Rogué por amor, por la promesa de una relación sana, pero en algún punto, mi reflejo se volvió el enemigo. Cada palabra, cada error, dejó una cicatriz en su corazón noble, y sin darme cuenta, lo destruí mientras me aferraba a la ilusión de un futuro.
Ahora, ese mismo amor amenaza con desmoronarse, sus palabras son dagas que me rasgan el alma, y yo, impotente, suplico por una última oportunidad.
Me prometí que ya no pensaría en mí, que sería una máquina diseñada solo para satisfacer sus deseos. Pero ahora estoy en la cuerda floja, cada paso titubeante podría ser el último. El abismo me espera abajo, oscuro y solitario, y sé que si caigo, me abandonará sin mirar atrás. Cada acción incorrecta es una invitación a ese vacío, y no sé si puedo seguir equilibrando mis errores sin perderlo todo.
Pero en el fondo, me pregunto si nunca debí enamorarme, si todo esto no fue más que un error inevitable del destino...