Todos conocemos la historia de Hansel y Gretel, aquella donde dos pequeños son abandonados por sus padres en medio del bosque, se encontraron con una malvada bruja que vivía en una casita de dulce y pan, quien deseaba devorarlos y falló en su intento. Al final, los hermanos vuelven con su padre, un bonito final ¿o no?
Pocos se interesan por la historia que había detrás de la bruja y sus intenciones, bueno, os relataré lo que había detrás de sus ojos casi ciegos y el por qué deseaba comerse a los niños. Todo comienza con la magia, una que podría hacer tus sueños realidad, una tan poderosa que perderías la mente de lo asombrosa que podría llegar a ser, tan fácil y sencilla que solo necesitas perder la cordura para lograr salvar a quienes deseas, un pago sencillo, para un poder fuera de la imaginación.
La bruja era una mujer sin nombre, nacida y criada en un pueblo donde las mujeres no tenían permitido tener un nombre, una historia. Como tal, ella se hizo de una vida sencilla, sin sueños ni esperanzas. Pero una noche fatídica, cuando su primer sangrado se hizo presente, ella encontró un libro en uno de sus paseos por el bosque, un repertorio de páginas que cambiaría su vida y la del mundo, para siempre.
Con curiosidad tomó el libro, era tosco, con una cubierta muy suave, tenía costuras que lo hacían ver más llamativo, al pasar sus páginas, vio que no entendía nada, pues no sabía leer y aunque lo supiera, estaba escrito en una lengua que no pertenecía a su gente. Ella se detuvo en una de las páginas, una imagen le llamó la atención y sus ojos se posaron en cada trazo del dibujo, era como una capa que cubría un secreto, una persona quizás. La capa era de color amarillo brillante sin tonalidades, larga y sin decoraciones, algo sencilla como para tener que dibujarla en toda una página.
Se llevó el libro consigo y lo ocultó. Todos los días miraba sus páginas con curiosidad, cada día encontraba nuevas partes que había pasado por alto o que ella misma afirmaba que no estaban antes, las horas pasaban y los días también. Durante las noches, soñaba con una ciudad de plata, donde sus calles pulidas y muros lisos la atraían para investigar. Siempre que entraba, podía ver a lo lejos una torre de donde provenía una luz cálida que cubría a la ciudad por completo, su brillo era cautivador y podía tranquilizar hasta el alma más inquieta que pudiera existir. Aunque era una ciudad hermosa, sus calles estaban siempre vacías, vagaba sin rumbo, en ocasiones con intenciones de descubrir nuevas partes de la ciudad y en otras, con intenciones de descubrir a los habitantes de tan hermosa ciudad, pues quienes construyeron tan hermoso monumento también debían ser hermosos, eso pensaba.
No fue hasta una noche, donde encontró aquella capa amarilla que había visto en el libro, con rapidez se acercó para poder descubrir lo que ocultaba, su curiosidad e impaciencia la empujó a moverse sin precaución y cuando estuvo lo bastante cerca como para tocarla, desapareció en un parpadeo. Fue como si nunca hubiera estado ahí, ni un rastro había quedado, algo que pudiera decirle a dónde se había esfumado.
La muchacha se giró a todos lados para buscarla, pero sin éxito alguno, recorrió nuevamente las calles de plata con la esperanza de volver a vislumbrar aquel color que se había quedado grabado en sus pupilas, pero no encontró nada. Cuando se había rendido, escuchó una voz que la llamaba desde su interior, al principio parecía un susurro, un suave silbido que ascendió rápidamente hasta que le empezó a doler el pecho como si estuviera respirando el fuego mismo. Lo que ahora eran gritos que provenían de su interior, comenzaron a describirle presagios de un futuro cercano y uno lejano, combinando el tiempo como si fuera un tétrico juego de pistas sin argumentos; el fin de los tiempos, el pueblo en llamas, niños siendo devorados, piedras preciosas, la locura en cada rincón, una casa de colores, el fuego rodeando una placa metálica, niños, muchos niños que reían, gritaban y sufrían. Todo era un remolino de imágenes y sonidos que no podía comprender, sintió que su cabeza estaba por estallar mientras que su pecho ardía, se sintió mareada por tal combinación de eventos en un mismo momento, pero ella se quedó en silencio.
