Despierto atontada en el piso helado. Siento mi rostro y mis manos pegajosas. Al mirarlas noto que están manchadas de sangre. En realidad todo mi cuerpo yacia sobre un completo charco de sangre.
El terror se apodera de mi y comienzo a mirar a mi alrededor. Necesito descubrir donde estoy para poder salir de este sitio.
Ya no es importante cómo llegué a esta situación. Sólo quiero escapar.
Reúno fuerzas y hago un esfuerzo para ponerme de pie. La sangre está en todo el piso, en mi ropa...
Qué demonios fue lo que ocurrió aquí?
Camino tambaleandome atraída por la escasa luz que se filtra por debajo de una puerta. La única ventana que hay en la habitación está muy alta como para poder abrirla. Pero la luz que ingresa por ella me ayuda a ver.
A tientas contínuo hasta que me tropiezo con algo que me desestabiliza. Miro para vislumbrar que tengo delante y me horroriza darme cuenta que frente a mí hay un cadáver.
Me tapo la boca para no gritar. Mi respiración se torna cada vez más agitada.
La luz de la luna ilumina de repente una estantería llena de frascos conteniendo corazones humanos en un líquido. Sobre otra pared hay colgadas todo tipo de elementos de tortura.
El sonido de unos pasos acercándose me paraliza. Intento gritar pero mi voz ya no sale de mi garganta.
En un arrebato del momento apreto mis puños y me apresuro a esconderme detrás de una mesa de trabajo. Desde allí veo que alguien se detuvo delante de la puerta y gira la manivela.
Mis latidos me ensordecen. La puerta se abre y puedo ver a un hombre con un delantal manchado de sangre. Busca con su mirada en el piso. Prende la luz y distingo su rostro buscandome.
Comienza a silbar una melodía mientras recorre la habitación. Cada paso acorta la distancia entre nosotros. No tengo forma de huir.
Se para a mi lado y en su cara se dibuja una sonrisa siniestra. Me paro de golpe retrocediendo y grito tan fuerte que siento sangrar mis oídos.
Él no parece alterarse. Continúa hacia mí con el mismo paso y el mismo rostro.
En ese momento recuerdo al hombre en la terminal de ómnibus, ese que parecía una persona amable dispuesto a ayudar y se ofreció a indicar el camino hacia el hotel. Me ayudó a cargar mis maletas hasta el lugar. No recuerdo que pasó al girar en la esquina.
Desperté en este lugar. Siento el ímpetu de su fuerza sobre mi cuerpo y el filo atravesando mi carne, quemando mi piel humedecida por el miedo. Mientras mis ojos se van apagando veo como trae unas enormes pinzas, se que con ellas se llevará mi corazón.