No puedo ser egoísta.

— Voy a cambiarme entonces. — Dice luego de un par de minutos.

No es necesario, elige algo de mi ropa y quédate aquí. — No hace ninguna objeción, la ayudo a buscar y toma una playera junto con un bóxer, una vez ambos estamos vestidos ingresamos a la cama, cubro nuestros cuerpos con una manta y la atraigo hacia mí para abrazarla, en este momento no hay segundas intensiones, solo la necesidad de protegerla. Acarició su cabello hasta que se duerme y un rato después lo hago yo, siempre con un pensamiento en mente, "ellos deben sufrir las consecuencias de lo que han hecho"

La mañana llegó, despierto y ella aún duerme, me dedico a contemplar lo hermoso que es su rostro, las pequeñas pecas que lo adornan y la sombra que producen sus largas pestañas, se ve tranquila; no entiendo como alguien que tuvo su amor, no cuido de ella y muy por el contrario le destrozo la vida.

Despierta, se rasca los ojos con el dorso de la mano, luego se estira y al darse cuenta de qué aún está en mis brazos me mira obsequiandome su bella sonrisa.

— Buenos días. — Su voz suena somnolienta, esconde su rostro en mi pecho y se hace un ovillo entre mis brazos, no puedo evitar reír ante tal gesto.

— Buenos días, bonita.

— ¿Qué hora es?

— Las ocho de la mañana. — Levanta su rostro y me mira.

— ¿Hace cuánto estás despierto?

— Lo suficiente para escuchar tus fuertes ronquidos.

— Noooo yo no ronco. — Se queja arrastrando la o como una niña pequeña y vuelve a esconder su rostro ahora sonrojado.

— Pues entonces deberé salir a buscar el oso que merodea la propiedad.

— Si continuas diciendo eso no volveré a dormir contigo. — Su voz suena ahogada y hace un ligero cosquilleo en mi piel, me separo un poco de ella para poder tener acceso a su boca, me acerco tanto que nuestras respiraciones se mezclan.

— Entonces no volveré a besarte. — Ella muerde su labio inferior mientras mira los míos y luego vuelve a mis ojos.

— ¿Estás seguro de poder vivir sin besarme?

— ¡Maldición!.. — Exclamo — No, no puedo. — Dicho esto es ella quien cierra el espacio entre nuestros labios dando inicio a aquel beso del que tomo el control, primero es lento, tierno, quiero que sepa cuanto la amo, pero después aumento la intensidad, es indispensable para mí el hacerlo, aun así no me atrevo a tocar su cuerpo aunque es lo que deseo hacer, pero no puedo, al menos no, hasta que sea ella quien lo pida.

— Necesito que me enseñes a dejarme amar.

— ¿Estás segura?

— Necesito empezar a confiar en ti, quiero confiar, solo en ti.

Lo pienso un par de minutos, no me gustaría hacerle daño.

— Iremos despacio, pero si sientes que es hora de parar, por favor házmelo saber. — Ella solo asiente. Vuelvo a besar sus labios como al principio, primero lento delicado dejo que sus labios marquen el ritmo, cuando es ella quien aumenta el ritmo introduzco mi lengua en su boca saboreando cada parte de ella, muerdo su labio inferior, ella sonríe y es señal de que lo está disfrutando, mis besos recorren su delicada mandibula hasta llegar al lóbulo de su oreja, lo tomo entre mis labios y procedo a succionarlo, luego tiro de él en forma delicada con mis dientes, ella deja escapar un leve jadeo y entiendo que ahora puedo tocar su cuerpo, una de mis manos ingresa por debajo de la playera acariciando su delicada piel hasta posarse en el lado izquierdo de su pecho, solo la dejo posada sobre este y separó mi rostro de su cuello donde la estaba besando para poder encontrarme con su mirada, la cual me da su aprobación, es entonces cuando empiezo a masajear y jugar con ese pequeño montículo sensible, después de un rato y cuando considero que he ganado su confianza, me deshago de la playera para poder atender de forma adecuada su hermoso pecho en toda su extensión, primero los contemplo detenidamente, ella intenta cubrirse, pero tomo sus manos y depósito un beso en cada una de ellas.

— No lo hagas, quiero contemplarte, ¿me lo permites? — Se relaja nuevamente y me da acceso a su piel, me deshago de la playera que traigo puesta. — ¿Lo ves? Ahora estamos en igualdad de condiciones. — Ella solo sonríe, vuelvo a besar su cuello con gran devoción, mis besos descienden hasta llegar a su pecho el cual atiendo de manera alterna, los acaricio, los besos, robando así varios jadeos de su boca y que me enloquecen por completo, ahora los succiono y tiro levante de ellos con mis dientes, después de atenderlos como es debido, vuelvo a su boca. — ¿Estás bien?

— Lo estoy — Vuelvo a besarla, mis manos acarician sus muslos mientras froto mi erección entre sus piernas, intento bajar la única prenda que la cubre, pero me detengo al ver que su cuerpo se tensiona abruptamente, y aunque no protesta, desisto de la idea. Vuelvo a besar suavemente sus labios y dejo caer mi cuerpo a un lado, ella se sienta e intenta hablar, pero silencio sus labios jalando su cuerpo hacia el mío.

— No pienses en pedir disculpas, agradezco que me permitas llegar hasta este punto, no tenemos prisa.

— Gracias, fue lindo poder sentir tus manos y labios sobre mi piel, te prometo...

— No tienes que prometer, no tienes que sentirte en deuda, soy yo quien se siente afortunado de tener a una mujer como tú en mi vida, no creo merecer tanto.

— ¿Crees que lo lograré?

— Sin duda alguna.

Aunque sé que un día ella superará su miedo a estar conmigo, también soy consiente de que aunque quisiera ayudarla a sanar todas sus heridas, no podrá hacerlo hasta que cuente con la ayuda profesional necesaria y no puedo ser egoísta y pretender ser su héroe, Elena debe afrontar todos esos temores, estoy seguro de que si no se atrevió a hablar es porque en lo más profundo de su corazón siente que ella provocó su propia desgracia, siente que aquel idiota solo tomó lo que ella le ofreció, no solo la daño física y emocional sino también mentalmente.

— ¿En qué piensas?

— En qué te amo bonita.

— Y yo a ti Konstantín Ivanov.

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