En la penumbra del recuerdo se desvanecen,
los besos y caricias que nos solíamos ofrecer,
un amor eterno que en el tiempo no pudo permanecer,
truncado por el destino que nos hizo perecer.
Años de risas y lágrimas compartidas,
se desvanecen en la bruma del dolor,
cuando la muerte separó nuestras vidas,
dejando un vacío que hiere al corazón.
Tu partida fue el golpe más duro,
un cataclismo en mi ser que me dejó sin aliento,
y en mi desespero, enloquecí seguro,
creyendo verte en cada rincón, en cada momento.
En la estela de mi obsesión y desvarío,
te aferré con fuerza a la ilusión perdida,
creando un mundo ficticio en el que aún vivías,
negando así la cruda verdad de tu partida.
Los muros acolchados de mi nueva morada,
fueron testigos de mi locura desbordante,
viviendo en un delirio que me consumía,
atrapado en la telaraña de una mente errante.
Amarte también fue dejarte ir,
en el torbellino de una realidad distorsionada,
donde la línea entre amor y locura se funde,
en la trágica historia de una mente desgarrada.
Así quedé atrapado en mi propio laberinto,
entre la memoria viva de un amor imposible,
y la sombra de una obsesión que me consume,
en el manicomio de mi mente incomprensible.