The Royalty: El Legado de Sangre
En el corazón de un antiguo reino marcado por la oscuridad, la muerte del temido rey Malakar resonó como un eco aterrador a través de los valles y montañas. Su desaparición dejó una estela de silencio, una calma inquietante que se cernía sobre los terrenos baldíos que una vez fueron regidos por su mano de hierro. Aquellos que habían vivido en el temor del rey se preguntaban si su cruel legado había muerto con él. Sin embargo, había algo más insidioso en juego.
Al otro lado del gran salón del castillo, el príncipe Varyn, el hijo no reconocido del rey fallecido, se sentaba en el trono adornado con espinas negras. Sus ojos, de un verde profundo, reflejaban una mezcla de odio, orgullo y satisfacción. Con una mano temblorosa, sostuvo la corona de su padre, una corona que había sido forjada en las llamas de la opresión y la sangre. Aun así, en sus esculpidos y góticos detalles, había algo más… un aire ominoso de seducción. Con una sonrisa triunfante, Varyn colocó la corona en su cabeza, y un escalofrío recorrió la sala.
La historia de Varyn estaba marcada por la venganza. A lo largo de los años, había alimentado su rencor hacia el rey Malakar, quien lo había desterrado a la sombra, ignorando su existencia y arrojándolo de la forma más cruel a las tinieblas de la historia. Durante años, el príncipe había creado un amplio plan para deshacerse de su padre y reclamar lo que le pertenecía. Con astucia y determinación, había conspirado, recolectado aliados en las sombras, y finalmente había asesinado a su padre en la noche más oscura del año, la misma en la que los espíritus se sentían más vivos.
Ahora, en el trono, Varyn soplaba su aliento sobre la fría armadura de la muerte. Sin embargo, la victoria tenía un sabor amargo. Por el camino de su venganza, había pasado por una transformación ominosa. Pronto, sus deseos se torcieron, y la necesidad de un compañero tomó un giro oscuro en su mente. Necesitaba alguien que compartiría su vida, pero no necesariamente para gobernar junto a él.
El reino, temerosamente consciente de la naturaleza oscura de su nuevo monarca, observaba en silencio. ¿Dónde estaban los harenes de las princesas? ¿Dónde estaban los nobles que debían presentar sus respetos? Varyn no los quería. Tuvo maridos antes, pero ninguno de ellos había sobrevivido para contar la historia. Uno a uno, desaparecieron, llevándose a la tumba los secretos sombríos del príncipe caníbal.
Al atardecer, cuando el castillo se sumía en sombras que parecían cobrar vida, envió un edicto a las aldeas: “Cualquiera que se atreva a presentarse como mi consorte encontrará una vida llena de lujos, o quizás un destino de otro tipo.” Las palabras resonaron en el aire oscuro como un canto de sirena, atrayendo a los desesperados e insensatos.
Esa misma noche, un joven llamado Elric, atraído por la promesa de fortuna, cruzó las puertas del castillo. Tenía una belleza que hacía eco de la luna; cabellos rubios que brillaban como el oro en la tenue luz de las antorchas y una mirada inocente que no conocía el terror de las historias susurradas en las tabernas. Ignorando las advertencias, se presentó ante Varyn, con el corazón latiendo ferozmente en su pecho.
—Yo soy Elric, noble príncipe. Venho en busca de tu favor —dijo, su voz temblando, pero llena de audacia.
Varyn lo observó con interés, estudiando cada línea de su rostro juvenil. Sonrió, sintiendo una chispa de intriga. Sin embargo, la oscuridad en su corazón aún borboteaba, y la necesidad de satisfacer sus deseos ocultos se hacía más fuerte.
—Bienvenido, Elric —respondió, su voz suave como un susurro del viento—. Mi reino ha estado vacío de compañía, y tu presencia podría cambiar eso. Pero antes de que te conceda lo que anhelas, debo compartirte la verdad sobre mí.
Elric inclinó la cabeza, atrapado por la atracción del príncipe. Pero en el fondo de su ser, una sombra le advertía que se alejase. Varyn se levantó del trono, acercándose lentamente. Sus ojos brillaban, llenos de un frenesí que era tanto excitante como aterrador.
—Soy el príncipe caníbal, y aquellos que han sido mis maridos han encontrado su final tras las puertas de mis aposentos… no en el sentido tradicional —una sonrisa oscura curvaba sus labios—. Serán parte de mí para siempre.
Elric, horrorizado, sintió cómo su aliento se detenía, y un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Varyn, al ver su reacción, no pudo evitar reír bajo. El sonido se alzó como un canto maligno a través de las paredes de piedra del castillo, resonando en el oído del joven.
—No temas, querido Elric. No seré rudo. Mi amor, aunque oscuro, puede ser placentero. Solo debes entregarte completamente a mí.
Elric dudó, sintiendo la lucha interna entre la fascinación y el temor. Dentro de él, un grito sordo clamaba con fuerza por escapar. Pero la presión de la atmósfera cambió. Las sombras se arrastraban, como si deseaban tragarlo. La noche se volvió más densa, y de repente la belleza del príncipe se tornó en grotesco.
—¿Qué harás? —preguntó Elric, su voz ahora un susurro tembloroso—. ¿No puedo vivir sin volverme… parte de ello?
—Oh, pero eso es como vivir eternamente, querido. Nunca te irás —respondió Varyn—. ¡Es un regalo!
En ese momento, los ojos del príncipe se oscurecieron, y su forma pareció distorsionarse en la mera iluminación de la sala. Elric, atrapado entre la necesidad de seguir adelante y el terror que lo paralizaba, se vio obligado a tomar una decisión. Varyn se acercó más, sus labios cerca del oído de Elric.
—Puedes ser mi eterno consorte, alimentándote de la vida misma, o puedes caminar hacia la muerte. La elección es tuya.
Con el eco de esas palabras en sus oídos, Elric sintió que el miedo se transformaba en una predilección extraña. Mientras la vida de los maridos anteriores del príncipe desaparecía en la penumbra, una pequeña parte de él empezó a aceptar la oscuridad que Varyn ofrecía.
Así, la noche se tornó en pacto, y el oscuro príncipe encontró un nuevo esposo. Elric, en su resistencia creciente a la luz, se entregó a sus deseos, comenzando un viaje al abismo que sólo los más valientes podrían soportar.
Y así, bajo un cielo denso y tormentoso, el rey Varyn y su consorte, Elric, abrazaron su destino sombrío. La corte de sombras habían dado la bienvenida a una nueva era, donde el amor se mezclaba con el terror, donde la vida y la muerte bailaban una danza macabra —y en el centro de todo, un trono manchado de sangre que una vez más se sentía como en casa.