ANACONDA DESERTICA
Ser humano es lo más increíble que te pueda pasar porque estás por arriba de las demás especies, pero volverte una mujer anaconta es aterrador.
Jamás pensó ni en sus más profundos sueños en convertirse en reptil, y eso que tenía algo de imaginación.
Unos ojos amarillos con finas líneas oscuras le devolvían la mirada desde el espejo en que se observaba, eran unos ojos de animal que nada tenían que ver con la de un humano con grandes pupilas redondas que no se dilataban con la luz del sol.
Tomo las lentillas en color oscuro que estaban sobre el tocador, tenían que ser del color de sus antiguos ojos humanos, lo sacó de su recipiente y se los colocó.
Su mirada amenazante desapareció para dar pasó a una chica normal. Había pasado tanto tiempo desde aquella aventura que, sin embargo, aún recordaba como si hubiese sido ayer.
Era un día muy soleado como todos los días en ese lugar, ella y un grupo de chicos estaban parados en el borde de un desierto arenoso, que la vista no alcanzaba para abarcar su inmensidad, tendrían que ser un ave para conseguirlo.
El viento que movió sus prendas era seco, sin gota de humedad alguna. El calor se sentía emanar de todos lados y aún peor era el que se desprendía del suelo. Y la vida animal parecía más extinta aún.
Los seis miraban boquiabiertos, y todos muy juntos esperaban a que algo extraordinario pasará, sin embargo, nada ocurrió. El sol siguió dando tan intensamente su calor, cómo si intentará exterminar toda vida que diera un paso en ese desierto.
Habían venido a explorar unos cuantos kilómetros, solo para satisfacer su curiosidad. Pusieron manos a la obra: dos caminaron hacia el este, dos más hacia el oeste y el resto hacia el norte.
Ella y su compañero de aventuras caminaron rumbo al norte, esperando divisar algo interesante entre las arenas que brillaban hasta lastimar sus ojos, después de unos cientos de metros se separaron para abarcar más espacio, tratando de no alejarse del otro para no perderse entre los altos montículos que desaparecían y aparecía.
Camino sola esta vez, siguiendo y guiandose por las coordenadas de su brújula. El sol seguía siendo abrasador, su cuerpo perdía agua bajo estos pedazos de tela llamada ropa. Se quitó un poco con el dorso de la mano del que escurría por su frente, evitando que le escurriera por los ojos.
Se sentó en cuclillas un momento, sin llegar a tocar la arena para tomar un breve descanso. ¿A quién idiota se le abrió ocurrido visitar este lugar? A claro, a ella. Solo porque sentía que debía venir.
Ya había sacado su botella de agua e iba a tomarla cuando un movimiento cercano le alertó he hizo que tirara parte del precioso y vital líquido.
Se levantó de un tirón, ¿que había sido eso? Recorrió con la mirada su alrededor, y le empezó a entrar el miedo. ¿Y su era un animal peligroso?
Otro movimiento más llamó su atención, porque paso muy cerca de ella.
Un instante después una enorme serpiente surgió de la arena provocando una pequeña lluvia de peligros arena.
No dejó que la enorme sombra se alzara por completo, tenía que escapar ya de ahí, no tenía tiempo de mirarla con detalle si es que quería vivir.
Corrió por su vida mientras se iba hundiendo sobre esa traicionera tierra, la cual al parecer se había convertido en su enemiga.
Tal vez llevara ventaja o tal vez no, pero sus pies se enredaron en esa carrera. La serpiente se alzó frente a ella de forma amenazante, de nuevo. Trato de salir de su campo de alcancé arrastrándose lejos.
La arena le quemaba las manos.
Cometió un error más; al alzar el rostro miro a los ojos a aquel reptil. Su razonamiento voló lejos.
La enorme serpiente giro velozmente encerrándola con su cuerpo, ella se había quedado en móvil, mirando hacia el animal, perdida en las dos ranuras alargadas que le devolvían unos ojos amarillos.
No puedo gritar, su voz se había ido a no sé dónde, solo pudo expresar una mueca de terror frente a la muerte inminente.
La serpiente abría y cerraba sus fauces de forma amenazante, sacando una enorme lengua que agitaba. Una espesa baba color verde claro, casi transparente, cayó sobre ella.
Por un instante creyó que su piel se quemaría y saldría humo, pero nada de eso le pasó. Parecía estar en una tina de agua fresca, el problema era que el agua de su imaginaria tina se esfumó cómo llegó.
La serpiente la estaba babeando.
¿Acaso era un perro?
Al recuperarse un poco de esa hipnosis comenzó a gritar, hasta dejar sin aire sus pulmones, y volví a gritar. De cerca el reptil era aterrador.
Sus compañeros escucharon porque unos minutos después llegaron al lugar para saber qué pasaba. Intentaron salvarla, pero solo se quedó en el intento, pues se vieron impotentes por las dimensiones de aquella amenazante cosa.
Ni siquiera podían acercarse, no tenían nada entre sus cosas con las que luchar. De qué le servía sus manos desnudas en estos instantes. El simple siseo de es enorme animal los amilanaba.
Mientras tanto, ella sentía su cuerpo entumecerse, el aire se le iba mientras trataba de respirar el ardiente de cierto.
Tuvo la sensación de que su cuerpo ardía por dentro, ¿que le estaba pasando? ¿acaso así se sentía morir?
Uno de esos amigos no pudo soportar todo eso, y se acercó en su ayuda sin medir las consecuencias. Aquel reptil en un movimiento, le atrapó la pierna con sus afilados colmillos, y lo aventó lejos no sin antes cubrirlo con su veneno y esa extrañaba baba.
El chico intento levantarse de nuevo a ir hacia ella. Cayó tantas veces cómo se paró, podía verse que se llevaba las manos a la garganta como si se ahogara, eso no era impedimento para que intentar acercarse a la serpiente.
Los demás solo habían retrocedido más con el temor de que el reptil decidiera atacarlos a ellos también. Miraron a la joven entre el cuerpo de la serpiente y al chico que estaba no muy lejos intentando pelear una batalla perdida.
Ella no podía más con su propio sufrimiento, su vista vagaba de un lado a otro, sin concentrarse en un punto fijo.
La serpiente la miro a los ojos una vez más, fue cuánto comprendió que el cielo y la arena estaban de color amarillo, un momento después su vista volvió a la normalidad. Para entonces ella yacía tirada en la arena cerca de su compañero que apenas respiraba.
La serpiente lo jaló y se lo tragó.
- No - Grito, viento una extraña expresión en el rostro del chico.
Fueron emociones muy intensas experimentadas, para ella en un rango de tiempo tan corto, que le hicieron colapsar, apagando su mente. Se derrumbó por completo en la arena.
La serpiente desapareció bajo la arena tan misteriosamente cómo había llegado, sin prestar atención a los demás humanos.
Ellos esperaron tras su escondite, al ver que aquel animal no volvía fueron hacia su amiga, con pasos precavidos y mirando por todos lados, para recogerla e irse.
Querían marcharse cuanto antes y no volver jamás. Habían perdido a un amigo por sus ansias de aventuras. Las diferencias comenzaban a cuajarse en cada una de las mentes, salvo en el de ella que estaba desmayada.
Un hombre que trabajaba cerca pasó después de algún tiempo mientras el grupo de chicos intentaba salir de ese enorme de cierto. Al parecer su aventura los había metido bastante en ese paisaje hostil.
Esta amistad no volvería a ser la misma después de este incidente.
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