Lety sentía un vacío cada vez que se miraba al espejo, cada vez que se bañaba al pasar el jabón por su cuerpo y sentir las marcas, las cicatrices que tenía su cuerpo.
Siempre estaba incómoda, incómoda en su propia piel, aquellas cicatrices cargaba un gran peso, un dolor, un pasado doloroso.
Cada vez que prestaba especial atención a sus cicatrices el recuerdo del pasado la consumía, se supone que no debería sentirse así, solo son marcas, marcas que no deberían tener ningún peso y sin embargo lo tenían.
Cada vez que recordaba el origen de sus cicatrices un sentimiento de vergüenza y culpa la consumía.
Y, aún con todas aquellas marcas se obligaba a seguir, día a día su rutina, levantarse, alistarse e irse al trabajo, siempre con una sonrisa.
Cada paso que daba la hacía sentir demasiado incómoda, como si esa no fuera su piel, su ropa, su vida.
No era infeliz, tampoco feliz
Simplemente se encontraba en un intermedio, neutral, ni presente ni perdida.
Simplemente seguía.
Nunca se había puesto a pensar en que tan perdida estaba, hasta esa noche.
Su madre quería que la visitará, casi nunca tenían reuniones familiares así que esa noche decidió ir, creía que al estar con su familia se sentiría mejor o por lo menos no como siempre.
Al llegar a su casa, al lugar donde creció un sin fin de recuerdos la invadió, no eran buenos ni malos, solo eran recuerdos de una vida que había cambiado.
Al entrar a la casa, se sintió peor que todos los días, no comprendía el porque, su familia nunca la maltrato, nunca la humilló, eran una familia relativamente normal.
Sin otra opción decidió pasar tiempo con su familia.
Al servir la cena toda la familia conversaba tranquilamente, como si cada viernes sin falta se reunieran, sentía la familiaridad, se sentia como una espectadora, cómo si fuera ajena a esa familia. Un extraño entre una familia, sintió vacío.
No dijo nada, termino de cenar y se retiró a su casa, dónde nadie la esperaba.
Al estar en la soledad de su casa fue a su cuarto y termino con lágrimas bajando por su rostro.
¿Que le pasaba ?
¿Por qué se sentía así ?
¿Es que acaso estaba rota ?
Poco a poco perdía las ganas de seguir, de vivir, para que ?
Cuál era el beneficio ?
Al fin y al cabo no tenía ningún motivo para seguir.
Pensó entonces en su familia, pensó seriamente si la extrañaría,siquiera si era necesaria dentro de esa casa.
Su respuesta no la sorprendió simplemente reforzó la idea de ya no seguir.
Al final decidió terminar con su vida, se fue al baño, dejó llenándose la tina mientras buscaba lo que necesitaría; un cuchillo, una botella de alcohol y unos tranquilizantes.
Fue al baño, se metió a la tina, se tomó la botella de alcohol y los tranquilizantes, para terminar se cortó las muñecas, no quería tener la oportunidad de sobrevivir, aunque tenía un porcentaje bajo para sobrevivir.
Al pasar el tiempo perdió la conciencia, y aún antes de su último suspiro, se sentía ajena a todo aquello que estaba haciendo, como si desde hace ya mucho tiempo hubiera perdido la esperanza y motivación para seguir viviendo.
Porque aún cuando uno está vivo, no siempre está consiente, simplemente está en modo automático, sin disfrutar ni apreciar, cuando se pierden las ganas y el motivo para seguir viviendo nada hará que pienses lo contrario.