Había una vez un hombre que era un desastre; estaba lleno de deudas y trabajaba en un supermercado.
Él pensaba que moriría trabajando. Sentía tanto cansancio que un día se quedó dormido y, cuando despertó, corrió hacia su trabajo a pesar de que estaba lloviendo. Llegó a su trabajo todo mojado y lo regañaron.
—Oye, ¿qué te pasa? ¿Por qué llegas tan tarde y todo mojado? Estás ensuciando todo en el supermercado —dijo el gerente.
—Lo siento, me quedé dormido. Por favor, no le diga al jefe —respondió el hombre.
—Mejor vete por hoy. No puedes trabajar así. Además, ya te conseguí un reemplazo por hoy. Espero que esto no vuelva a suceder —dijo el gerente.
Se por mucho tiempo enfermó y no pudo ir al trabajo, así que lo despidieron. Se quedó sin esperanzas de conseguir trabajo.
Los prestamistas fueron a su casa; ellos fueron a reclamar lo que les debía.
—Hoy es el último día, tienes que pagarnos —dijo el prestamista.
El hombre suplicaba porque le dieran un poco más de tiempo.
—Por favor, esperen un poco más. Me despidieron y no tengo nada de dinero —dijo el hombre.
Las súplicas no funcionaron. Los prestamistas le pegaron hasta que el hombre se desmayó; pensaron que estaba muerto y lo tiraron a un lugar lejano.
Un pastor lo encontró y lo llevó a la iglesia para curarlo.
—¿Qué me pasó? ¿Dónde estoy? —dijo el hombre.
—Dios me llevó hacia ti para traerte a un lugar seguro, para sanar tus heridas —dijo el pastor.
—¿Quién es Dios? —preguntó el hombre.
—Él es tu creador y cuidador desde el cielo —dijo el pastor.
El hombre se sorprendió y quedó maravillado con las palabras del pastor.
—Cuéntame más —dijo el hombre.
El pastor se sintió muy feliz por el interés del hombre; le habló sobre la Biblia y las maravillosas cosas que ha hecho Dios. El hombre se sintió tan interesado que se quedó hasta la prédica del pastor y la adoración. Después de eso, el pastor le dio hogar, comida y lo ayudó a encontrar trabajo. El hombre se sintió tan agradecido.
—¿Cómo le agradezco todo lo que ha hecho por mí? —dijo el hombre.
—Lo único que tienes que hacer es darle gracias a Dios, porque esto no lo hice yo; lo hizo Dios —dijo el pastor.
Él se sintió tan santificado que experimentó algo que nunca había sentido: eso era algo llamado paz. Fin