Así como llegó, la voz desapareció y con ella, el sueño se desvaneció. Despertó agitada, asombrada y con miedo, un remolino de emociones que no podía controlar, tanta información para procesar, tanto que hacer y decir, tanto por aprender, fue tanta su euforia que se había olvidado del dolor por completo. Sintió que tenía que comenzar a hacer todo lo que tenía que hacer, pues temía que podría olvidar todo lo sucedido, pero solo una palabra se quedará grabada en su mente hasta el día de su muerte: Hastur.
El día siguiente fue un martirio para la muchacha, ya que tenía mucho por hacer, pero a su vez tenía que guardar el secreto, pues era impensable que un pueblerino tuviera un libro y más aún, una mujer. Sin embargo, en la noche que ocultaba su presencia, descubrió algo que la había dejado impactada, ahora podía entender las palabras escritas en el libro, hojeo con euforia cada página del libro, leyendo lo que ponía, pero solo pasaron cinco páginas antes de que sus ojos dejaran de ver con claridad, su visión se vio empañada con una neblina que no podía quitarse de encima, la mujer comenzó a quedarse ciega.
Hizo todo lo posible por continuar leyendo, pero su visión le entorpecía su trabajo, pero aun así continuó hasta que los primeros rayos de la mañana tocaron el agujero que hacía de ventana. Ocultó el libro y salió para realizar sus deberes diarios, hasta que una de las mujeres la detuvo, se horrorizó al ver sus ojos, los cuales habían tomado un color rojizo cubierto por un leve manto blancuzco. La mujer decidió guardar silencio, a pesar de que sabía que el cambio de color a rojo solo podía significar una cosa, la muchacha había caído en la oscuridad y se había convertido en una bruja, pero era tal el cariño que tenía por ella que se llevó el secreto a la tumba, tampoco intentó ocultarla pues estaba segura de que nadie más le haría caso ante tal hallazgo y como la muchacha trabajaba recolectando bayas, nadie más se fijaría.
Los días pasaron y mientras la joven incrementaba su sabiduría, los sueños con la ciudad de plata se incrementaban, pero el manto amarillo no volvió hacer acto de presencia. En una ocasión, mientras paseaba por una de las calles de la ciudad de plata, se encontró con un joven con ropas extrañas, llevaba puesta una máscara blanca como la porcelana con dos agujeros en la parte de los ojos. Se acercó con cautela y con una suave voz le llamó, el joven se quedó en silencio mientras la joven bruja se acercaba para mirarlo mejor, entonces notó que en los agujeros de la máscara había un par de ojos de color amarillo, así como el de la capa que había en su libro.
El joven le habló sobre la ciudad de plata y sus calles al sentir la curiosidad de la bruja, le comentó sobre sus ojos y el libro, haciéndole saber que ella se había convertido en una bruja al querer desentrañar los misterios del libro. Una charla larga que parecía durar horas, pero ella estuvo atenta en todo momento, sin perder palabra alguna, su curiosidad y su hambre por el conocimiento no le permitió mirar a ningún otro lado ni perder cada detalle que el joven le estaba otorgando, para ella era como una enorme mina de oro y diamantes. El tiempo transcurrió y era momento de despertar, el joven se despidió de ella llamándole "dulce bruja".
