En la penumbra de un hotel de lujo, Liam, un fotógrafo freelance de 24 años, se entregó por completo a Ethan, el misterioso ejecutivo de 32 que lo había contratado para una campaña publicitaria.
Desde el primer encuentro, la tensión era eléctrica. Ethan lo miraba como si quisiera devorarlo. Después de una sesión nocturna de fotos, Ethan lo acorraló contra la pared del estudio: “No aguanto más”, gruñó antes de besarlo con furia. Sus lenguas se enredaron, manos ansiosas desabrocharon camisas, y en minutos estaban en la suite del hotel.
Ethan era dominante, experto. Tomó a Liam con una pasión salvaje: lo empujó sobre la cama, lamió cada centímetro de su piel, lo preparó con dedos hábiles hasta que Liam suplicaba. Cuando Ethan lo penetró, profundo y sin piedad, Liam gritó su nombre, arañando su espalda mientras olas de placer los sacudían. Se corrieron juntos, sudorosos, jadeantes, Ethan susurrando “Eres mío” al oído de Liam.
Durante semanas, fue un torbellino de sexo ardiente: duchas compartidas donde Ethan lo tomaba por detrás, oficinas vacías con Liam de rodillas tragando hasta el fondo, noches enteras de posiciones que dejaban marcas y gemidos ahogados.
Liam se enamoró perdidamente. Confió en Ethan sus portafolios más exclusivos, sus ideas revolucionarias para la campaña.
Hasta que una mañana, al despertar solo en la cama, vio el laptop de Ethan abierto. Las fotos que había tomado —íntimas, eróticas, robadas en momentos de vulnerabilidad— estaban subidas a un sitio rival. La campaña entera, sus conceptos únicos, robados y vendidos al competidor.
Ethan entró, vestido ya para huir. “Lo siento, precioso. Era solo negocio. Pero joder, follarte fue el mejor bono que he tenido”.
Liam lo miró, el cuerpo aún dolorido del placer de la noche anterior, el corazón hecho añicos. “Vete”, dijo con voz helada.
Ethan sonrió con arrogancia y se marchó.
Liam nunca volvió a ser el mismo. Pero cada vez que recordaba esas noches de fuego, su cuerpo traicionaba al corazón: aún se endurecía al pensar en cómo Ethan lo había poseído… y destruido.