Capítulo 4

— ¿Cómo estás rojita? — dio un paso hacia mí, pero yo retrocedí. — ¿No me extrañaste?

—Puede ser. — contesté.

—¿Así es como me saludas? — hizo un mohín.

—¿Cómo debería saludarte? — pregunté cruzándome de brazos.

El dio otro paso dentro de la casa quedando muy cerca de mí. Puso su mano en mi cintura pegando su anatomía con la mía, inclinó su cabeza un poco y me beso.

¡Joder! Extrañaba eso ricos labios, puse mis manos en su cuello siguiéndole el besó. Poco a poco se fue intensificando, el empujó la puerta con el pie cerrándola mientras me besaba. Me pegó contra la pared mientras apretaba su agarre en mi cintura. Volvió a estampar sus labios contra los míos.

Si se preguntan quién es Derek, bueno, es mi mejor amigo de infancia. Nos conocimos en el jardín de niños, pero nuestra amistad paso a ser una amistad con derecho, aunque nunca hicimos más que besarnos, y con eso bastaba para ser una amistad con derecho. Cualquiera pensaría que éramos novios.

Sin mencionar que una vez me hice pasar por su novia para poder zafarlo de una chica que estaba acosándolo.

Lo nuestra era pura atracción. Nada más. Y nunca confundimos las cosas.

Se separó de mí, nuestras respiraciones eran descontroladas, sus ojos oscuros me miraban con ansias.

—También te extrañé. — susurró.

Alguien se aclaró la garganta por lo que miramos hacia las escaleras. Marcos, Samuel y Nick, supongo que ahora pensarían que me vería con Derek. Yo ni sabía que el vendría.

—Derek Evans. — murmuró mi hermano.

Derek y yo ya estábamos a un metro de distancia.

—Nicholas Rioja. — murmuró Derek.

— ¿Por qué no fuiste sincera conmigo desde un principio? — preguntó Nick.

— ¿De qué hablas? — pregunté confundida.

Él se acercó a Derek y le dio un puñetazo en la cara haciendo que este girara la cabeza, tape mi boca con ambas manos sorprendida. Nick sacudió su mano y luego miro sus nudillos un poco rojos.

—Eso, es por besar a "mi" princesa. — espetó, luego sonrió amable. — ¿Cómo estas broth? cuánto tiempo ¿Ya te casaste? – lo abrazó muy campante como si no le hubiera pegado hace unos momentos.

Derek me miró como diciendo "necesita un manicomio urgente". Tenía el pómulo izquierdo un poco enrojecido. Los dos se separaron.

—No me he casado, y si ha pasado mucho. — contestó Derek. — Sigues siendo igual de agresivo que siempre ¿Eh?

—Si, eso no cambia. — contestó. — Ahora, te quiero lejos de ella. — me señaló, luego lo señaló. — ¿Entendido?

—Te aseguro que... — sabía lo que iba a decir por lo que lo interrumpí.

—Derek ¿Quieres sentarte? ¿Quieres algo de tomar? — cogí su mano y lo guie a la sala de estar, los chicos venían detrás de nosotros.

—No quiero nada gracias. — contestó.

Derek se sentó en un sillón de dos personas, y los demás en un mismo sillón de tres.

—Yo iré a recuperar mi celular, vengo en cinco minutos. — Y salí de allí antes de que me pidieran explicaciones.

Salí de la casa y me dirigí a la casa de al lado. Caminé por el pórtico nerviosa, no sé porque errante razón mis manos sudaban y mi estomago se había revuelto. Pero si me sentía nerviosa.

Me paré en el porche y estuve a punto de tocar el timbre cuando la puerta se abrió dejando ver a Mag y a Thomas, Magdalena me sonrió hipócrita.

—Waw, que sorpresa verte por aquí. — dijo cruzándose de brazos. — ¿Se te agotaron las opciones y vienes por nuevas experiencias?

—La verdad vengo por algo mil veces más importante, mi celular. — contesté. — Y si fuera por lo que dijiste, creo que no es asunto tuyo ¿No crees?

—Aush, así no se le habla a una amiga.

Solté una carcajada.

—No veo ninguna amiga aquí. — me encogí de hombros, miré a Thomas quien estaba detrás de ella.

—Prima ¿No quieres que te lleve? — preguntó mirándola a los ojos.

—Nah, estoy bien, me iré en taxi. – contestó, me miró con desprecio. — Usen protección.

Y antes de que Thomas y yo pudiéramos protestar se fue. Miré a tomas y sonreí picara.

—No me digas, lanzándole piedras a la luna. — solté una risita.

—Y tu celosa porque miró a la luna, pues el sol empaña mi vista. — contestó.

—No entendí, pero bueno-barrí la mano en el aire restándole importancia. — mi celular.

—Pasa.

Dudé en pasar, pero luego entré, toda su casa era decorada en caoba y paredes blancas. Todo se veía lujoso y lindo, la casa era enorme, igual que la mía.

— ¿Y bien? – me giré para encararlo. — ¿Dónde está?

—No tan pronto. — chasqueo la lengua. Rodee los ojos. — Toma asiento.

Me indicó el sofá cerca de nosotros. Me senté en este y esperé a que él se sentara frente a mí. Con mucha paciencia se sentó y me miró directo a los ojos.

Achiqué los ojos esperando a que hablase.

— ¿Y bien? – habló al fin — ¿Cuántos años tienes?

Miré la hora en mi reloj de muñeca y luego lo miré.

— ¿Vine para que hablemos de mi o para que me des mi móvil? — pregunté.

— Viniste para aclarar mis dudas. — contestó.

— No sé cuáles son tus dudas y créeme que no creo ser la persona indicada para aclararlas. Tampoco creo que saber mis años aclaren tus dudas.

— Solo habla, estamos conversando ¿No? — insistió.

— ¿Qué tendría yo que hablar contigo?

Chasqueo la lengua negando repetidas veces con Ian cabeza.

— Ay Sarita...

—Solo Sarah. — lo interrumpí.

— Sahara, te diré Sahara. — me mostró una sonrisa de labios cerrados. — Y bien Sahara ¿Cuántos años tienes?