##Capítulo 4

Las manos que le cubrían los ojos eran grandes, cálidas y estaban mezcladas con la fragancia del gel de ducha, así como con un aroma a menta propio del cuerpo del hombre. Ese aroma calmó su corazón agitado, y tragó saliva antes de decir despacio: —Señor, puede que me haya equivocado de habitación. Debería irme.

El silencio del hombre avergonzó a Quincy, y justo cuando estaba a punto de volver a hablar, sintió que el colchón se abollaba a su lado. De repente, el cálido cuerpo del extraño apretó contra su espalda. Sus pectorales firmes y su vientre plano presionaron contra su espalda, y la barbilla del hombre se apoyó en su hombro de forma íntima.

Luego, la mano de él bajó centímetro a centímetro desde sus ojos, su cara, su nariz, sus labios, su clavícula, para posarse en sus suaves pechos.

El corazón de Quincy empezó a latir con tanta fuerza que incluso su respiración se volvió agitada. Se quedó congelada en su sitio mientras se quedaba con la boca abierta.

—Xavier te entregó a mí —declaró el hombre. Su voz tenía una cualidad erótica mientras le susurraba al oído. Sintió su cálido aliento y le produjo un escalofrío.

El hombre se rió suavemente y se burló: —Qué tímida.

La cara de Quincy se sonrojó un poco y trató de mirar de reojo la cara del hombre, sólo para que él le cubriera los ojos con la mano de nuevo.

—Vamos a divertirnos y a mezclar un poco las cosas... Mantén los ojos cerrados —ordenó.

Quincy obedeció y cerró los ojos. Tener s*xo con ese hombre sería mejor que acostarse con ese gordo y horrible de Xavier. Por lo menos, ese tipo tenía buena forma física y no le producía náuseas.

Quincy sintió que le vendaban los ojos con un paño y se sintió un poco incómoda. De inmediato estiró la mano para quitarse la tela, pero el hombre la detuvo.

Ella pensó en lo que Lisa le había dicho antes, que algunos clientes tenían fetiches peculiares cuando se trataba de s*xo. Eso hizo que el miedo en su corazón se expandiera más y más mientras sus brazos y piernas empezaban a forcejear un poco.

De un solo golpe, el hombre le bajó el vestido hasta la cintura. Su hermosa piel quedó expuesta al instante. Eso provocó un grito de sorpresa por su parte: —¡Ah! Um…

El hombre la inmovilizó en la cama y se inclinó para amortiguar su grito.

Sus labios rozaron los de ella mientras la besaba, como si estuviera degustando un delicioso manjar, y Quincy soportó el beso aturdida, con los ojos muy abiertos. Sin embargo no había nada más que oscuridad ante sus ojos.

—Abre la boca —pidió el hombre. Él hablaba en voz baja, con un tono coqueto y erótico, que hizo que Quincy cediera un poco.

Era la primera vez que alguien era tan amable con ella, así que se sintió un poco halagada y no pudo evitar abrir la boca por reflejo. La lengua del hombre se introdujo en ella de inmediato. Quincy se dejó llevar un poco por el beso con lengua del hombre,