KATE VALENZUELA

El día está un poco gris, mejor tomo mi paraguas por si acaso, me tomo mi taza de café apurada ya que debo estar en el despacho a las 8:00am, si no quien aguanta a Ramírez agarro las llaves de mi auto y trato de colocarme mis tacones, aunque últimamente me están molestando, es que este juanete ya está más pronunciado y es molesto, pero debo usarlos por mi trabajo y justo hoy tengo auditoría con los señores Mendoza, estos señores están en su proceso de divorcio. ¡vaya divorcio! más bien parece la historia sin fin, es que no llegan a ningún acuerdo, este caso me tiene agotada, desde hace unos meses que se metió la demanda no logran ponerse de acuerdo, si no es el es ella que no está de acuerdo con algo, esto me recuerda a mi propio divorcio, el mismo que me provocó una parálisis facial del estrés que me produjo.

soy una mujer de mediana estatura, mi cabello negro azabache, siempre lo mantengo recogido,es que ya se comienzan a notar las canas y a parte no tengo tiempo para acomodarlo, a pesar de mis 44 años aún me mantengo en forma aunque entre las celulitis y las estrías por los embarazos han invadido mi cuerpo, Ramírez, mi amigo y socio siempre me dice que para eso hay solución, ¡pero que voy a estar en eso! después de lo que me hizo Gustavo mi ex, no quiero saber de esas cosas y ya a esta edad quien se va estar fijando en una vieja como yo, soy abogada y socia de un bufete, sociedad que mantengo con mi amigo Antonio Ramírez, nuestro bufete se encarga entre todo más a los casos de conciliaciones en divorcio y esas cosas.

vivo en una casa enorme en una de las zonas más caras de la ciudad, patrimonio que adquirí gracias a mi divorcio con Gustavo el padre de mis tres hijos.

¡ay! mis hijos, lo digo con nostalgia ya que se me crecieron tan rápido, ya dos de ellos tienen su propia familia.

Aurora es la mayor tiene 24 años, es hermosa y tiene un pequeño, mi bello Sebastián, ella y su esposo son ginecólogos, ella es la que lleva los pantalones en esa relación ya que tiene un genio de los mil demonios, no sé cómo la soporta el pobre Juan, su marido.

Gustavo Andrés, es el segundo de mis retoños, jajaja, este también tiene una bebita de un año, es un muchacho alto de buen porte, tiene 23 años, pero es un "don Juan" por eso su matrimonio con Sara se está yendo a pique, por sus constantes infidelidades, me temo que entre poco me tocará representarlo en su demanda de divorcio, pobre Sara pensó que con el matrimonio el cambiaría y luego con el nacimiento de Sarita, pero nada más lejos de la realidad.

Gustavo Junior, tiene 19años, es el único que siguió los pasos de sus padres, ya que está en su segundo año de la universidad, estudia derecho, como su padre y como yo, es un muchacho alto, estatura que heredaron de su papá, sus ojos café como los míos son los desvelo de las chicas que lo conocen, el a diferencia de sus hermanos es un muchacho tierno y además es un caballero caso contrario a Gustavo Andrés que es un despota y mujeriego igual que su padre.

Aún continuo manejando hacia el despacho, hay un tráfico terrible, mientras sigo estacionada entre el congestionado tráfico, suena mi celular, aprovecho para ver quién me escribe

-¡pero...! ¿que carajos? ¡esto debe ser una broma de Ramírez! que cree que por ser gay es un cupido humano, me anda buscando novios por todos lados, pero déja que llegue al despacho, le voy a reclamar por andar dándole mi número a cualquier desconocido.

¡por fin se está moviendo está horrible cola! tiro el teléfono en el asiento del copiloto y comienzo a mover mi auto para salir de esta tranca y llegar lo más pronto posible.

Ya han pasado algunos días desde la reunión conciliatoria con los Mendoza, en este momento me encuentro revisando algunos documentos que están sobre mi escritorio, después de un rato me dispongo a descansar la vista me duele la cabeza, producto al estrés que me causaron Gustavo Andrés y Sara está mañana, se presentaron en casa peleando por una de las conquistas de mi hijo.

Me masajeo un poco los ojos y la frente y reclino la cabeza en mi sillón, cuando recuerdo aquel mensaje que llegó a mi celular, después de tantas cosas que pasaron por mi mente, decido agarrarlo para volver a leerlo

-hola guapa- se me escapa una sonrisa sin querer, y me digo para mis adentros " a mí edad ¿cómo alguien puede escribirme esas cosas?" me permito soñar despierta, mientras mantengo la cabeza reclinada en el sillón con los ojos cerrados, imagino al hombre de los mensajes, es un hombre alto, maduro con cabello entre plateado y gris y unos lentes que elegantemente adornan su mirada azul, siento que se me acerca y masajea mi cabello y me sonríe, me siento tan relajada y sonrió mientras continuo con mis ojos cerrados, cuando el sonido de la puerta me hace despertar de golpe, cuando abro los ojos y siento salir mi corazón del susto, me encuentro con la mirada de Ramírez quien tiene una sonrisa burlona en sus labios y me dice acercándose a mi

- ¡nena! ¿pero que estoy viendo? ¡me encantaría saber! ¿quien es el causante de esa hermosa sonrisa?-

entonces me levanté y caminé hacia donde estaba el y con el celular lo amenazo con el mismo y le grito furiosa

- ¡el mismo que pusiste para que me escribiera a mi celular! - Ramírez abrió sus ojos y su boca asombrado y me respondió negando con su cabeza y sus manos delicadas

-¡no, no! cariño yo no le he dado tu número a nadie, desde el día que le tiraste el ramo a Sergio mi amigo en la cara - me quedé sorprendida mirándolo y... ¿entonces? ¿quien diablos era este que me escribió? ¿de dónde salió? ¿cómo es que tiene mi número personal? Ramírez me sacó de mis pensamientos quitándome el celular y comenzó a rebuscar en los mensajes hasta que lo consiguió y me dijo con asombro

-¡princesa! cuéntamelo todo- no le dije nada y salí molesta de la oficina, tomé un respiro y cuando regreso lo consigo riendo con picardía, entonces le arrancó el celular y cuando me disponía a borrar aquel mensaje, justo llegó otro