Durante mucho tiempo, he notado que todos sifrimos internamente por algo, ya sea la más minima cosa, nunca habrá un punto intermedio.
Por otra lado está la forma en la que lo logramos percibir.
La vida da muchas vueltas, pero ¿por qué no aceptan su compromiso con la paternidad?, ¿por qué no aceptan su compromiso maternal?, ¿por que no comprenden que somos una familia y no un grupo de desconocidos con la misma sangre?, ¿por que no se dan cuenta el afecto que le tenemos a aquella persona especial y aún así demuestran desprecio?, ¿por que no se dan cuenta que una perdida es agotador?, ¿por que no se dan cuenta que cada una de las personas sufre de diferente modo?, ¿por qué no se dan cuenta que lastiman?, pero la manera de sobrellevar las cosas también es diferente.
Una vez oí a un chico, Ángel, hablar sobre su familia y la mala relación que tenian apesar que estar todos juntos, el ver como sus amigas minimizaban las cosas comprendí por que muchas de las personas prefieren a doña soledad o a ese tal don silencio.
Es como si fueran los amigos indispensables en la vida de cada uno de nosotros.
Ciertamente las aflicciones que nos rodean siempre serán buenas y malas, el punto intermedio dejará de existir...