En el cielo, había un ángel llamado Arael que era conocido por su belleza y su pureza. Arael era un yo ángel de la guarda, encargado de proteger a los humanos de los demonios.
Pero un día, mientras estaba en una misión, Arael conoció a un demonio llamado Kael. Kael era un demonio poderoso y seductor, con ojos rojos y cabello negro.
Arael se sintió atraído por Kael, a pesar de saber que era un demonio. Kael, por su parte, se sintió fascinado por la pureza y la inocencia de Arael.
Comenzaron a verse en secreto, ya que sabían que su amor era prohibido. Los ángeles y los demonios habían estado en guerra durante siglos, y cualquier relación entre ellos era considerada una traición.
Pero Arael y Kael no podían evitar su amor. Se reunían en lugares secretos, compartiendo momentos de pasión y ternura.
Sin embargo, su amor no pasó desapercibido. Los ángeles y los demonios descubrieron su relación y se enfurecieron.
Arael fue llamado ante el Consejo de Ángeles, donde fue juzgado por su traición. Los ángeles le ofrecieron una opción: renunciar a Kael y volver a su deber como ángel de la guarda, o ser expulsado del cielo.
Arael eligió a Kael. Fue expulsado del cielo y cayó a la tierra, donde se reunió con Kael.
Juntos, vagaron por la tierra, buscando un lugar donde puedan estar juntos sin ser perseguidos.
Pero su amor no fue fácil. Los demonios y los ángeles los perseguían, intentando separarlos.
En un momento de desesperación, Arael y Kael se refugiaron en un monasterio abandonado. Allí, se juraron amor eterno y se prometieron luchar por su relación.
Y así, vivieron durante siglos, luchando contra los que se oponían a su amor.
Hasta que un día, el Consejo de Ángeles y el Infierno decidieron hacer las paces. Los ángeles y los demonios se reunieron para firmar un tratado de paz.
Arael y Kael fueron invitados a la ceremonia. Allí, se les permitió estar juntos, sin temor a ser perseguidos.
Y así, vivieron felices para siempre, rodeados de amor y aceptación.
Fin.