Jamás Te Olvidaré, P.

Jamás Te Olvidaré, P.

Comienzo

Recomendación: escuchar "Bad blood" de Taylor Swift.

Si pudiera darme vuelta, lo haría madre, y te agradecería por el cálido abrazo que me estaba reconfortando la noche. La horrible noche que estaba pasando. O mejor dicho, los pensamientos oscuros que se me venían a la mente. Pero estaba, por fin, demasiado cómoda como para moverme. Así que tragué mis lágrimas e intenté dormir.

Lo había logrado. Dormir, digo. Me levanté como un bebé. Por primera vez, sentí que dormí lo suficiente, fresca como una lechuga, aunque debo admitir que no tenía ganas de hacer nada, absolutamente nada.

Entré a las redes y me di cuenta que había adivinado. Mi ex amiga me había dejado de seguir en ellas. En todas. Definitivamente era más nefasta de lo que creía. Pero, en fin, ya no hablaré de esta persona, pero era otro detonante para sentirme como me sentía.

Me propuse dejar de pensar en cosas que sólo me estresaban. Ya era hora, sufrí demasiado por amistades falsas, padres que se odiaban y constantemente debía estar en medio, y más siendo hija única, imagínense, y el tedioso e inolvidable proceso de mi trastorno alimenticio. Espero, en serio, que mi cabeza ya no piense en ésto último. Fue una pesadilla.

— ¡Hoy ya sabes que salimos! — dice el mensaje de mi amiga, Zoila. Me entusiasmé. Con ella era realmente divertido salir de fiesta. Aunque, al principio, no me acompañaba en los tragos, eso sí me molestaba, porque yo quedaba como una ebria.

Bueno, de a poquito debía convencerla. Tal vez podría. ¡Por favor Zoila, bebe un poco más! Debería, calmarme.

Me vestí con uno de los primeros tops que tenía, me quedaba muy bien, será por el crecimiento de busto que estaba manifestando, de igual forma ya tenía dieciocho años, era hora. Y la falda me lo prestó ella, tenía de varios colores, tamaños e incluso de tela. Debía robarle una, no me quedaba otra.

Y listo, ¡bam! Tenía el outfit preparado para la cuarta salida del año en el mismo lugar, The Zone.

Comencé a prepararme apenas terminé de comer, casi que me costaba vestirme por lo llena que estaba, pero bueno, debía apurarme si quería llegar a tiempo. Siempre pensaba en salir de compras un fin de semana con mi grupo de amigas y conseguir todo lo que quería usar cuando iba de fiesta, pero ese grupo de amigas jamás existió, y desde ya que podía hacerlo sola a ese plan, pero para mí ya no sería lo mismo. Me refiero, ya no tendría otras opiniones, ni podría aconsejarles que se compraran algún atuendo que, incluso, a mí me gustara y a ellas , para que, otra ocasión me las prestaran, y así economizar. Sobrepienso cada detalle.

— ¡Vamos Jazmín, vamos! — grita Zoila en la puerta de mi casa.

— Agarraré mi bolso y estoy. — sonrío nerviosamente.

Me subí, y en el mismo auto me coloqué un pequeño perfume que llevaba normalmente conmigo. Tenía un aroma a vainilla y flores, era realmente indispensable que lo usara. Ya era parte de mí, hasta Zoila me preguntó si podía prestarle, porque sabía que no iba a olvidarlo.

Mientras avanzábamos, miraba por la ventana las personas que estaban en pareja. Jóvenes, ancianos y familias. Me parecía curioso que la mayoría saliera a esa hora por las calles. Es decir, el horario no acompañaba, pero en fin, me daba algo de envidia. Nunca estuve de esa forma, así que sólo podía tener envidia, por ahora, ese sentimiento era parte mí, y bueno, la ironía.

— Espero que no haya una fila tan larga. — me comenta Zoila apretando mi mano. Aunque no quería que la viera. Mis uñas estaban desastrozas, y las de ella impecables.

— No creo. Al menos traemos zapatos cómodos como para esperar. — nos reímos.

El taxi tardó veinte minutos en llegar hasta la puerta del lugar. Zoila pagó mil trescientos pesos, me apoyó su mano en la espalda y me apuró a que bajara por las bocinas insoportables que tocaban tras nuestro.

Y sí, había fila, no de tantas personas, pero eran muy lentos los de la boletería, y eso nos hacía esperar más de lo debido.

— ¿Sabes por qué pasa eso? — comento a las insinuaciones de mi amiga por la mancha que se produjo un chico, adelante de tres personas más que nosotras, en el pantalón negro que llevaba puesto. — Porque toman hasta no poder más y después no pueden estar ni parados.

— Tienes razón, pero eres muy dura — ríe — Tal vez mezcló y no se dio cuenta lo mal que le caería. No juzguemos.

Acepté con mis manos su comentario y continuamos suspirando por la espera.

Decidimos, mientras, sacarnos una selfie y compartirlo en nuestras redes. Estábamos concentradas en eso, hasta que dos jóvenes que estaban literalmente a un paso de nosotras, nos comienzan a hablar.

— ¿Quisieran pasar adelante? Es que estamos esperando a nuestra amiga, que todavía no llegó, y necesitamos hacer tiempo.

Lo primero que hicimos ante es a pregunta fue mirarnos y decir—¿por qué no?. Y ahí pasamos un paso adelante. De todas formas seguíamos esperando, aunque faltaba poco.

Miraba la hermosa luna que estaba en el cielo alumbrándonos y curiosamente escucho un ruido de un flash. Algo que dejé pasar. Es normal sacarse fotos, ¿no? Pero cuando escuché tres veces más y ésta vez acompañada de una risa ridículamente tonta, decidí darme vuelta y no me equivocaba. El joven en cuestión, alto, delgado, morocho y con un gesto demasiado burlón, nos estaba sacando fotos desde atrás. Esa fue su real estrategia para que estuviéramos delante. Es increíble la manera en la que se disponían a  inventar excusas para salirse con la suya. Evidentemente para eso sí usaban el cerebro al cien por ciento.

Me enfurecí de una forma, que hizo que Zoila se avergonzara de mí al principio, pero luego, anecdóticamente ella fue la que terminó perdiendo su cordura.

Les lanzó, en su rostro, gas pimienta que tenía en su bolso. Porque las calles estaban muy peligrosas, era evidente que lo tendría consigo.

Y además, decidí empujar el celular con el que nos habían fotografiado sin consentimiento hacia el piso. Provocando la sorpresa de los demás en la fila, y partirlo en partes incontables. Me sorprendí de mí misma. Pero tenía que hacerlo, no podía dejar pasar que éste personaje se saliera con la suya. Tomé la mano de Zoila y la saqué de ahí. La obligué a que nos fuéramos de allí y luego escuchamos unos gritos desde la puerta del lugar. No me interesaba escuchar a nadie, pero mi amiga sí, así que la seguí, otra vez, y nos dimos cuenta que se trataba del vigilante de allí, quien extrañamente nos dejó entrar y dejar de esperar afuera. No sin antes preguntarnos por los desubicados y echarlos.

Fue todo muy rápido, que ni siquiera nos acorábamos donde quedaba el sector principal, que estaba más cerca de la cabina de la música. Nos tocó recorrer entre la gente, y bailar cada tanto, como siempre lo hacíamos. Créanme que si pudiera pedirle al dj un tema, sería Bad blood, así me sentiría en su propio videoclip. Porque yo, ya estaba roja de la furia.

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