Click clack. El reloj en la pared sonaba como un marcapasos. Click clack. Mis oídos ya se habían acostumbrado. Click clack. Aun cuando me paré y camine a tientas por la habitación oscura podía escucharlo retumbando en mis tímpanos como si tratara de taladrar. Click clack.
—Laia— dijo una voz ronca.
Mi madre, que sintió como me aparte de su lado, se había despertado y estaba parada junto a la puerta, a oscuras. Me asuste y pegue un brinquito, no me gustaba cuando la gente hacia eso.
—Mami— apreté mi pantalón con las manos
—Perdona... No te sentí a mi lado, así que quería saber dónde estabas.
—Es que quería hacer pipi— solté mi ropa y tome su mano cuidadosamente.
—¿No podías dormir?
—No, aquí es horrible y ese reloj no me deja soñar.
Mi madre río un poco, me arropó a su lado y empezó a dar palmadas en mi pecho lentamente sobre las sabanas para arrullarme.
Mamá nunca había estado tan pegada a mí, no era que no le interesara y lo sabía pero, son cosas de adultos supongo. Pill dice que cuando un adulto crece, sus responsabilidades también lo hacen y que por eso; mamá siempre estaba ocupada.
Pero ahora, mamá casi siempre estaba en casa y cuándo no, papá venía. A mamá nunca le había gustado dejar pasar a papá a la casa, ahora nunca estaba sola, incluso ya no voy a la escuela. Mamá dice que es un pequeño descanso, que pronto podré ir a una nueva y hacer muchos amigos. Extraño a mis amigos, también extraño mi cuarto, mamá me hace dormir en el suyo.
Odio ese reloj pegado sobre el marco de la puerta, anoche soñé, que un reloj gigante me perseguía, ¡fue horrible!
Mamá a veces llora, ella cree que no la veo, así que yo finjo no notarlo. Pill decía, que cuando un adulto llora, a veces es mejor fingir no ver, porque si no, después se pondrá más triste, y un árbol enorme crecerá dentro de él, porque entonces el adulto ya no llorara por fuera, sino por dentro. Ahí es cuando ese árbol crece, porque lo riega la tristeza.
A mamá tampoco le gusta que hable de Pill, a nadie. Aunque a veces la gente viene y me pregunta por él, me piden que hable sobre él, que les diga todo todito pero, yo lo veo. Cuando hablo de Pill, mamá se pone roja de las mejillas como un tomate, y se aguanta las ganas de llorar, por eso evitó hablarlo, porque no quiero que a mamá le crezca un árbol.
Todo esto comenzó hace seis meses. Bueno, en realidad cuando conocí a Pill.
Pill es mi amigo, siempre va conmigo a todas partes, es un hombre alto, altísimo, puede tocar el techo y si se para de puntitas, apuesto a que puede agarrar una nube.
Pill siempre viene de negro, dice que los hombres son elegantes de negro, pero a mí no me gusta, yo prefiero el rojo.
Pill, en realidad es el nombre que le puse, no sé cual es su nombre. Cuando Pill apareció, dijo que sería mi mejor amigo, que jugaríamos y nos divertiríamos, porque yo estaba sola.
Mamá al inicio no creía que Pill existiera, así que nunca se lo presente, Pill era especial, porque solo los niños lo podían ver. ¿¡Y como no verlo!? Si Pill es más alto que un árbol.
Cuando entre en la escuela, me costó hacer amigos, tenía unos cuantos conforme pasaba el tiempo pero, mi primer amigo fue Pill. Pill en realidad era el primer amigo de todos, así de mucho lo amamos.
Una vez, Pill me vio llorando en el receso, se acercó a mí y dijo:
—¿A qué se debe el llanto? — me ofreció una paleta de fresa.
Limpie mis lágrimas y tome la paleta, aun recuerdo lo rica que estaba. Pill decía que tener un dulce en el bolsillo era un botiquín de primeros auxilios bueno para los niños llorones. Yo no soy llorona.
—Mis papás ya no están juntos, nunca tienen tiempo para estar conmigo. — le respondí yo.
Pill me consoló ese día, sus dedos largos como palos despeinaron mi pelo.
Gracias a Pill, comencé a conocer a otros niños. Pero Pill siempre me cuidaba más a mí, eso es lo que hace a Pill tan especial.
A veces Pill me llevaba de la mano y cuando mamá no me recogía de la escuela a tiempo, Pill me daba una vuelta por la escuela.
Pill es muy maduro, él dice que algún día yo también seré alguien inteligente pero, yo quiero ser como Pill.
Mamá un día conoció a Pill, fue la primera vez que pudo verlo, al inicio estaba sorprendida, porque Pill es enorme.
Mamá me decía que no le agradaba Pill pero, yo sabía que solo le daba miedo porque él es aterrador la primera vez.
Papá dijo que Pill era un monstruo, entonces es por eso que le tenían miedo, porque para ellos, Pill no era un hombre altísimo que iba de negro, sino un monstruo grandote.
Cuando mamá se iba a trabajar, Pill estaba ahí, en una esquina de la habitación, en la sala o incluso recostado en mi cama, cuando se acostaba en mi cama era muy chistoso. Pill tenía las extremidades tan largas que se salían de la cama.
Cuando mamá volvía, Pill se iba, no quería asustar a mamá, así que Pill y yo comenzamos a compartir ese secretito. Uno de los muchotes que habría.
A veces Pill aparecía de la nada, me asustaba de vez en cuando pero, era su forma de jugar, él decía que si yo lo encontraba cuando se escondía, entonces estábamos destinados a ser amigos por siempre. Por eso, siempre que podía, buscaba a Pill.
