Una mujer despierta desorientada en la orilla de una playa. No sabe quién es, ni cómo llegó allí. En el hospital a donde la llevan, llega un hombre que asegura que se llama Olga y que es su esposo, Felipe. La lleva a casa, una vieja casona alejada de la ciudad, donde viven también los dos hijos que dice que comparten. Pero nada se siente familiar. Y hay algo en esa casa que parece observar, retorcerse en la oscuridad, respirar.
Aunque no tiene recuerdos, Karina,ese es su verdadero nombre, aunque aún no lo sabe, empieza a notar grietas en la historia que le cuentan. La habitación de los niños está vacía, que está llena de figuras extrañas, sin ojos. Las puertas crujen a deshora. La figura de Felipe la sigue, la toca con ternura fingida, pero la mirada de ese hombre carga una sombra imposible de ignorar. Karina se siente atrapada en una vida que no le pertenece.
Lo que comienza como un drama de identidad se transforma en un misterio escalofriante: Karina habita el cuerpo de su hermana Olga, fallecida tiempo atrás en circunstancias sospechosas. Y más aún: ella misma fue asesinada por Felipe, en esa misma casa. La muerte no le trajo descanso, sino una segunda oportunidad o una trampa peor.
La llegada de Daniel, hermano de Felipe y antiguo esposo de Karina, desestabiliza aún más la rutina falsa que intenta imponer Felipe. Daniel siente una conexión inmediata con la mujer que ahora tiene el rostro de su cuñada. Gestos, palabras, una energía imposible de explicar lo arrastran hacia ella. Lo que empieza como una atracción incómoda se convierte en un romance prohibido, pero lleno de verdad. Ambos empiezan a recordar. Ambos empiezan a creer.
La tensión crece cuando eventos sobrenaturales se multiplican. Los espejos reflejan imágenes imposibles. Las voces de mujeres muertas susurran en las paredes. Un ente oscuro, sin ojos ni forma definida, se manifiesta en los dibujos del hijo mayor. La casa se convierte en un campo de batalla entre lo vivo y lo muerto, entre lo que fue y lo que no debía volver.
Felipe no es solo un asesino. Es el recipiente de una presencia más antigua y perversa, un ente alimentado por el dolor, el control, la violencia ejercida por generaciones. Karina debe enfrentarlo no solo para salvar a los niños y a Daniel, sino para liberar a las otras mujeres atrapadas por esa misma oscuridad. Con la ayuda de Gladys, una parapsicóloga que investiga la casa, descubren que los asesinatos de Felipe no fueron aislados. Han sido muchos. Todos silenciados por ese poder oscuro que creció en él como una larva hambrienta.
En una confrontación final, la entidad es expulsada del cuerpo de Felipe. Pero el precio es alto: Daniel muere en la sala, asesinado por su propio hermano. Sin embargo, el amor, la voluntad y la fuerza de justicia que lo mueven lo llevan a ocupar el cuerpo de Felipe, dejando al asesino a merced de un destino peor que la muerte.
Felipe despierta lejos, en un país que no conoce, encerrado en el cuerpo de una mujer víctima de violencia doméstica. No hay escape. Día tras día, recibe los golpes, los insultos, la manipulación, el encierro. Cada lágrima, cada herida, es un espejo de lo que él mismo provocó en vida. El castigo no es abstracto. Es físico. Es diario. Es eterno.
Karina (en el cuerpo de Olga) y Daniel (en el cuerpo de Felipe) huyen con los niños. Abandonan la casa para siempre, sabiendo que sobrevivieron a una pesadilla que no podrán olvidar. Pero también sabiendo que el amor, aún en los cuerpos equivocados, puede ser más fuerte que la muerte.
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¿A DÓNDE PERTENEZCO? NO SOY ELLA