—¡DOORR! —gritó Tamara con fuerza cerca del oído de Aruna, haciendo que la joven se tambaleara un poco en su asiento.
—¿¡Qué te pasa!? ¡Me vas a dejar sorda! —dijo Aruna molesta mientras se agarraba el pecho y se frotaba la oreja con la otra mano.
Sintió que el corazón se le salía del pecho al oír el fuerte grito de Tamara.
¿Cree que soy su rival de kárate o qué?, se quejó Aruna sin cesar en su interior.
Tamara siguió riendo, incluso más fuerte al ver la reacción de sorpresa y enfado de Aruna.
—¿En qué estabas pensando? —preguntó Tamara después de un rato.
Tomó agua mineral del refrigerador porque tenía la garganta seca de tanto reír.
—Me encontré con nuestros amigos del instituto en el hospital.
—¿Quiénes eran? —preguntó Tamara con indiferencia.
—Glen, Monika, Kiano.
—¿¡QUÉÉÉÉ!? —exclamó Tamara, sorprendida, hasta el punto de empezar a toser. Casi escupe la bebida.
Aruna se limitó a sonreír al ver la reacción que esperaba de Tamara. Entró en el baño mientras Tamara seguía tosiendo.
Después de asearse y cambiarse de ropa para dormir, Aruna volvió a sonreír al ver a Tamara disfrutando del pastel de leche que ella misma había traído mientras veía la televisión.
—¿Este es el pastel de leche de nuestra tienda favorita? —preguntó Aruna mientras cogía un trozo del pastel y le daba un mordisco.
—Sí. La señora Arri te manda saludos. Incluso me hizo un descuento —dijo Tamara contenta.
Era normal, Tamara compró diez pasteles de leche de veinte centímetros de diámetro. Solían ir mucho a comprar pasteles de leche a la señora Arri.
—Come mucho. No tengas miedo de engordar. Mañana vamos a correr —dijo Tamara y cogió otro trozo de su pastel de leche.
Aruna se limitó a sonreír. No solo engordaré, sino que la dulzura puede estropearme los dientes, añadió para sí.
Envidiaba a Tamara, a la que le encantaba comer pero se mantenía en su peso ideal. Tal vez porque era deportista, así que seguía haciendo ejercicio con regularidad. A diferencia de Aruna, a la que le gustaba comer y luego dormir porque estaba llena. Por eso tenía un cuerpo más curvilíneo. Ahora había empezado a hacer ejercicio con regularidad para mantenerse delgada y "guapa".
—¿Te encontraron? —preguntó Tamara volviendo al tema que le había hecho toser tanto.
—Sí.
—¿Les echaste veneno? En dosis pequeñas, no se notaría, ¿verdad? —dijo Tamara dando su loca sugerencia, haciendo reír a Aruna.
En realidad, me encantaría, pensó Aruna, de acuerdo con la sugerencia de Tamara. Le sería muy fácil envenenarlos a los tres. Sin darse cuenta, Aruna arqueó la comisura de los labios.
—¿Ya los has envenenado? —acusó Tanara sorprendida. No esperaba que Aruna fuera tan vengativa.
—¿Qué dices? —negó Aruna y luego se echó a reír, haciendo que Tamara soltara un suspiro de alivio. Su amiga seguía siendo tan pura como siempre.
—En realidad, lo pensé —continuó Aruna entre risas.
—Qué barbaridad —masculló Tamara y luego se echó a reír a carcajadas.
—A mí también me gustaría que les hubieras puesto veneno. Son demasiado malos. Pero no quiero que seas mala. Todo el mundo tiene su karma, ¿verdad? —dijo Tamara con sabiduría.
Tamara seguía molesta por lo que habían hecho Kiano y sus amigos, así como Mónica y las suyas. Cómo se atrevían a que Aruna solo se lo contara después de la reunión.
En aquel entonces, cuando vio que Aruna se había vuelto muy callada, Tamara insistió en saberlo. Pero Aruna se empeñó en guardárselo para sí misma. Tal vez en aquel momento Aruna estaba muy dolida.
Si Tamara no hubiera estado hablando tanto de Kiano durante la reunión, Aruna no habría hablado. O tal vez ahora Aruna ya era capaz de compartir.
Tamara recordó lo sucedido aquella noche.
"Kiano está cada vez más guapo. Eh, no deja de mirarte, Aruna."
Aruna no respondió, sino que se bebió el zumo de un trago.
"¿No te gusta nada Kiano?". Tamara la miró con aire inquisitivo. Kiano era muy guapo. Aruna también estaba muy guapa ahora. Tamara había captado varias veces la mirada de Kiano sobre su amiga Aruna.
"Una vez salí un día con Kiano", dijo Aruna con tranquilidad. Tal vez ya era hora de revelar ese gran secreto para que Tamara no la obligara a unirse al grupo de su clase y a emparejarla con Kiano.
"¿¡Haaaa!?" Tamara dejó caer el teléfono que tenía en la mano. Menos mal que estaba en la mesa y no en el suelo.
