Cap.1 Conocerte

¡Muy buenos días, señorita! - Dice la encargada de la servidumbre -. Será mejor que despierte pronto o sus padres la regañarán.

- Hanae: Si, ya desperté —me levanto semidormida para poder callar a la encargada. —, no es necesario armar tanto escándalo —intento enojarme pero la fatiga me lo impide.

- Hoy es el día, ¿no es así?.

- Hanae: Sí... Eso parece

Llego el día el cual elegiré a una sirvienta personal. Las "sirvientas personales" tienen un significado diferente en mi familia. Ya que, una sirvienta personal, es la encargada de ayudar única y exclusivamente a su ama durante un periodo de 6 años, desde los 16 años de edad hasta los 22 para ser más específicos.

Para ser sincera esto no me llama mucho la atención. Tener a alguien que te ayude en casi todo es como dudar de tu propia independencia, lo cual mi orgullo me lo impide.

Quiero terminar esto lo mas rápido posible. Tener esta rara costumbre ya de por sí es algo fastidioso.

- Madre: ¿Qué se supone que estas haciendo ahí ahora? —entra a mi cuarto sin más.

- Hanae: M-madre... —sale una voz nerviosa de mi boca. — ¿Qué haces aquí?, y ¿dónde se encuentran papá y mis hermanas?

- Madre: Eso no es lo que importa ahora —ignora mi pregunta como si nada. —

¿Cómo te sientes?, ¿estás emocionada?

- Hanae: No. De todos modos, ¿por qué lo estaría? —siento un acento irritante en mi voz que no puedo detener por más que lo intente. — Esto no es más que una molestia para mí, desearía no tener que hacer nada de esto...

- Madre: Pues, no tienes más opción que aceptar nuestra realidad —voltea su cara hacia la puerta para salir. — Después de todo, no quieres terminar como una persona sola y desamparada en la calle, ¿verdad? —me mira con unos ojos llenos de avaricia que invaden toda mi habitación.

Así es, así es mi familia. La clase de familia que no tiene interés personal por sus descendientes. Ser importante lo es todo, ser otra cosa no es nada. Aunque sigo teniendo algunas esperanzas por esto ya que una de las pocas personas que me apoyan es mi padre, aunque para ser sincera no lo hace de la mejor manera posible, pero para mi eso es algo muy valioso.

Salgo de la habitación para poder tomar algo de aire y refrescar mi mente antes de tomar una decisión.

- Alice: Muy buenos días, hermanita, ¿Cómo va todo?, ¿Ya tomaste un decisión?

- Hanae: No he podido hacerlo.

Aunque, para ser sincera, solo no he querido hacerlo.

- Alice: Deberías mejor dejar de pensarlo demasiado —sermón.

- Hanae: Jaja...—risa.

- Alice: ¿Qué sucede?, ¿acaso dije algo gracioso? —Confundida se acerca para poder entender.

- Hanae: No es nada, es solo que...

Creo que te pareces un poco a mamá si actúas de esa manera.

- Alice: Te pido que no me compares con ella, por favor. Aunque, si tuviéramos que elegir a alguien, creo que tú serías la que más se parece a ella —me tira una sonrisa después de echarme esa broma.

- Hanae: Creo que ya es hora de irme.

No quiero molestar a nuestro padre solo por quedarme a hablar aquí contigo.

- Alice: Eres demasiado dura con tu pequeña hermana menor, pero aun así te quiero —sarcástica.

- Hanae: Sí, sí, yo también te quiero —me despido de ella y luego me dirijo a la sala de mi padre.

Siempre tomo un atajo para ir a la sala de mi padre, el cual es ir por el Jardín Sirena. Fue llamado así en honor a la madre de mi padre, pero esa ya es otra historia. Principalmente me voy por aquí cuando no quiero que nadie me moleste o me dirija la palabra.

- Hanae: Parece que no hay nadie por aquí. Esto es más que perfecto, sin nadie que me diga que hacer me siento tan libre-...

Tropiezo con algo que estaba en el piso, pero al darme cuenta no era una cosa con lo que había tropezado si no una persona. Una Hermosa chica estaba sentada en el piso del jardín por el cual yo pasaba para evitar a la gente. Al verla no pude evitar notar lo hermosa que era. Su liso y sedoso cabello color negro, Sus ojos verde primavera, su piel blanca y limpia como la nieve, todo de ella me resultó realmente bello y al notarlo me había quedado cautivada.

- Hanae: ¿Serías... Mi sirvienta? —con el último aire de mis pulmones logro decir esas palabras.

Tan solo quedaba esperar su respuesta, la cual no pude recibir por causa de mi desmayo repentino.

Creo que fue por culpa de no haber desayunado esta mañana.

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