Los años transcurrieron y la bruja no volvió a ver al joven ni la capa, pero había avanzado con el libro, descifrando cada palabra que contenía en su interior, pero su inexperiencia le llevó a cometer un grave error. Durante todo el tiempo, ella no sabía cómo pronunciar las palabas escritas en el libro y por temor a lo que pudiera pasar, no decía nada, pero en una noche, su curiosidad pudo más que su temor y leyó unas palabras del libro en voz alta, todo se oscureció, la Luna desapareció y las estrellas callaron, pero los gritos de los aldeanos se elevaron al cielo, era terror puro. La bruja no sabía lo que estaba sucediendo, lo único que pudo hacer fue tomar el libro y huir de los gritos. Un instante le bastó, un simple momento donde volteó y su visión era perfecta, parecía una cruel broma de algún ser sobrenatural, porque lo que vio solo podía describirse como desesperación.
Los aldeanos del pueblo estaban siendo consumidos por extrañas criaturas, deformes y sin una pizca de humanidad o animal, no había forma de describir tan grotesca visión de manera coherente. De lo que parecía ser sus bocas, excretaban un líquido que hacía que los aldeanos comenzaran a deshacerse como si fueran hierro fundiéndose para posteriormente ser atrapados por el cuerpo de esas cosas y ser lentamente consumidos, todo era visible gracias a que un niño comenzó un incendio bajo la desesperación de saber qué es lo que estaba sucediendo, sin embargo, solo fueron segundos antes de que fuese atacado por una de esas criaturas. Los animales también intentaron huir sin éxito alguno, uno de los aldeanos logró escabullirse hacia la bruja y al percatarse de que estaba siendo perseguido por una de esas criaturas, trató de usar a la joven como escudo para poder huir.
La bruja recordó todo lo que el joven le había contado de ella misma y el libro, así que rápidamente abrazó el libro que llevaba en manos, la criatura pasó de ella como si no se hubiera percatado de su existencia y logró alcanzar al aldeano que estaba huyendo, ella no podía más que escuchar los gritos de dolor y súplica que rápidamente fueron callados como si este se estuviera ahogando, decidió no pensar en ello y alejarse de las llamas de su pueblo.
La bruja huyó, dejando atrás al pueblo y su visión, volvía a quedarse medio ciega, pero su olfato había mejorado bastante por lo que pudo atravesar el bosque con cierta facilidad. Al día siguiente, llegó a un claro donde decidió comenzar una nueva vida, lentamente y con la ayuda de su magia adquirida por el libro, construyó su nuevo hogar, un lugar sencillo de madera con lo necesario para poder vivir cómodamente y sin problemas por su poca visión.
Cuando las noches caían, los plácidos sueños con la ciudad de plata se habían transformado en visiones del futuro y del pasado, entre relámpagos de imágenes podía ver su aldea en llamas, una cantidad significativa de niños, las grotescas criaturas, la casa de colores, un camino de piedras pequeñas, grandes comidas, el momento en que encontró el libro y la duda de si fue una maldición o una bendición haberlo encontrado. Una visión de la locura engullendo al mundo provocó un enorme terror en ella, pero la respuesta para evitarlo estaba a su alcance, aunque era un procedimiento que no deseaba realizar.
En una mañana de invierno, tomó la decisión de hacer la casa de sus sueños, cientos de colores tenían que adornarla, así que se puso en marcha y comenzó a cocinar todo tipo de dulces y panecillos, sabrosos y exquisitos, dándole forma de ladrillos, tejas, paredes y muebles, listos para ser usados en la construcción de su nueva casa. Durante la construcción, un pequeño se acercó, atraído por el aroma del pan y dulce cocinándose a fuego lento, la bruja lo escuchó, su risa era idéntica a la de sus visiones, por lo que lo invitó a comer y al finalizar, el pequeño se alejó contento, despidiéndose alegremente de la dulce señora que lo había alimentado.