"Cuando tú te ausentaste, Kiano me pidió que fuera su novia. Pero resultó que solo era objeto de una apuesta entre ellos", contó Aruna con ligereza, como si ya no le doliera.
Tamara se quedó atónita al verla. Sintió una punzada en el corazón. Aruna no se merecía que la trataran así.
"A la mañana siguiente me enteré de que habían ganado la apuesta. Cincuenta millones. Qué valiosa soy", se rió Aninda, con amargura.
Los ojos de Tamara se llenaron de lágrimas. Como amiga, se sentía muy dolida. Aruna no se merecía eso.
"¿Por qué no me lo dijiste?", preguntó Tamara con voz ronca.
"En aquel momento me dio vergüenza porque sentí que fui muy estúpida al aceptar a Kiano sin pensarlo", respondió Aruna con amargura.
Aunque había pasado mucho tiempo, todavía le dolía. Aunque no tanto como entonces.
Tamara apretó los puños. Se levantó de un salto, pero Aruna la sujetó por los hombros.
"Por eso no te lo conté. Me daba miedo que te enfadaras", dijo Aruna con dulzura.
"Deberías habérmelo contado. Para que les diera una paliza", dijo Tamara furiosa.
"Ya está. Toma, bebe un poco", dijo Aruna mientras le tendía el vaso de la bebida a Tamara.
Tamara respiró hondo y luego lo soltó.
"No voy a tolerar que te hagan esto", dijo cuando su ira se calmó.
"Ya está. No quiero seguir recordándolo", concluyó Aruna con ligereza.
—Kiano me siguió en coche hasta el apartamento —murmuró Aruna, haciendo que Tamara se atragantara.
—¿Cómo es posible? —preguntó Tamara después de beber.
—Me siguió desde el hospital —dijo Aruna con calma mientras volvía a morder el pastel de leche que acababa de coger.
Tamara miró a Aruna con aire inquisitivo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Tamara en voz baja.
—Normal —respondió Aruna, mintiendo a medias. En realidad, le molestaba bastante el extraño comportamiento de Kiano.
Tamara suspiró. No volvió a preguntar. No quería hurgar más en la herida de Aruna.
*
*
*
—Doctora, tiene más flores. Rosas blancas. ¿Es su novio del otro día disculpándose? —preguntó la enfermera Uci con curiosidad.
Aruna se limitó a suspirar. Era el tercer día que Kiano le enviaba rosas blancas. Pero él no había vuelto a aparecer. No sabía qué pretendía.
Ignoró por completo a la enfermera Uci, que siempre tenía curiosidad. Incluso los médicos y las enfermeras estaban ahora alborotados porque por fin sabían que la doctora Aruna no mentía sobre su novio.
Al parecer, la doctora Aruna tenía problemas con su novio, por eso este no se había dejado ver. Ese era el chisme que circulaba, y que hacía que a Aruna le diera vueltas la cabeza. Porque no dejaban de pedirle explicaciones.
La culpa era suya por decir que tenía novio. El doctor Farel también se mostraba cada vez más cariñoso con ella.
Pero esta vez Aruna no pudo escabullirse. Cuando iba a abrir la puerta del coche, Kiano apareció frente a ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó Aruna con frialdad.
—¿Has recibido mis flores? —preguntó Kiano con tranquilidad.
—Sí.
Kiano esbozó una leve sonrisa.
—Siento mucho lo que pasó, Aruna —dijo Kiano con sinceridad.
Aruna no respondió.
—¿Podemos empezar de nuevo nuestra relación? —preguntó Kiano en voz baja.
—Nuestra relación es solo de médico a paciente —respondió Aruna con la misma frialdad. Aunque sintió un destello de alegría, porque no esperaba que Kiano siguiera interesado en ella. Pero Aruna no volvería a dejarse engañar. Para ella, Kiano era un mal recuerdo que quería olvidar.
—Aruna —dijo Kiano con un nudo en la garganta. No podía creer que ella siguiera rechazándolo. Kiano, que nunca había rogado amor, ahora intentaba mantener la calma y la paciencia.
—Lo siento, me voy a casa —dijo Aruna mientras abría la puerta del coche.
Kiano se quedó callado y observó cómo Aruna subía al coche. Kiano se apartó un poco cuando Aruna pasó junto a él. Pero sus ojos siguieron su figura hasta que el coche desapareció de su vista.
Mientras tanto, Aruna seguía sintiendo latir su corazón con fuerza. La figura de Kiano era difícil de borrar de su corazón. Se había vuelto aún más guapo. Más alto y corpulento. Su mirada transmitía ternura.
¡Qué locura!* Aruna seguía sintiendo algo por Kiano, hasta el punto de que no había podido fijarse en otro hombre. Pero el dolor que sentía había sepultado esos sentimientos. Nunca volvería a aceptar a Kiano. Aunque tuviera que rogarle, no lo aceptaría. Kiano estaba en su lista negra*.
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