El sol me quemaba la cara, me levanté adolorido y con un sabor salado en la boca miré a mi alrededor y había todo un tiradero de objetos que habían llegado a la costa.
Mi primer pensamiento fué recoger las cosas, pero necesitaba un respiro que no me importó si el agua se llevaba los objetos, caminé y me tumbe debajo de una palmera.
Casi me quedaba dormido viendo el cielo a través de las hojas de la palma, pero en medio de esa paz pude escuchar a lo lejos un quejido, un llanto, abrí los ojos con sorpresa y busque la dirección del sonido, me fué difícil ubicar de dónde provenía pero lo ví, era justo lo que pensé un pequeño niño llorando a lo lejos.
Corrí tan rápido como pude, el pequeño estaba al borde del mar llorando sin parar. Me acerqué gritando para llamar su atención, creí que se asustaría, pero corrió llorando hacia mí.
No pude evitarlo ese abrazo me hizo llorar a mi también.
Cuando estuve conciente del niño, rápidamente esa pereza y dolor desapareció de mí cuerpo, entonces miré a todos lados y me dí cuenta de que nubes grises se acercaban. Tomé al niño que tenía alrededor de 5 años y corrímos hacia la palmera en la que descansaba anteriormente.
Lo dejé ahí y me fuí a recoger cosas para hacer un refugio, pero es sorprendente lo rápido que el aire empezó a soplar con fuerza y trajo la lluvia de un momento a otro que no me dió tiempo.
Recogí una hielera y una carpa, los arrastré hacia la palmera metí al niño dentro de la hielera, estaba asustado y llorando, me dí cuenta de que el pequeño estaba señalando al cielo, al levantar la mirada pude verlo en el cielo había grietas que hacían un ruido profundo y extraño.
No le dí mucha importancia, jamás había visto una tormenta de cerca así que pensé que era algo normal además estábamos en medio del mar en una isla, quizá era un fenómeno natural.
Así pasamos la noche, abracé la hielera mientras me cubría con la carpa terminé empapado, pero al menos pude proteger de la lluvia al pequeño, durmió toda la noche pese a estar en una posición algo incómoda.
Al día siguiente por la mañana el sol era fuerte, pero estaba fresco.
El pequeño estaba jugando con un cangrejo se había despertado antes que yo, me levanté con dolor de espalda y lo primero que hice fué juntar palos creí que íbamos a estar solos, pero afortunadamente un grupo de supervivientes nos encontró.
Nos reunimos todos, el pequeño estaba temeroso ya que entre ellos una chica tenía la pierna herida. Estaban recoletando los objetos alrededor que habían llegado a la costa y planeaban desplazarse dentro o al otro lado de la isla, ya que las tormentas según uno de ellos venían desde la dirección en la que estábamos.