Me detengo unos segundos entre mis andadas y automáticamente se dibuja la arboleda coloreandose en tonalidades marrones, amarillescos y anaranjados...
Caen esas antiguas veraniegas de aquellos troncos y parece que veo su tumba aunque nunca y me es imposible visitarla. . .
Frente a mi está la agudeza bronceada de aquella portadora de aquella gran vivida familiar mía y es ahí cuando las estrellas vintage despiertan las chispas canela y arenas nostálgicas iluminan aquellas escasas visitas donde descubrí una gran verdad.
Me percaté que cargaba ella una espada cobriza de aspecto arcaico, la pesadez de aquel filo no dominaba la solidez de su marcha y como sin nada la llevaba mientras me tomaba de la mano a dar largos recorridos. . .
Me emocionaba ver su acero y al compararlo con mi daga, me asombré tanto y aún más porque siempre la luna creciente estaba mayormente presente en su caminata.
Desde el primer impacto sorpresivo de sus emitidas chispas opacas ya estaba procesando se aquel significado que hasta hace aproximadamente 6, 7 atrás pude formar la frase correcta, corta más exageradamente destellante de verdad.
Me acerco a esa aparecida tumba y claramente estoy leyendo lo que ya sabía y durante ciertos momentos parece que me lo dices dulcemente al oído, aquellas palabras grabadas con intensa refulgencia junto a una enorme cantidad de rosas: "Quien no camina, es más vulnerable a la muerte".
Observo por más tiempo aquella tumba donde resalta su antiguo artefacto y sé que todo esté tiempo escondía platino...