En una pequeña ciudad, Clara asistía a cada concierto de su banda favorita. Desde la primera vez que vio a Leo en el escenario, su corazón latía al ritmo de la música. Cada acorde resonaba en su pecho como una promesa.
Una noche, después del show, Clara se quedó esperando a que Leo saliera del camerino. Cuando finalmente apareció, sus miradas se cruzaron y el mundo se detuvo. Con timidez, ella le entregó una carta que había escrito durante años. Leo la leyó con atención y sonrió.
—Gracias por tu apoyo —dijo él, y en ese instante, Clara supo que su amor no era solo un sueño distante; era real. Aunque sus caminos eran diferentes, en ese breve encuentro se sintió vista y valorada, como si la música que los unía hablara de un amor eterno.
Y así, aunque nunca volvieron a encontrarse, cada canción de Leo resonaría en el corazón de Clara como un eco de aquel instante mágico.