de lágrimas. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, y yo no podía dejar de imaginarme los peores escenarios posibles.
-Señorita, lo siento mucho, pero no puedo darle más información- me dijo un oficial de policía cuando fui a denunciar la desaparición de Kael. Aunque sabía que estaba haciendo todo lo posible por ayudarme, su respuesta solo aumentó mi desesperación.
-Gracias de todos modos- respondí con voz entrecortada, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir.
-Por favor, Kael- susurré mientras abrazaba la almohada que aún tenía su aroma. -Vuelve a mí- murmuré antes de llorar hasta quedarme dormida, sin saber qué depararía el mañana.
Esa noche, soñé con encontrar a Kael, vivo y a salvo. Pero al despertar, la realidad volvía a golpearme con fuerza: él seguía desaparecido y yo no tenía ni idea de cómo encontrarlo. La necesidad de respuestas y el temor a perderlo para siempre me impulsaron a seguir buscándolo, sin importar cuánto tuviera que luchar para lograrlo.
Desperté decidida a buscar a Kael por mi cuenta. Aunque sentía miedo por lo que pudiera encontrar, la esperanza y el amor que tenía por él me impulsaban a seguir adelante. No podía quedarme de brazos cruzados, así que me puse en marcha.
Primero, iré a su trabajo, pensé mientras me dirigía hacia el edificio donde Kael trabajaba como desarrollador de videojuegos. Al llegar, me encontré con su jefe, quien parecía preocupado pero no sabía nada de su paradero.
-Ana, te prometo que si sé algo, te lo haré saber- me dijo con sinceridad, y aunque le agradecí sus palabras, mi corazón se hundió un poco más al no obtener ninguna respuesta concreta.
Decidí visitar el café favorito de Kael, aquel donde solía pasar largas horas trabajando en sus proyectos personales. Al entrar, el aroma a café recién hecho y el murmullo de las conversaciones me transportaron a los momentos felices que compartimos allí. Me acerqué a la barra y pregunté por él al amable barista que siempre nos atendía, pero tampoco tenía noticias sobre Kael.
-Lo siento mucho, Ana- me dijo con una expresión de tristeza en su rostro. -Ojalá pudiera ayudarte- añadió antes de ofrecerme un café para llevar, como un consuelo ante mi búsqueda infructuosa.
-Gracias- respondí con una sonrisa forzada y salí del lugar, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de mí.
La siguiente parada fue la casa de Carlos, uno de los mejores amigos de Kael. Sabía que si alguien podía tener alguna pista sobre su paradero, sería él. Al llegar, toqué el timbre y Carlos me recibió con una mirada preocupada.
-Ana, no tengo idea de dónde está- confesó antes de que pudiera preguntarle. -Ya he hablado con todos nuestros amigos en común y nadie sabe nada- continuó, compartiendo mi angustia.
-¿Qué voy a hacer, Carlos? No puedo creer que Kael haya desaparecido así- dije mientras las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos.
-Tranquila- me consoló Carlos, abrazándome. -Vamos a encontrarlo- dijo con determinación, aunque yo sabía que él también estaba asustado.
Cada conversación terminaba con las mismas palabras de apoyo y comprensión, pero sin ninguna información que me acercara a Kael.
-No te rindas- me decían algunos. -Estamos aquí para ti- me recordaban otros. Pero, aunque agradecía su apoyo, lo único que deseaba era tener a Kael de vuelta, sano y salvo.
-¿Dónde estás?- murmuré en voz baja mientras volvía a mi coche, sintiendo la impotencia y la frustración crecer en mi interior. Pero aun así, algo dentro de mí se negaba a darse por vencido. Conduciría por toda la ciudad si era necesario, pero no descansaría hasta encontrar a Kael.
Los días se convirtieron en semanas y la desesperación crecía en mí a medida que Kael seguía sin aparecer. Las ojeras bajo mis ojos evidenciaban las noches en vela, mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho, como si intentara escapar de su prisión de angustia.
-Ana, deberías descansar- me aconsejó mi hermana, preocupada por mi aspecto cansado y demacrado. -No puedes seguir así- añadió, pero sus palabras no lograban penetrar la barrera de mi obsesión por encontrar a Kael.
-Lo siento- respondí con voz ronca, esquivando su mirada. -No puedo dormir sabiendo que él está en algún lugar, quizás necesitándome- confesé, sintiendo cómo mi garganta se cerraba al pronunciar aquellas palabras.
Mi trabajo y mi bienestar personal quedaron relegados a un segundo plano mientras dedicaba cada minuto libre a buscar pistas sobre el paradero de Kael. Mis compañeros de trabajo me miraban con lástima y preocupación, pero yo sólo podía pensar en reunirme con mi prometido.
-Ana- me llamó mi jefe una tarde, cuando faltaba poco para la hora de salida. -Sé que estás pasando por un momento difícil- comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras. -Pero no puedes seguir así- sentenció, ofreciéndome una licencia temporal para enfocarme en mi búsqueda. Agradecida, acepté su propuesta, aunque sabía que el tiempo corría en mi contra.
Con más tiempo disponible, decidí revisar minuciosamente las pertenencias de Kael, en busca de alguna pista que pudiera haber pasado por alto. Registré sus cajones, su escritorio y sus bolsillos, pero no encontré nada fuera de lo común.
-¿Por qué no entiendo nada?- me pregunté frustrada, mientras encendía su computadora. Revisé sus correos electrónicos, carpetas y archivos. Nada parecía indicar que algo inusual ocurría en su vida antes de desaparecer.
-Lo siento- murmuré a Kael en voz baja, como si él pudiera escucharme, mientras navegaba por sus redes sociales. Sus fotos y publicaciones mostraban a un hombre feliz y enamorado, pero no había rastro de actividad desde que desapareció.
-¿Dónde estás, Kael?- sollocé, sintiéndome más perdida que nunca. A pesar de mis esfuerzos, seguía sin tener ninguna idea de dónde buscarlo, y el tiempo no dejaba de avanzar.
-¡No puedo rendirme!- grité en mi interior, apretando los puños con determinación. Aunque mi cuerpo y mi mente estuvieran agotados, mi corazón se negaba a aceptar la posibilidad de perder a Kael para siempre.
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