CAPITULO 2
IRENE
—¿Estas bien? —giro la cabeza en dirección de mi acompañante de vuelo.
—Si, gracias. Odio volar, estoy segura que esta será la última vez que me subo a uno.
—Bueno, si vienes de visita dudo mucho que sea el último. Pero tranquila, puedes tenerla durante lo que queda de vuelo.
—¿Qué?
—Mi mano. Puedes tenerla el resto del viaje.
—Oh, lo siento. —mis mejillas arden de vergüenza, lo suelto—. Puedes tenerla de regreso.
—¿Segura? No lo decía en forma sarcástica, se lo malo que puede ser para algunos volar.
—Si. Gracias por tu ayuda. Y como decía; no pienso volar otra vez, tampoco estoy de visita ya que vivo aquí.
—Yo también vivo aquí, pero no puedo decir que dejaré de volar ya que mi trabajo me pide que este en constante movimiento.
—Por suerte no le tienes miedo a volar.
—No le tengo miedo a nada. —algo en su profunda mirada me dijo que decía la verdad. El tipo tiene los ojos más bonitos que alguna vez haya visto, con ese color esmeralda que me recordaba a los del actor Ian Somerhalder, con la diferencia que este chico es completamente rubio… bueno había muchas diferencias entre mi actor favorito y este hombre. Ahora que el susto inicial a pasado puedo darle una buena mirada; el hombre tiene el cabello rubio largo hasta lavase del cuello casi rozando sus hombros pese a que lleva parte del mismo recogido con algunos mechones sueltos. Tiene mandíbula cuadrada, pero no tanto, labios delgados pero llenos. Nariz perfilada con algunas pecas muy pronunciadas, difíciles de ignorar. Y a pesar de sus claros ojos, tiene una mirada profunda. No se podía ignorar que el hombre es completamente guapo de una manera rustica, con su estilo despreocupado.
—Me llamo Darko.
—Irene.
—Como la diosa griega. —sonrío por el hecho de que haya asociado tan rápido mi nombre con una diosa mitológica.
—Si, a mi madre le gusta la mitología griega. Pero eres el primero que asocia mi nombre con ella.
—Me gusta la mitología.
—Oh, entonces te llevarías genial con mi madre. —le sonrío. Darko me mira en silencio por uno segundos haciéndome sentir inquieta. Soy la primera en apartar la mirada y ver a los demás pasajeros. ¿Porqué de pronto me sentía inquieta… o era su mirada la que me hizo sentir así?
—No te gusta la mitología. —sonaba a una pregunta, pero por su tono de afirmación supe que no lo era.
—No, no me gusta.
—Comprendo.
Luego de eso no volvimos hablar, una vez que el avión aterrizó en NY pensé que Darko saldría rápido del avión, pero en su lugar me esperó. Al estar ambos de pies fue cuando verdaderamente pude ver cuan alto era, debía estar rondando 1,85 a 1,90 metro de altura. Meneo la cabeza sin decir nada y salgo del avión detrás de los demás, al salir Darko se despide de mi con un movimiento de cabeza, lo veo alejarse y es fascínate como las personas se apartan para dejarle pasar con solo sentir su presencia aproximarse a ellos, sacudo la cabeza con una sonrisa y voy por mi equipaje. Darko es la clase de amistad breve que formas con desconocido del cual sabes que nunca más volverás a ver.
Tardo media hora en recupero mi equipaje, al salir del aeropuerto no veo a Richard esperándome. Compruebo la hora en mi celular, 7:25 a.m. ¡Mierda, espero no hayas olvidado que venía hoy! Cómo puedo me paro a un lado con las maletas para no estorbar, pensando en que hacer. Decido llamarlo, después de varios intentos por fin contesta.
—¿Sí? —su voz suena adormilada.
—Cariño, ya estoy en el aeropuerto, ¿Dónde estás? —sabia dónde se encontraba por su tono de voz. Aún así no pude dejar pasar la oportunidad de joderlo—. No puedo verte, dudo que haya tráfico.
—¡Carajos, Ire, olvide que llegabas temprano! —lo oigo moverse, luego otra maldición y una voz femenina de fondo—. Pao, nena, necesito irme. Debo ir a buscar a Irene. —rayos, ahora me sentía culpable.
—Richard, ya voy en un taxi, ¿Me oyes? ¡Estoy montada en un taxi!
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, ya estoy en un taxi.
—Ve directo a mi casa, estaré ahí en breve. —no, no sería el mal tercio en una relación.
—He llamando a mi madre —miento— ella me recibirá por un par de días hasta que me estabilice de nuevo.
—Mierda, Sara será dura. Me siento como la peor escoria del mundo.
—No, ese puesto ya lo tiene Paul. Pero tranquilo, igual puedes redimirte dándome empleo.
—Eso no tienes ni que preguntarlo, cariño. Es más, te volveré socia. —ambos nos reímos.
—Con que me des empleo es más que suficiente.
—Cuenta con ello. Tendré el contrato listo para esta noche.
—Perfecto. Paso mañana entonces. Cuídate y saludos a Paola de mi parte.
—Ella te manda besos. Cuídate. —termino la llamada con mi mejor amigo, suspiro agotada y más derrotada que nunca. Aquí no iba hacer nada, así que lo primero es coger ese taxi, llegar a casa de mi madre, bajar la cabeza y dejar que me eche la bronca y luego, una vez a solas, poder lamer mis heridas.
(####)
—¿Irene? —mamá se encontraba parada en la puerta de entrada de su casa, luciendo tan hermosa como siempre; su cabello castaño claro recogido en un moño y llevaba un lindo conjunto de jeans negros, camisa rosa y una chaqueta a juego con el jean.
—Hola, mamá —mi voz sale algo insegura, ella mueve su mano en una señal para que me acerque y eso hago; subo los escalones de la entrada. Ella abre sus brazos para mí y me arrojo a ellos, dándole un abrazo antes de entrar a su casa.
—No quiero interrumpir si vas de salida.
—No te preocupes, iba al trabajo, pero siempre puedo abrir la tienda un poco tarde o Clara la abrirá por mi. Mejor porque no me cuentas, ¿Qué te trae por aquí? —pregunta mientras me sirve una taza de café juntos con un plato de panqueques.
—Las cosas en Alemania no funcionaron como esperaba.
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