Mi Rem ♡:
¡Hola, princesa! Salimos hoy?? :)
2:43 p.m.
El mensaje la toma por sorpresa. Lo cierto es que sí le apetece dar una vuelta y despejar la mente.
Vale, ¿a dónde?
2:45 p.m.
Mi Rem ♡:
JAJAJA no c. Pero te quería sacar de tu casa, te vi triste
2:45 p.m.
Mi Rem ♡:
¿Tal vez al lugar de siempre? ¿Tres y media?
2:46 p.m.
Qué dulce, y la conoce tan bien... Es verdad que estuvo un poco deprimida por la mañana, nada grave, pero él lo nota siempre. Le hace mucha ilusión tener una tarde libre y aprovecharla con su chico. Revisa su armario y revuelve cajones hasta encontrar los accesorios hasta que se siente conforme consigo misma —o con la imagen que tiene de cómo quedará cuando termine. Escribe:
Ok, bye. Muchas gracias ^^
2:50 p.m.
Deja el móvil sobre la mesita de noche que tiene al lado de su cama y da un par de brincos. Sabe lo mucho que él se esmera en hacerla feliz, eso nunca pasa desapercibido.
Pasa la mano por los dibujos que hay en la pared mientras improvisa un baile de salón. Vaya que le quiere. Muchísimo. Piensa siempre en él, en aquel mechón rebelde que nunca se corta, en las cejas que parecen tener vida propia, en los besos robados que aún le debe. Mira su escritorio y se percata de lo desordenado que está. Apila cuadernos y ordena lápices según su color; ve unos billetes desparramados por el piso, los recoge. Resopla.
—¿Otra vez distraída?—murmura para sí misma. Se le está haciendo tarde y lo único que hace es limpiar.
Ese es uno de los problemas de su diario: la desconcentración. Se le hace muy difícil terminar sus tareas. A veces su cabeza es un caos silencioso que ni ella controla.
Prueba con dos o tres opciones de ropa. Camina por el cuarto, como si estuviera en un desfile de modas donde ella es la modelo más hermosa y aclamada por el público. Escucha los aplausos y ya puede ver los flashes y la pasarela. Sus ojos se iluminan, se está emocionando. Sacude la cabeza para no volver a distraerse.
La asaltan millones de combinaciones posibles. Chilla bajito y vuelve a cambiarse: ha encontrado la opción definitiva.
_____
Hay demasiada gente.
No supone un verdadero problema pero es... incómodo. Miles de ojos se clavan en mí sin que haga nada. Quisiese gritar para que desaparezcan pero debo ser paciente y resistir, aunque me irriten sus miradas.
Todo esto es por ella.
Todo esto lo hago por ella.
Se supone que esta cafetería es un sitio tranquilo; hemos venido aquí muchas veces para estudiar o solo estar y dejarnos ser. Hoy está especialmente bulliciosa. Pido un café simple y un capuchino, porque sé que es su favorito.
Mientras la espero intento que el impulso de salir huyendo no me gane. Es la ansiedad. Desearía no estar aquí. Sin embargo, yo fui el que propuso venir y no puedo dejarla tirada.
Aliso una arruga en mi chaqueta y desato y vuelvo a amarrar los cordones de mis Converse sin ser necesario. Los susurros de la gente se amontonan en mis oídos como un aliento gélido. Desconozco si hablan de mí o no pero mi percepción me traiciona.
Ansiedad. Ansiedad. Ansiedad
Cálmate, joder.
Una silueta se acerca a mí con la mayor de las sonrisas. Conforme se acerca mis ojos desbloquean rasgos: las pecas, los rizos, la chica.
Suave.
Su pequeño cuerpo está cubierto por un vestido blanco de manga larga sobre las rodillas que le queda... wow. Jamás la he visto con algo así puesto, y debo decir que ni mis sueños más ostentosos pudieron imaginarla mejor.
Perfecta.
