El deseo de escapar, de huir del dolor, de dejar atrás la carga del mundo pesado, es un suspiro silencioso que se alza en mi interior. La oscuridad parece un refugio, un abrazo cálido que me recibe con promesas de paz y descanso. Imagino una vida sin luchas, sin dolores, sin ojeras de lágrimas no derramadas. Una vida en la que no haya que levantarse de la cama, en la que no haya que enfrentar el espejo y ver la tristeza reflejada en el rostro. La muerte, un sueño dulce, un sueño que me envuelve y me atrae como un abrazo de amor.
Pero, en el fondo, una voz suave, una voz que ha sido mi guía, mi refugio, mi razón de ser, me susurra que no puedo irme. Una voz que me recuerda que hay cosas más importantes que la vida, que hay seres que dependen de mí, que hay amor que no puede morir. Una voz que me dice que no puedo dejar a mi familia, que no puedo dejar a mi mamá.
Mi mamá, la luz de mi vida, la razón por la que sigo adelante, la que me da fuerza y energía. Mi mamá, que me ha cuidado, me ha protegido, me ha amado sin condición. Mi mamá, que ha estado a mi lado en los momentos más difíciles, que me ha levantado cuando caía, que me ha abrazado cuando lloraba. Mi mamá, que me ha enseñado lo que es el amor, lo que es la familia, lo que es la vida.
Recordar a mi mamá me duele, pero me da fuerza. Me duele porque sé que no puedo dejarla, que no puedo abandonarla. Me duele porque sé que ella se daría su vida por mí, que haría cualquier cosa para que yo esté bien. Pero me da fuerza porque sé que ella me ama, que ella me cree, que ella me apoya. Me da fuerza porque sé que ella es mi roca, mi refugio, mi guía.
La muerte es un suspiro, un suspiro que podría cambiar
El peso del mundo se siente como una losa sobre mi pecho, una carga que me agota. Cada día es una batalla, una lucha constante contra la corriente que me arrastra hacia la desesperanza. A veces, el cansancio me invade, me susurra al oído que me rinda, que me deje llevar por la oscuridad. Pero entonces recuerdo sus rostros, el amor incondicional que me brindan mamá y mi hermana, un faro en la tormenta que me impulsa a seguir adelante. Su amor es el bálsamo que cura mis heridas, la fuerza que me permite levantarme una y otra vez.
A pesar de su apoyo, las palabras hirientes de otros me laceran el alma. Siento como si me observaran con lupa, criticando cada paso, cada decisión. Me juzgan sin conocer el peso que llevo, la lucha interna que libra mi corazón. Es como si me vieran como un objeto, un juguete para sus juegos crueles. Pero entre la multitud de voces que me hieren, hay una que resuena con dulzura, una voz que me habla de amor y comprensión. Un chico que ve más allá de las apariencias, que aprecia mi alma, mi esencia. Su amor es un refugio, un oasis en el desierto de la crítica y el dolor.
Aunque el camino sea tortuoso, sé que no estoy sola. El amor de mi familia y la esperanza que me susurra el corazón me guiarán hacia la luz. Seguiré luchando, no por ellos, sino por mí misma, por la fuerza que late en mi interior, por la posibilidad de un futuro mejor. Porque a pesar de todo, sigo viva, sigo respirando, sigo amando. Y eso es lo que importa.