La vez que Pill me asustó de verdad, casi pego un grito pero, él me tapó la boca. Yo había ido al baño a mitad de clases. Probablemente Pill pensó que sería buena idea jugar en ese momento. Así que se escondió, y espero detrás de la puerta del baño.
Me asuste tanto que por un momento olvide que Pill era altísimo.
Pill se río en esa ocasión y me dijo que él ganaba esa vez, así que tendría que darle un premio.
Al día siguiente, ¡tuve que comprarle una paleta de fresa!
—Ush, hoy no compraré palomitas cuando salga de la escuela.
Estaba molestisima, así que me decidí a no dejarme sorprender nunca más por Pill, entonces yo le haría que me comprara todas las palomitas del mundo.
Un día, Pill me llevo al parque, mamá no estaba en casa así que Pill creyó que era un buen día para salir. Me tomo de la mano y dimos una vuelta por el parque, entonces fue ahí cuando Pill me invitó a jugar en su guarida secreta.
Estaba tan emocionada, Pill me había contado que siempre que podía compraba juguetes para los niños. Así de amoroso es Pill, él dice que vive para estar con los niños pero, que todo siempre es un secretito porque luego se asustan por su altura.
Pill no mintió, él tenía tantos juguetes que no sabría que hacer con todos ellos, no entrarían en mi cuarto, era una pila enorme de ellos, tan tan grande que casi era de la altura de Pill.
—Señora, entendemos que este tan desesperada pero, no podemos hacer que su hija hable a otro ritmo o podría ser doloroso. — dijo un policía. —Estamos haciendo lo que podemos.
La mujer se tiró a llorar, lloro y lloro tratando de esconder su rostro. Miraba a su hija al otro lado de la habitación, sentada en una mesita pequeña y colorida, con juguetes alrededor, hablando con una joven dama. Ella la escuchaba atentamente y jugaba con Laia, reían, se hacían preguntas y se daban respuestas. Así era el ciclo, reían, hacían preguntas y se daban respuestas.
—Laia, necesito que me cuentes lo que pasó el día que Pill te llevo a su guarida. — la mujer pregunto con una mirada tranquila, intentaba no ser brusca.
—Ya le dije, ese día jugamos tanto que me quede dormida de lo cansada que estaba. — Laia no miro a la mujer, siguió jugando como si el mundo no existiera, como si ignorara todo lo demás.
—Laia, hija. — la madre de Laia se puso de rodillas a su lado y la tomó de las manos. —Por favor Laia, haz esto por mí ¿puedes?
Laia miró a su madre quien contenía las lágrimas. Entonces la niña asintió con la cabeza, miro a su alrededor y soltó las manos de su madre.
—Quiero un cuaderno con colores ¿puedo tenerlo?
Un hombre de azul me trajo un cuaderno y crayones, de esos que huelen riquísimo. Entonces comencé a platicar un poco, sentí que si no hablaba de lo que me pedía mamá, entonces crecería un árbol de manzanas dentro de ella y yo ¡odio las manzanas!
Cuando Pill y yo jugamos en su guardia, Pill propuso que jugáramos juegos nuevos. Por ejemplo, jugamos un juego de mesa, pero me aburrí, así que después comenzó a perseguirme por toda la casa. Decía que era el señor cosquillas y que si me atrapaba me haría tantas cosquillas que reventaría como un globo.
Pero estaba en completa desventaja, Pill tiene los brazos tan largos y rápidamente me atrapó y comenzó a hacerme cosquillas. Es un tramposo.
Pill me hizo tantas cosquillas que creí que me haría pipí, pero Pill dijo que no podía permitir que mojara mi ropa interior, así que jugamos un rato más sin ella. Al principio era incómodo, pero me fui acostumbrando.
La verdad es que en ese momento Pill me dio algo de miedo, me mostró sus dientes. ¡Eran aterradores! Sus dedos larguísimos se enredados en mí como la cola de un gato y en ese momento, Pill me enseño que tenía una lengua tan larga que podía pasar a lo largo de mi cuerpo de una sola lambida. Daba muchas cosquillitas.
—Era como un perrito. — dijo Laia riendo y terminado un dibujo. — Pill es así de juguetón, como un perrito.
—¿Te agrada Pill? — pregunto la mujer tomando el dibujo.
—¡Muchote!
En el dibujo, era un hombre completamente negro, alto y de extremidades largas tomando de la mano a una niña que sonreía.
La madre de Laia comenzó a llorar sin contenerse en lo más mínimo. Laia sintió mucho alivio de saber que a su madre no le crecería un manzano por dentro, así que solo sonrió.
—Pobre niña. — murmuro una mujer. — escuche que el hombre fue atrapado, pero es un completo monstruo.
—Oí que incluso tenía videos de todo ¡que enfermo! — murmuro otra mujer.
Ambas estaban fuera de la escuela donde Laia solía asistir. Ahora, todos estaban aterrados por ese hombre. Las madres que escuchaban el nombre Pill salir de la boca de sus hijos se alarmaban tanto que iban y presentaban una queja con el director, el cual, se ahogaba en papeles de demandas, uno tras otro. Pronto estaría en la quiebra si no hacia algo.
Así que la respuesta del director fue hacerse el osmio, él ajeno y un tonto más. Como todos los demás.
Laia no volvería a saber de Pill nunca más, pero su recuerdo está tallado en sus membranas y de eso no cabe duda. Lo soñará, lo verá donde sea que vaya y oirá sus pasos por los pasillos. Pero aún es muy joven para entenderlo.