La bruja sabía que tenía que atraer a la mayor cantidad de niños que pudiera, era necesario porque la locura caería sobre la humanidad, algo mucho peor que lo que había vivido en su aldea. En sus visiones pudo ver a seres grotescos con rostro de pez, una masa deforme y gigante con tentáculos brotando desde su cabeza y azotando la tierra con furia. Sus visiones eran tales que podrían volver loco a cualquier persona y la única forma de salvar a la raza humana era devorando la esencia de los infantes para convertirlos en piedras preciosas, de esa manera, cuando el caos y la destrucción hubieran terminado, ella podría tomar nuevamente esa esencia y devolverlos a la vida para que pudieran formar a la nueva humanidad nuevamente, pero para tomar esa esencia, tenía que comerse su carne, la simple idea la hacía vomitar porque le recordaba a las criaturas que atacaron su aldea.
El tiempo pasaba y más niños perdidos se encontraban con la casa de dulce, la bruja los alimentaba y luego dejaba ir, solo elegía a los más pequeños para que fuera más fácil comerlos, pero cada que lo hacía tenía que aguantar las arcadas. El ver su caja especial de madera que iba llenándose con piedras preciosas la hacía sentir que valía la pena, ella estaba decidida a ser la salvadora de la humanidad que iba a ser engullida por la locura, en su mente, no existía nadie más que pudiera hacer el trabajo.
Durante una noche, cuando pudo volver a la ciudad de plata, volvió a recorrer sus calles brillantes como si hubiera sido la primera vez, pero en esta ocasión, ella tenía el poder de transformar lo que tocaba en golosinas y dulces. Ella tenía un plan en mente, si traía consigo las piedras preciosas y liberaba ahí mismo a los niños, estos no tendrían que estar transformados hasta que la tierra fuera engullida, de hecho, no tendrían que estar viviendo ahí de nuevo, podrían vivir en la ciudad de plata, formar un nuevo comienzo desde los cimientos de una sólida ciudad. Su euforia e ideas se vieron eclipsados cuando se cruzaron las palabras "muerte" y "hambre", la bruja no entendía por qué había pensado en ello y desistió de su plan mientras seguía recorriendo las calles de la ciudad de plata, pero sin darse cuenta, una sombra de amarillo la acompañaba.
En una ocasión, un pequeño niño se acercó a la casa, como era costumbre, la bruja lo invitaba a pasar, pero el niño decidió quedarse luego de comer. Pasó el tiempo y el niño seguía comiendo gustoso hasta que había engordado bastante, una idea tétrica pasó por la mente de la bruja. Esperó a que el infante se quedase dormido y luego, como si se tratase de un cerdo para el matadero, lo comenzó a cocinar como a uno de sus panecillos, cuando el plato estuvo listo, comenzó a disfrutar de los nuevos sabores que había obtenido su nueva comida, era más fácil de engullir y la forma que tenía no le hacía recordar aquella fatídica noche.
El tiempo pasó y la bruja tomaba ahora a todo niño que pasara por su casa, lo engordaba y luego se lo comía para transformarlo en una piedra preciosa, su cofre estaba cada vez más lleno y ella se sentía orgullosa de sí misma. Había saboreado la carne de los inocentes a tal punto que sus pensamientos ya no giraban en torno a proteger a la humanidad, sino que también divagaban en nuevas maneras de cocinarlos, ella tenía hambre y quería saciar su estómago, pero la edad no perdona. En una ocasión, el niño que estaba engordando, despertó antes de que la bruja pudiera cocinarlo, el niño huyó no sin antes romperle la pierna a la bruja para que no pudiera ir tras ella, entre maldiciones y gritos, maldijo al niño que se había escapado, pronunciando las palabras "¡Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn!". El eco de un grito de terror y muerte llegó a sus oídos y una sonrisa se dibujó en su rostro, a pesar de su pierna rota, siguió con sus deberes, restaurando las partes de la casa que habían sido devoradas por el último niño que había estado, de manera en que se viera cada vez más apetitosa para los incautos que llegaban a vislumbrar la casa en medio del bosque.
