cap7

Veo el intercambio a través de la mira de mi arma, la toman como si fuese algo insignificante, una basura. Ester permite que la lleven y, antes, arroja su gorro. Comprendo su señal y decido esperar el momento oportuno para intervenir.

Continúo observando la persecución, con el pecho oprimido, por el miedo de perderla. Pero me reprendo a mí mismo, ella no es Elizabeth, no es la mujer que amabas, solo es una mera copia creada por tu imaginación.

Mi mente absurda discute que esto es real, muy real. Esos rehenes son reales, la sangre, esa bomba y ella en ese auto a punto de morir si no intervengo, todo es real. Esa maldita historia que escribí tras noches de insomnio ahora es el mundo real en el que me encuentro.

Me concentro en mi objetivo y, cuando noto que Ester se agacha, le vuelo la cabeza a ese criminal. El olor a pólvora después del disparo es adictivo. En mi otra vida, tenía una habitación enorme con mi colección de armas. Era un vicio que se me pego por esa mujer que me enseño a defenderme mi querida Elizabeth.

Cuando tome un arma por primera vez tenía miedo, pero ella me ayudó. Esa sensación de seguridad al disparar me lleno el cuerpo volviéndose mi adicción.

Lo mismo sentí al escribir, solo me llegaban imágenes de lo vivido y sumado a un poco de imaginación podía encerrarme a escribir durante 3 días seguidos solo durmiendo unas horas.

Todo termina cuando veo que Ester baja del auto apuntando al último criminal que conducía y su hermano hace lo mismo, otros lo detienen y dan por terminada la situación pero yo no.

Adelante esta escena, aunque cambiaron unas cosas estoy a la expectativa, si todo sigue como lo escribí ahora tiene que pasar eso que provoca que la protagonista odie al príncipe meses después.

A Ester le dan información falsa, haciéndole creer que Armand es el responsable del intento de asesinato de su hermano, que cae en coma tras un disparo en la cabeza. Cuando Michel despierta después de la muerte de Ester y Armand descubre toda la verdad, ese era el final de la novela.

Detecto la intención en el movimiento extraño de un soldado y disparo, primero en su mano, haciendo que caiga al suelo con su brazo colgando y después en la cabeza, finalizando su vida, el radio suena minutos después

_ Señorita, acaba de salvar mi alma del infierno_ dice Ester y sonrió, ama a su hermano más que nada en este mundo_ que desea a cambio?

_ Su lealtad_ respondo y veo como sonríe con su rostro magullado por los golpes.

_Ya la tiene_ responde.

Celebro saber que mi primer peón está preparado para moverse obedeciéndome. Me pongo en alerta cuando suenan las campanillas que deje en la entrada de este edificio en construcción.

_ Comandante tengo algunas visitas inesperadas me retiro del lugar_ contesto y comienzo a descender desde el octavo piso donde estoy

No son los trabajadores, porque esta obra está suspendida por conflicto entre los dueños, cuando estoy en el cuarto piso escucho pasos y me escondo detrás de unas bolsas de cemento.

Mi instinto no me fallo son cuatro hombres armados y con trajes militares son los hombres de Quinteros, el tío de la protagonista, si están aquí es porque saben de donde salieron los disparos, espero unos minutos cuando calculo que llegaron arriba desciendo los tres pisos más y bajo el último con sigilo

Si son militares, seguramente dejaron a alguien en la entrada, y no me equivoqué hay dos hombres, va a ser un problema escapar, pero debo hacerlo antes que bajen los otros.

Camino hasta llegar a uno de los soldados pateo sus rodillas para que caiga al suelo y lo golpeó en la cien desmayándolo, un disparo me roza el brazo.

Comienzo a correr otros dos balazos que venían hacia mí fallan, y me alegra que hayan dejado a los más inútiles en la entrada, me pierdo por unos pasillos doblo cada tanto para distraerlos, aun así oigo los pasos detrás.

Mi arma solo es de largo alcancé, si bien sé defenderme no soy tan bueno y menos si son tantos, mucho menos con este cuerpo no tiene la fuerza y agilidad que necesito ahora, descarto el arma en un contenedor y me escondo detrás de un muro.

_ lo encontraron?_ escucho que hablan

_ no señor es un hombre pequeño, pero veloz_ exclama uno de ellos agitado. Pequeño? Mido un metro setenta y cinco imbéciles

Caigo en cuenta de mi posible escapé, buscan a un hombre. Veo un vestido negro colgado en el patio de una casa y lo tomo esta un poco húmedo, pero no importa no es momento de ser exigente.

Me quito el sombrero, el pañuelo, el saco, la camisa que cubre mi pelo dejándolo suelto, me dejo la blusa y el pantalón que queda totalmente cubiertos por el vestido vuelvo al contenedor y arrojo la ropa que me quite.

Paso delante de ellos cruzo la calle alejándome, cuando doblo una esquina suspiro aliviada, pero una mano me toma del brazo y me arrastra dentro del lugar y reconozco su rostro con la tenue luz, que se prende y se apaga.

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