Mi infancia...

Soy Martina Santibañez, acabo de cumplir los 18 años, soy la segunda de 4 hermanos, crecí en una familia pobre, mi padre un Panteonero, trabajaba en el cementerio del pueblo, mi madre Inés Figueroa dueña de casa, ambos celopatas, ellos se casaron muy jóvenes escapando de una vida dura, vivíamos en una casita pequeña donde cabía lo necesario o lo poco que teníamos, estaba ubicada muy cerca de la casa de mis abuelos paternos, lo cual no ayudaba a mí ya desgraciada vida, ya que mi abuela Paterna odiaba a mi madre por ser hija de la ex amante de mi abuelo y claro yo según ella era idéntica a ella y también era alcanzada por sus insultos.

Mi Padre llegaba del trabajo y se iba donde sus mis abuelos eso significaba el infierno por las noches, llegaba tarde en la noche celando a mi madre con casi todos los hombres del pueblo, se escuchaban gritos, llantos, golpes y las cosas volaban, ya estábamos acostumbrados, mi hermana y yo protegíamos a mi hermano menor alejandro, quien por suerte era del sueño pesado tratábamos de evitar que se despertara acurrucándonos los 3 abrazados; mi otro hermano menor Andrés vivía con mi tía Marta, ya que mi Padre influenciado por mi abuela negó que fuera su hijo; todo el show terminaba como a las 2 o 3 de la mañana, corríamos a tranquilizar a mamá y a buscarla en medio de la lluvia o el frío ya sabíamos de sus escondites.

Había días en donde colapsaba; siendo pequeña tenía un refugio secreto en un closet viejo de mamá, me encerraba abrazando mi frágil cuerpo y lloraba en silencio hasta quedar sin lágrimas deseaba una vida distinta sin tantas necesidades. Todo eso terminaba cuando me acordaba que teníamos que ayudar a mamá a buscar agua al pozo todos con un balde de acuerdo a nuestra altura, quedaba a una distancia de unos 10 minutos de camino, todo para abastecer necesidades básicas y para que madre lavara nuestra gastada ropa, después al cerro en busca de leña para aplacar el frío de las noches y para que mamá pudiera cocinar aunque fuera una sopa de papas con arroz que era lo más frecuente en nuestra mesa.

Desde pequeños fuimos muy esforzados íbamos al colegio temprano por las mañanas los 4 hermanitos inseparables caminábamos casi una hora para llegar, donde lo más que disfrutábamos era la comida, la leche y galletitas que nos daban en el comedor del colegio, nos iba excelente en las notas siempre teníamos los mejores promedios a diferencia de mi hermano Andrés que tenía problemas para aprender sabíamos que en el embarazo mamá lo paso muy mal porque mi padre juraba que era producto de alguno de sus tantos amantes decía él... Pero lo apoyábamos bastante para que pasara de curso.

Además de todas nuestras responsabilidades y problemas ayudábamos a nuestros padres trabajando en lo que fuera, papá aparte de sus celos enfermizos era muy trabajador salíamos a recolectar moras, coral, hongos silvestres. Asimismo, papá se ofrecía a pintar tumbas para lo que nos llevaba a los 4 con mamá, ya con tanto tiempo éramos expertos pintando.

En nuestros tiempos libres y cuando mamá salía a vigilar a papá para sorprenderlo con alguna mujerzuela, jugábamos en un riachuelo cerca de casa, jugábamos a hacer autos de lujo de arena, con tapas de ollas viejas, a mí me encantaba hacer tortas de arena y jugar a celebrar mi cumpleaños, ya que nuestros cumpleaños nunca eran celebrados, también solíamos ir a un vertedero en busca de algún juguete, la mayoría estaban defectuosos cosa que no nos importaba, ya que unos tíos solterones, hermanos de mi padre, los reparaban para que jugáramos, y los que no eran reparados igual nos servían para dejarlos en nuestra casita del río, en esos momentos nos olvidábamos de todos nuestros problemas y nuestra imaginación nos ayudaba a volar por el mundo y cumplir con nuestros mayores anhelos, eran momentos mágicos e inolvidables, nadie nos interrumpía, a nadie les hacíamos falta, solo la noche era aviso que debíamos regresar a casa.

Carmen mi hermana mayor es la que lidera de nosotros, ella se preocupa por todo y nos defendia como una leona a sus cachorros en el colegio, ya que el bullying era constante, puesto que para todos nuestros compañeros ser hijos de la persona que trabaja en un cementerio (sepulturero, decían ellos) es chistoso y denigrante para la sociedad y les dábamos asco, aunque mi madre siempre se preocupaba de nuestra higiene, "pobres, pero limpios" nos decía mientras nos bañaba en una tina de madera antigua...

De lo único que no me salvó mi hermana es de mi mayor tragedia, la cual me trajo una sombra oscura y amarga a mi vida que hasta hoy me lleva a la soledad y me condena... ¡Maldita sombra! pero como he salido de todo el infierno que me ha tocado vivir juro que te vencerse un día y lograré superarme y seré la mejor en todo... Eso lo juro como que me llamo Martina Santibañez Figueroa!!!!.....

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