En una ciudad vivía un infante, al jugar hacía volar su imaginación, era un arquero, un astronauta, un caballero luchando con la primera criatura fantástica que su mente le mostraba frente a él. También como cualquier humano tenía gustos, algunos que la gente podría considerar normales, otros raros, infantiles, aburrido y/o entretenidos.
Estaba tan centrado en su mundo que hacía oídos sordos acerca de los comentarios de la gente que estaba a su alrededor y a medida que crecía su creatividad también lo hacía.
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Sus padres no eran diferentes a los otros, pero con tal de no interrumpir la felicidad de su niño callaban sus bocas.
El cambio ocurrió en año X, cuando entro por al kínder, estaba nervioso, ya que estaría rodeado otros de su misma edad, su cabeza no sería el único con él.
Su primer día estaba lleno de nerviosismo, pero como no sabía como no sabía socializar el miedo lo invadió y "imaginación" su compañera de juego se transformó en una jaula donde el polluelo dentro podía estar tranquilo; eso no le impedía desenvolverse en su mundo ficticio hasta que vio como los otros niños lo miraban y se reían de él, con el tiempo sus movimientos alegres y llenos de vida se volvieron más lentos y apagados hasta quedar inmóvil en el patio de juego, ahora su diversión era caminar por el jardín y observar cualquier cosa, desde las nubes que pasaban encima de él hasta la fila de hormigas que marchaban a orillas de los muros del edificio.
Para muchos el hogar es un espacio seguro donde uno puede ser uno mismo y olvidarse del resto, en ese espació su imaginación florecía con las pocas hojas que marchitaban. Pero al estar en esa jaula no se daba cuenta de la tensión que había en su familia, pues estaban pasando por un problema que para un pequeño niño se le haría difícil entender.
En uno de esos varios momentos cuando jugaba en la sala de estar, su padre que estaba pasando por una situación complicada estaba siendo molestado por la sonrisa de su hijo, él le llamo la atención al niño, llamándolo raro, al no salir a jugar con los otros niños del barrio como un "niño normal"; escuchando eso él se detuvo he izó caso al salir a jugar afuera, pero cuando salió noto que no había nadie, era la única alma en el vacío, no podía jugar dentro de la casa sin que su padre lo criticaba y tampoco podía hacerlo estando afuera sin tener el miedo de que alguien lo viera y se riera de él. Solo camino y observo, solo era él en el mundo.
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Él compartía sus gustos con todo el mundo, en especial con su madre, se podría decir que ella era la que más lo conocía. Pero al igual que con su padre la madre igual estaba teniendo problemas; en esos momentos en los que el hijo le. Contaba todo a su mamá ella le alto la voz diciendo que dejara de hablar sobre sus temas tontos y otras palabras de ese tipo. Otro, petalo había caído.
¿Qué podía hacer? No podía ser él mismo afuera y mucho menos dentro; su nivel de observación había aumentado a tal punto que era consiente sobre el estado de ánimo de la gente que lo rodeaba, en especial con la de sus padres, pues sabía que últimamente tenían una conducta volátil, así que para no molestarlos se iba a su habitación y con la intención de hacer el menor ruido posible jugaba en ese pequeño espacio de cuatro paredes.
No sirvió de nada, el temperamento de sus padres era tan alta que el más mínimo error que cometía su hijo era fuertemente retado y criticado por como era y por sus intereses.
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Otra vez el tiempo había pasado y la actitud de sus padres había mejorado, eran más felices y alegres, pero el niño no, ahora no solo las hojas habían caído, sino que la raíz se dañó haciendo que la planta entera se pudriera y muriera.
Para la gente él era alguien que se convirtió en una persona apagada sin nada que le llamase la atención, pero dentro de él había una caja fuerte, que solo podía abrirse en los momentos en los que él se sentía seguro de ser el mismo sin miedo a ser visto.
La soledad se había convertido en su llave.