Había una vez un ángel, una chica, que amaba ver a los humanos bailar. Cada noche, sin falta, asistía al bosque para verlos desde la oscuridad, porque no podía esconder sus alas. La música empezaba a sonar y ella comenzaba a bailar, sin saber que ella no se encontraba sola en ese lugar.
Amel, el ángel, había llamado la atención de Norel, un demonio, un chico, un príncipe de las tinieblas, que se divertía viéndola bailar, cada noche sin falta, él tomaba forma de algún animal para observarla. Hasta que un día decidió presentarse ante ella.
El demonio, Norel, le confesó a Amel, el ángel, que como es que hace tiempo la llevaba observando y le preguntó que hacia ella en la Tierra, a lo que el ángel respondió, sobre sus gustos por las fiestas y celebraciones humanas. El demonio no perdió tiempo y le hizo una propuesta a el ángel, le ayudaría a pasar desapercibida entre los humanos. Amel sabía que los demonios no eran conocidos por su amabilidad, a lo que ella le preguntó a el demonio que quería a cambio y él respondió:
-Yo tan solo quiero bailar contigo, nada más.
El ángel lo dudo un momento pero acepto y el demonio hizo desaparecer todo rasgo que delatara que no son humanos. Tomados de la mano llegaron al pueblo y fueron al lugar de donde provenía la música y entonces la invitó a bailar.
Amel lo volvió a dudar, porque no sabía si bailaría bien, pero ante los ánimos de Norel, acepto. Paso la mejor noche de su vida.
Volvieron al bosque, ya con sus aspectos naturales recuperados, ella le agradeció, y el descarado demonio le robó un beso y le confesó cuanto le había gustado desde que la vió.
El ángel, temiendo a ser ingenua, solo se fue al paraíso. Había algo en el demonio que también le parecía atractivo pero no quería aceptarlo.
El demonio le dijo que siempre estaría esperando, cuando ella quiera volver. Amel lo dudo mucho, pero al día siguiente termino yendo con Norel, fueron al mismo lugar, donde bailaron por primera vez. De nuevo en el bosque, Norel le pidió algo a Amel, y mientras ella en un tierno gesto cerraba los ojos esperando un beso de Norel, él había perdido su corazón a manos de aquella bella ángel.
Su amor prohibido, se hizo más fuerte con el tiempo.
Pero un día el ángel no llegó a su cita. Él la había esperado por varios días, no podía entrar en conflictos con los ángeles así que solo le restaba importancia.
Hasta que ella volvió. La habían encerrado porque creían que había tenido una relación con un humano, en cuanto pudo , escapó, y volvió con Norel.
Volvieron al lugar de siempre, se divirtieron, pero al llegar la hora de la despedida, él no quería dejarla ir, temía no volver a verla.
El ángel le prometió que volvería a su lado, ella se fue, pero al día siguiente ella tardó más el llegar. Cuando ella llegó, un ángel venía tras ella y se dió cuenta que el causante de todo esto era un demonio. Iban a separarlos, porque ellos no podían estar juntos.
Luego de que Amel le dijera que no le importaba perder sus alas y el ángel se fuera, ella se quedó con Norel en el pueblo por varios días, en sus formas humanas y más enamorados que nunca, sin tener noticias de aquel ángel.
Hasta que un día, un mensaje del paraíso llegó, la perdonarían si regresaba y entonces sus padres, no tendrían que sufrir las consecuencias, ese fue su límite. Norel lo entendió, no quería verla triste. Amel, esa misma noche regresaría, así que bailaron una última vez, siendo ellos mismos, sin disfraces. Llegó la hora de la despedida, se dieron un abrazo muy largo y el último beso, pero Amel no quería irse, no quería dejar ir el amor de su vida. Entonces Norel hizo el mayor sacrificio por amor, la hizo olvidar.
Entonces ella volvió al paraíso, sin recordar nada del amor de su vida.
Paso el tiempo, y su gusto por la música humana regresó, y ella volvió al bosque. Amel, bailó sola, solo en compañía de un pájaro azul, que cumpliendo su promesa, espero por ella cada noche por su regreso.
FIN.
Fernanda Acosta.