Era de noche y la lluvia golpeaba con furia las ventanas. Mis padres se habían ido a una fiesta y decidí quedarme en casa. Con las luces apagadas, estaba revisando las redes sociales en mi cuarto cuando escuché un ruido en la cocina. Al principio pensé que era el viento o tal vez el gato, pero los ruidos se hicieron más fuertes y parecían pasos.
Con un nudo en el estómago, me levanté y caminé lentamente hacia la cocina. Al llegar, encendí la luz, pero no había nadie. Todo estaba en su lugar, excepto una silla que estaba volteada. La enderecé con una mano temblorosa, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Decidí regresar a mi habitación, pero justo antes de salir de la cocina, las luces parpadearon y se apagaron de nuevo.
El silencio era ensordecedor. De repente, sentí una corriente de aire frío pasar a mi lado, y una voz susurrante que decía mi nombre. Me giré bruscamente, pero no había nadie allí. Aterrado, corrí de vuelta a mi habitación y me encerré, tratando de convencerme de que todo era mi imaginación. Pero el sonido de los pasos se acercaba nuevamente, esta vez más rápido, hasta que se detuvieron justo afuera de mi puerta.
El pomo de la puerta comenzó a girar lentamente. Mi respiración se hizo más pesada y sentí un frío helado apoderarse de la habitación. La puerta se abrió con un chirrido, y una figura oscura, con ojos vacíos y una sonrisa macabra, apareció en el umbral. Quise gritar, pero mi voz no salía. La figura avanzó hacia mí, su risa gutural resonando en mis oídos. De repente, todo se volvió negro.
Cuando desperté, estaba solo en mi habitación, pero las marcas de arañazos en la puerta y el suelo aún estaban allí. Desde esa noche, los ruidos en la cocina nunca cesaron, y siempre siento que alguien me observa en la oscuridad.