**Por Alexis**
Mi nombre es Alexis Méndez, tengo 27 años y estoy comprometido con la mujer más hermosa y compasiva del mundo.
La conocí en la universidad. Ella era todo lo opuesto a mí. Mientras yo vivía de fiesta en fiesta y desperdiciaba mi vida entre mujeres y alcohol, Mía era responsable, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo para sacar adelante su carrera y la de su hermana, Sofía.
Al principio, solo sentía admiración por ella. A pesar de que no tuvo una vida fácil, se las arregló para salir adelante junto con su hermana. Me empecé a interesar por su forma de ser. Aunque parecía tímida, Mía era dinamita pura en todos los sentidos. Si hay una palabra que la describe a la perfección es "pasión". Era apasionada en todo: en su forma de amar, de vivir, de luchar.
Sin darme cuenta, me fui enamorando de su manera de ver la vida. Creí que con ella podía cambiar, pero eso duró poco.
Nos hicimos novios al año de conocernos. Todo iba bien. La presenté a mi familia y les agradó desde el primer momento. Mía era perfecta: trabajadora, independiente, amorosa, compañera. Todo lo que cualquier padre quiere para su hijo. Pero yo no logré dejar completamente mi vida pasada atrás. Había días en los que me sentía culpable por no poder ser el hombre que ella merecía. Pero cuando esos ojos grises me miraban, me volvía un egoísta: Mía solo podía ser para mí.
Así pasaron los años, hasta que un día mi padre me dijo que me entregaría el mando de la empresa, con una condición: debía casarme. Ya era hora de sentar cabeza. Y así fue como terminé comprometiéndome con la mujer que amaba. Porque, a pesar de todo, yo sí amaba a Mía… solo que no podía dejar de ser quien era.
En los años que llevábamos juntos, le había sido infiel incontables veces. Pero siempre fueron aventuras de una noche. Hasta que una de esas tantas salidas con mis amigos cambió todo.
Sofía estaba en el mismo bar al que fuimos. Completamente borracha. Siempre me pareció hermosa, igual que su hermana, pero esa noche noté su sensualidad de una forma distinta. Me acerqué y bailamos toda la noche. Me ofrecí a llevarla a casa y aceptó gustosa. Al llegar al edificio, cuando se despedía para bajarse del auto, me besó. Yo no soy de piedra, así que seguí el beso. Cuando la cosa se puso más intensa, me invitó a subir. Pasé la noche haciéndola mía.
Al día siguiente pensé que me pediría olvidar todo, pero no fue así. Volvimos a devorarnos en la ducha, en el comedor, y de nuevo en la cama. Así fue como convertí a la hermana de mi prometida en mi amante.
Sofía era candela pura. Me visitaba en la oficina, me llamaba a altas horas de la madrugada para que le "bajara la temperatura", y eso me tenía loco. Pero tenía un gran defecto: no era Mía.
Muchas veces discutimos porque, en medio del acto, se me escapaba el nombre de Mía. Y así, volvía a ella… como si nada.
Pasaron los meses hasta que Sofía me dio la peor noticia: estaba embarazada.
Nunca soñé con ser padre. Pero si alguna vez imaginé a alguien como la madre de mis hijos, esa era Mía. Le pedí a Sofía que se deshiciera del niño, pero se negó. Dijo que jamás haría algo así y que, si intentaba forzarla, le contaría todo a Mía.
La culpa me carcomía. No quería lastimar a la mujer que amaba, pero ya estaba hundido hasta el cuello. Empecé a alejarme. No tenía cara para verla, y cada vez que ella quería hablarme de los preparativos de la boda, me enfurecía y me iba. Terminaba desahogando mi frustración con Sofía.
Faltaba un mes para la boda y yo no sabía qué hacer. Sofía me tenía amenazado: si me casaba, lo contaría todo. Y sinceramente, no quería enfrentar a Mía ni ver cómo me miraba al saber el bastardo que soy.
Planeaba dejarla plantada. Pero quería disfrutar hasta el último momento con ella. Así que esa noche, saliendo de la oficina, iría a su departamento. Hacía tres semanas que no la veía y ya extrañaba el olor de su piel.
Fue un día agotador. Reuniones, llamadas, estrés. Pero cuando por fin me liberé, subí a mi auto y me dirigí a su departamento. Me extrañó que no me hubiera llamado en todo el día. Ella solía hacerlo para saber cómo estaba, si podía verme, si queríamos almorzar juntos. Pero hoy, nada.
Llegué al edificio, subí directo. Tenía llave, así que entré sin problemas.
—Amor, ya llegué —llamé.
Silencio.
Fui hasta la habitación y no la encontré. Pero sobre la cama había una carta con mi nombre. La tomé con un mal presentimiento, y comencé a leer.
---
**Querido Alexis:**
Te escribo esta carta para decirte que me voy. Te dejo tu vida en paz. También para decirte que ya sé TODO.
Nunca esperé una traición así de parte de ustedes, pero está bien. Yo sé perder. Me voy para que puedan ser felices.
No me busques.
Ya me hicieron demasiado daño. Tanto tú como Sofía se merecen el uno al otro. Ahora es mi turno de buscar mi camino y ser feliz.
Adiós para siempre.
**Mía**
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