Te dije hasta lo que no te tenía que decir.
Te insulté hasta lo más insutable de tu ser,
porque te lo merecés.
Me miraste con desagrado, solo para decirme:
“nada te ha faltado.”
Exactamente, padre.
Nada me ha faltado.
Porque mi madre todo me lo ha dado.
Y eso es lo decepcionante e inaceptable.
Te considerás un padre que paterna de verdad,
pero todo lo que decís hacer,
no lo hacés en realidad.
Dejaste mucho que desear en mi infancia, la verdad.
Y en mi adolescencia… ni hablar.
Ahora no me pidas que te ame,
ni que no te deseche con mi mirada.
Porque para mí… ya no sos nada.