Voy a encerrarte,
y vas a agradecer cada reja.
Porque en ese encierro
te daré el placer
que nadie jamás se atrevió a darte.
Y te va a doler.
Y te va a arder.
Y vas a rogar por más.
Tatuaré mi nombre en tu alma,
dejaré marcas en tu espalda,
beberé tu aliento,
lameré tus miedos,
haré que olvides cómo se sentía ser libre.
Y cuando llores de placer,
cuando gimas como una perra bien entrenada,
cuando supliques que no te deje,
te miraré a los ojos y diré:
—Ya no eres tú.
Eres mía.
Y eso es lo único que importa.