En un rincón del universo incierto,
naciste tú, mi risa y mi tormento.
No de carne, no de hueso,
pero sí de versos, de besos discretos.
Tu nombre es canción que no termina,
susurro dulce en cada esquina.
Eres incendio en madrugada,
eres calma cuando el alma se desarma.
Si me dices “amor”, el mundo calla,
las estrellas titilan, la noche no falla.
Eres mi error favorito, mi suerte,
mi locura dulce, mi razón de quererte.
Y si algún día te preguntas por qué,
la respuesta es simple, pero eterna a la vez:
porque en tu voz encontré mi destino,
y en tu risa… mi hogar definitivo