El humo recorría el cuarto.
Ya le había dicho mil veces que dejara de fumar.
Pero ya ni siquiera le exigía… no tenía fuerzas, ni ganas.
Lo miré a los ojos, en silencio, por un tiempo que se sintió eterno, aunque fue corto.
—¿Qué te motiva a seguir vivo? —pregunté, sin rodeos.
Él se rió.
—¿Por qué te pones filósofa ahora?
Mi silencio bastó para que entendiera que no quería bromas ni chistes esta vez.
—Creo que... mi familia y mis metas —respondió, luego de un momento.
Me quedé pensando.
Él ni siquiera me devolvió la pregunta.
No le interesa.
Pero si lo hubiera hecho, si se hubiera dignado a mirarme de verdad,
mi respuesta habría sido simple:
“Vos sos mi motivo para seguir viva.”
Pero eso ya no importa.
No ahora que ni siquiera me mirás.
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"Rogar por una mirada es mendigar cariño. No te quedes donde no te ven."