Unas trenzas en sus oscuras hebras forman una diadema y el resto cae suelto, incluso lleva un adorno discreto con forma de mariposa que le da un toque muy suyo.
Mía.
Sus ojos me hipnotizan cuando se cruzan con los míos. Uno es igual a las esmeraldas más finas; el otro, de un cálido y acogedor tono ámbar. Los contemplo unos segundos más y pienso en lo afortunado que soy de quererla y tenerla.
Mi novia. Mi Bella.
_____
Sus labios reclaman los míos por unos instante. Minutos después del beso, cuando da a lugar la conversación, aun siento el delicado aleteo de su boca, ya no como un roce, sino como un ardor.
—Estás preciosa, princesa.
El rubor sube por su cuello y llega hasta la punta de sus orejas.
—¿Eso fue un cumplido de verdad o solo quieres verme sonrojada?—pregunta, desviando la vista hacia una hormiga que camina por la mesa.
—Ambos.
Sus piernas se cruzan y se descruzan mientras me escucha hablar, parece como su su cuerpo quisiera seguir el ritmo de sus pensamientos.
—De nuevo, gracias por querer levantarme el ánimo.—dice, yo solo puedo mirar su rostro. No evito enamorarme más, dejo que el sentimiento florezca hasta que mi corazón late entre flores que antes creía marchitas.—No sabes lo mucho que aprecio tu esfuerzo. Espero que lo consigas.
—Sé que lo haré, confía en mí.
—Siempre.—Guiña el ojo.
Nos miramos de nuevo y de pronto ambos nos echamos a reír. No es una risa perfecta, ni pretende serlo, no. Es natural, nuestra.
—Creo que eres el único que ha conseguido que no me sienta más... rota.
—Tú no estás rota, solo estás cableada distinto.
Vuelve a mirar a la hormiga y sus comisuras se levantan despacio.
_____
Una hora después le tomo la mano para salir del local.
—¿Y ahora a dónde me llevas?
—¿Qué? ¿Creíste que nos íbamos a detener aquí? Pues no, voy a llevarte a un último sitio antes de devolverte a la rutina.
—Mi vida no tiene rutinas desde que apareciste tú, Remy.
—En ese caso intentaré superarme todos los días.
—¿Por mí?
—Por nosotros.
—No esperaba menos.
Saco un trozo de tela de mi bolsillo y me sitúo detrás de ella. Le tapo los ojos con él y le hago un nudo. Bella cruza los brazos y hace un puchero.
—Estás haciendo trampas.
—No estamos jugando a nada.—Sonrío.
—No, quiero decir que tú siempre me sorprendes... y yo nunca tengo tiempo de prepararte nada.—musitó.—A mí me encantan nuestras citas pero cada vez me cuesta más superarte.
—Eso no es necesario. Ya lo hago yo por los dos.
—Quisiera hacer algo para ti.
—Algún día... Por ahora centrémonos en ponerte contenta, que no soporto verte mal.
Asiente y yo la guío para llegar al destino final. De vez en cuando suelta algunas risitas nerviosas y yo me siento algo poderoso.
Por fin, dejo caer el vendaje improvisado y cruzo los dedos, esperando su reacción.
—Remy...
—¿No te ha gustado? Porque puedo llevarte a otro lu...
—¡¿Bromeas?! ¡Esto es perfecto!
Un gritito amortiguado me lo confirma todo.
La hierba que se extiende bajo nuestros zapatos está húmeda de la fina llovizna que está empezando a caer. Florecillas coloridas crean dibujos imperfectos sobre todo el verdor y lo embellecen, como un mensaje de la naturaleza; todavía hay un poco de Sol por lo que a lo lejos se puede vislumbrar como los colores se juntan para formar un arco iris. Bella corre por todo el llano, ríe como la niña que no ha dejado de ser y me llama para que la siga —cosa que no tardo en complacer.
Nos mojamos, nos besamos, nos sentimos vivos. Y eso es lo mejor de todo: que sentimos, porque somos jóvenes.
Jóvenes locamente enamorados.