En una noche tranquila, me di el lujo de dar un pequeño paseo. Vi las pequeñas y deslumbrantes estrellas en mi caminar y pensé: qué agradable sería ser una de ellas, solitaria ahí, congelada en el inmenso cielo, brillando y siendo vista por cualquier ojo que apreciara su encanto acogedor. Me di la vuelta por un callejón y mi corazón y pensamientos se quedaron paralizados por lo que había presenciado. Traté de moverme y salir huyendo de aquel lugar, pero simplemente no pude por lo atemorizada que estaba. Presencié cómo un joven pelicastaño de tez pálida era apuñalado continuamente con unas tijeras de punta redonda.
Los gritos agonizantes pidiendo ayuda se iban desvaneciendo con cada apuñalada que recibía, y yo, que empecé a llorar por el temor de ser la siguiente en ese cruel destino. Bueno, al instante mis piernas se empezaron a mover por sí solas, pero no era para poder escapar, sino más bien para ir directo al ser encapuchado que apuñalaba al joven. El encapuchado me tiró una mirada fija que me hizo temblar y, con su voz ronca, me dijo:
"Vete o te pasará el mismo destino que a esta persona."
Mientras tanto, el joven lloraba frenéticamente pidiéndome ayuda, pero yo no podía hacer nada. No tenía nada con qué defenderme. Me sentía impotente con solo pensarlo; mirarlo solo me dolía más por la culpa, aunque no sabía qué había hecho él para llegar a ese momento trágico.
Regresando al encapuchado, se puso a contar hasta tres, esperando mi decisión. No sabía qué me estaba pasando en ese momento, pues, a los pocos segundos, me abalancé hacia él, empujándolo, tratando de hacerlo caer al duro y frío suelo. Aunque enseguida se levantó y se lanzó hacia mí. Por un instante, atrapé su mano, la que sostenía las tijeras, aunque el encapuchado tenía más fuerza que yo. Logré quitárselas, pero con su otra mano libre me sostuvo el cuello ferozmente, apretando cada vez más, y me susurró mientras me sofocaba por la falta de aire:
"Te di la oportunidad de escapar, pero decidiste mal, y ahora deberás sufrir el mismo destino que ese muchacho."
Y sin más, solo me miraba mientras apretaba con fuerza su agarre. Yo tosía mientras en mis mejillas sentía el cálido roce de mis lágrimas y, al poco tiempo, iba perdiendo el conocimiento, mientras aquel joven seguía gritando y tratando de levantarse (bueno, solo tenía quince apuñaladas), pero sin éxito, ya que el encapuchado lo alcanzó y, con una imponente fuerza, le clavó las tijeras que había recogido en la cabeza.
Mientras tanto, yo solo podía ver borrosa aquella escena y los sonidos me erizaban más la piel. Minutos después, dejé de respirar, preguntándome si seguiría con vida… si no hubiera salido a caminar esa misma y "tranquila" noche.