En un pequeño pueblo, donde las sombras se alargaban al atardecer, vivía una anciana llamada Clara. Cada noche, se sentaba en su porche a contar historias a los niños del lugar. Sus relatos estaban llenos de magia y aventuras, pero había uno que nunca compartió: el de su amor perdido.
Una noche, mientras la luna brillaba en lo alto, Clara decidió desvelar el secreto. "Hace muchos años", comenzó, "amé a un hombre llamado Tomás. Prometimos encontrarnos bajo el viejo roble, pero una tormenta se llevó su barco y su vida".
Los niños, cautivados, escuchaban en silencio. Clara continuó, "Desde entonces, cada noche, espero su regreso. A veces, siento su presencia en el viento".
Justo cuando terminó, una suave brisa sopló y las hojas del roble comenzaron a danzar. Los niños miraron asombrados. Clara sonrió, sintiendo que, al fin, su historia había encontrado el camino de vuelta a su corazón.
Esa noche, el pueblo no solo escuchó un relato, sino que también sintió el eco del amor eterno.