Alejandro tenía 22 años y era un chico apasionado y confiado. Siempre había sido el centro de atención en su grupo de amigos y nunca había tenido problemas para conquistar a las chicas.
Pero todo cambió cuando conoció a Gabriel. Gabriel era un hombre de 25 años, guapo y seguro de sí mismo. Alejandro se sintió atraído por él desde el principio, pero se negó a aceptarlo.
"Yo no soy gay", se decía a sí mismo. "Esto es solo una fase".
A medida que pasaban más tiempo juntos, Alejandro se dio cuenta de que sus sentimientos por Gabriel eran más fuertes que nunca. Pero seguía negándose a aceptarlos.
Un día, Gabriel comenzó a salir con alguien más. Alejandro se sintió celoso y enfadado, pero no sabía por qué.
"¿Por qué me importa?", se preguntaba. "Yo no estoy interesado en él".
Pero la verdad era que Alejandro estaba enamorado de Gabriel. Y verlo con alguien más le dolía más de lo que podía admitir.
Alejandro comenzó a actuar de manera extraña, siempre apareciendo en los lugares donde Gabriel y su novio estaban. Gabriel se dio cuenta de que Alejandro estaba celoso, pero no entendía por qué.
Un día, Gabriel decidió hablar con Alejandro sobre sus sentimientos. Alejandro se sintió nervioso y enfadado, pero Gabriel le dijo que sabía que estaba enamorado de él.
Alejandro se negó a aceptarlo, pero Gabriel le dijo que no importaba. Lo que importaba era que Alejandro reconociera sus sentimientos y se enfrentara a ellos.
Alejandro se sintió confundido y enfadado, pero también se sintió aliviado. Por fin alguien había dicho en voz alta lo que él no podía admitir.
Con el tiempo, Alejandro comenzó a aceptar sus sentimientos por Gabriel. Y aunque Gabriel ya estaba en una relación, Alejandro se dio cuenta de que valía la pena luchar por su amor.
Este relato muestra que la negación y los celos pueden ser señales de que estamos enamorados de alguien, incluso si no queremos admitirlo. Lo importante es ser honesto contigo mismo y enfrentar tus sentimientos.