Lucía era una joven de 20 años que había caído en las redes de las drogas. Todo comenzó como un juego, una forma de divertirse con sus amigos en las fiestas del fin de semana. Pero poco a poco, esa diversión se convirtió en una necesidad, en una adicción que no podía controlar.
Al principio, Lucía pensaba que podía manejarlo, que podía dejar las drogas cuando quisiera. Pero pronto se dio cuenta de que ya no podía vivir sin ellas, que necesitaba drogarse para sentirse bien, para evadirse de sus problemas y de sus miedos.
Sus padres se enteraron de su adicción y trataron de ayudarla, de llevarla a terapias y centros de rehabilitación. Pero Lucía se resistía, se negaba a aceptar que tenía un problema, que necesitaba ayuda.
Un día, Lucía tuvo una sobredosis y estuvo a punto de morir. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había tocado fondo, de que ya no podía seguir por ese camino. Decidió pedir ayuda, aceptar la terapia y luchar por salir de esa pesadilla en la que se había metido.
Fue un camino largo y difícil, lleno de recaídas y de momentos de desesperación. Pero poco a poco, con la ayuda de su familia y de los profesionales, Lucía fue superando su adicción, aprendiendo a vivir sin drogas, a enfrentarse a la realidad y a sus problemas de una forma más saludable.
Hoy en día, Lucía ha dejado las drogas atrás y ha encontrado una nueva forma de vida, más sana y equilibrada. Aún tiene que luchar contra sus demonios internos, pero lo hace con valentía y determinación. Ha aprendido que siempre hay una salida, que siempre hay una luz al final del túnel, aunque a veces parezca que todo está perdido.
Lucía sabe que su batalla contra las drogas no ha terminado, que siempre estará ahí, acechando en la sombra. Pero ahora tiene las herramientas necesarias para enfrentarse a ella, para no dejarse vencer por la tentación. Y está decidida a seguir adelante, a vivir una vida plena y feliz, lejos de las garras de las drogas.