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Ahora todo estaba en calma, había pasado solo una semana y la calma pronto iba a terminar...

Daniel sostenía muy fuerte una pila de papeles, los cuales estaba toda la información de Lisandro Ruíz, bueno ahora era un Aguirre, por lo que el documento llevaba encabezado el nombre de Lisandro Aguirre.

- ¡Maldita sea! - gritó Daniel lleno de rabia.

En un arranque de ira tomó sus llaves y se subió a su coche, manejó como un lunático, se pasó varios altos, en algunas ocasiones casi choca, pero cuando estuvo frente a la casa de Lis, se quedó parado durante un tiempo sin reaccionar.

Fueron cinco minutos los que tardó en armarse de valor y tocar, con la esperanza de que la puerta jamás se abriera, para su mala suerte díez segundos fue lo que tardó en abrirse.

- ¿Daniel? ¿Qué haces aquí? - preguntó Lis sonriendo.

- ¿Puedo pasar? - trató de sonar tranquilo.

- ¡Oh! ¡Claro! - eso lo había tomado de sorpresa.

El silencio reinó en la sala, nadie decía nada, no había sonido alguno, Lis sudaba de nervios y Daniel no encontraba la manera de sacar el tema por el que había venido.

- Dime una cosa. - dijo por fin Daniel.

- Si.

- ¿Qué relación tienes con los Aguirre? - su tono sonó un poco rudo.

- ¿Eh? - Lis estaba nervioso, asustado, no tenía ni idea que decir.

- ¡No quiero mentiras! - ahora su tono de voz era un poco agitado y desesperado.

- ¿Por qué preguntas eso? - esquivó su mirada.

- ¡Estamos en una relación! Es lógico que los amantes no tengan secretos.

- ¿Qué? ¿Tu y yo? - se sonrojó y mordió sus labios con nervios.

- Si lo recuerdas ¿Verdad? - preguntó angustiado.

Lis giró su rostro avergonzado, no recordaba nada, ni siquiera sabía que ya estaba en una relación, no sabía si reír o llorar.

- ¡Mírame! - gritó Daniel.

- ¡Perdóname! ¡No lo recuerdo! - dijo con ojos llorosos.

Daniel sintió un pequeño temblor dentro de su corazón. - ¡Bebé, mírame! - habló gentilmente.

- ¿Qué sucede? - preguntó un poco asustado.

- ¿Yo te gustó?

Lis volvió a sonrojarse intensamente, trató de evitar la mirada de Daniel, pero aún la sentía sobre si mismo. - Si. - susurró.

- ¿Qué dijiste? ¡Lo siento, bebé, pero no escuché! - dijo descaradamente.

- ¡Qué si me gustas! - gritó Lis avergonzado, su cara podría igualarse al color de un tomate (jitomate).

- ¿Enserio? Vas a decirme ¿Qué relación tienes con los Aguirre? - sonrió con un poco de temor.

- ¿Qué harás si te digo? - estaba un poco ansioso.

- Solo dímelo. - dijo casi resignado.

- Son mis benefactores, ellos me tendieron la mano cuando mis padres me abandonaron. - él estaba más que agradecido.

Daniel recordó lo que había leído en el informe, le dolía el corazón, pero de hecho fue muy tonto, siempre dejaba influenciarse por sus malas emociones como lo había hecho esa vez, un gran tonto sin duda.

Daniel abrazó a Lis, le besó su frente, no lo soltó por mucho tiempo. - Sabes he cometido muchos errores, de hecho estoy seguro que casi cometo uno cuando entré por esa puerta. - señalaba hacía la salida. - Pero no quiero volver a herir a alguien que me importe, no quiero volver hacerlo.

- Está bien.- dijo con un poco de tristeza, aunque no sabía por qué.

Daniel besó con ternura los labios de Lis, provocando que este se sonrojara, a Daniel no podía fascinarle más ese rostro, sus besos comenzaron a subir de nivel, las manos se movían por todo el cuerpo, Lis se estremecía con cada caricia, Daniel quería más, su garganta se sentía tan seca, pero desafortunadamente el pequeño Lisandro aún no estaba preparado para dar el siguiente paso y de hecho Daniel no lo forzaría a nada, ya que lo que él(D) buscaba era estar con él (L) por toda la vida, así que la vida era muy larga para disfrutar tanto como él quisiera.

- ¿Tengo que hablar contigo? - se escuchó a sus espaldas.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó avergonzado Lis.

- Necesito hablar con Daniel.- dijo con seriedad Abel.

- ¿Qué necesitas de mi? - dijo con. indiferencia.

- ¡A solas! - dijo entredientes.

- ¡Está bien, yo me voy! - dijo Lis, tratando de sonar tranquilo.

- ¡No! Lo que quieras decirme, puedes decirlo frente a mi novio. - dijo sosteniendo a Lis.

Abel suspiró. - ¿Estás seguro? Lis es más inocente de lo que crees. - eso era más bien como un consejo.

- ¡Solo hablá! - dijo impaciente.

- Hace unos días visité a mi madre en la cárcel...

- ¡Espera! Esa mujer ¿Está presa? - se sorprendió.

- Si. - dijo secamente.

- ¡Se lo merece! - no disimuló su felicidad.

- No quiero hablar de eso.- dijo irritado. - Mi madre me dijo la verdad.

- ¿De qué verdad hablas? - parecía confundido.

- Sabes durante casi seis años estuve odiandóte, soñaba con matarte con mis propias manos. - estrujó sus dedos simulando tal situación.

- ¡Wow! - Daniel verdaderamente estaba sorprendido, ese chico era igual a Albert, pero tenía el mismo carácter que Sara, arrogante y malvado.

Resulta que la primera vez que lo vió estaba fingiendo frente a él.

- Bueno mi abuelo me estaba manipulando, lo ha hecho desde que tengo seis años, por lo que no dude nada de él. - dijo sin darle mucha importancia.

- Por lo menos no te golpeó hasta dejarte inconsciente.

- ¿Lo hizo con mi padre? - estaba ciertamente sorprendido.

Daniel se mordió la lengua. - Si una vez, creo.

- Mi madre me dijo que mi padre te amaba, que tú fuiste el único que lo trato con amor y el único que no lo trato como un objeto, por eso gracias. - ofreció una leve inclinación.

Daniel se quedó mudo, Lis se sentía melancólico, una bella historia de amor que fue destruida por terceros, que lamentable.

- Pero también me dijo otra cosa. - con eso se acercó y le dió un fuerte puñetazo en la cara y una patada en su entrepierna.- ¡Esto es por como trataste a mi padre la vez que irrumpiste en su casa. - con eso se fue con paso inmutable.

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