Al día siguiente, un par de niños se acercaron a su casa y comenzaron a comérsela, como ya era costumbre, los invitó a pasar y los invitó a comer, dentro de ella se dijo, "estos no se me escaparán", así que astutamente decidió ser más precavida y agresiva. Después de encerrar al varón, obligó a la niña a alimentar a lo que parecía ser su hermano mientras la pequeña era alimentada con restos de caparazón. Su visión se había deteriorado más y fue así como engañaron a la bruja haciéndole creer que el niño no engordaba usando el hueso de uno de los anteriores infantes que habían sido consumidos, pero la bruja ya no podía esperar más, no podía tener niños vivos en su casa, así que optó por cocinarlos fuese como fuese.
La niña fue astuta y engañó a la bruja para que entrara en el horno luego de que esta le obligara a encenderlo. La pequeña la encerró inmediatamente dentro del horno mientras estaba encendido, la mujer comenzó a aullar de dolor mientras recordaba sus visiones, el fuego y la plancha de metal, no era la comida que ella hacía, era ella misma y su inminente muerte. Mientras se calcinaba y sentía su cuerpo quemarse, solo podía pensar en los niños que estaban en sus cofres especiales, convertidos en piedras preciosas, que, aunque sobrevivirían a la locura, ella no estaría para traerlos de vuelta, el mundo fue condenado por un par de infantes y ya no podía hacer nada por ello, trató de llorar, pero las llamas secaban sus lágrimas apenas se asomaban.
Cerró sus ojos y volvió a la ciudad de plata, pensó que todo lo que había sucedido era un sueño, pero pronto supo que no era así, entonces la creencia de que la ciudad de plata era lo que seguía después de la muerte invadió su mente, aunque triste por no haber logrado su cometido de salvar a la humanidad, decidió pasearse una vez más por las calles pulidas, bañadas con la cálida luz que emanaba la torre. Durante su recorrido, se volvió a encontrar al joven de la máscara blanca.
Su felicidad rápidamente se tornó en disgusto y posteriormente en terror al escucharlo hablar, resultó que todavía no había muerto, pero tampoco la dejarían morir sin antes hacerle conocer lo que iba a suceder, lo que sucedió y la verdad detrás de todo. La locura llegaría al planeta y la engulliría, con ella, la oscuridad predominaría, los hijos de los Antiguos se alzarían de la tierra, los humanos no tendrían manera de escapar de las garras de la muerte, la piedad no existiría, pues era la venganza que los hijos de los antiguos esperaban tener desde hace milenios.
La bruja intentó huir de sus palabras, deseó con impotencia que la regresaran al mundo, no quería seguir viviendo más, no quería observar al mundo caer en el caos de esa manera, los seres que invadían su mente durante sus pesadillas volverían a surgir y ella no podrá hacer nada. Lloró desconsoladamente mientras la cálida luz la rodeaba, en estos momentos ya no podía siquiera sentir tristeza por el mundo, al darse cuenta, se sintió frustrada y enfurecida, quería destruir esa torre maldita que tenía sus emociones amordazadas, pero todo sentimiento volvió a desaparecer, solo pudo llorar con la esperanza de que su tortura acabara y al final pudiera sentir nuevamente sus emociones.
El joven se quitó la máscara y la joven bruja, ante tal visión, quiso deshacerse rápidamente de su vista, deseaba borrar de su visión lo que ocultaba la máscara y justo cuando se sintió triunfal por deshacerse de las uvas que adornaban sus cuencas, volvió al horno, donde sus ojos rojos que apenas podían ver se vieron envueltos en un manto amarillo y después, ya no sintió dolor. Hasta el último momento donde su vida se escapaba, de sus labios solo salió, "Hastur".
Los niños encontraron las piedras preciosas de la malvada bruja y se las llevaron, volvieron a su hogar, donde podrían intercambiar las almas de los niños por dulces, comida y ropas, sin saber que el brillo de esas piedras solo era un reflejo de la ciudad de plata.