En un pequeño pueblo, donde las miradas eran juiciosas y los murmullos, afilados, dos jóvenes se encontraban en secreto. Lucas y max habían sido amigos desde la infancia, pero a medida que crecieron, su amistad se transformó en algo más profundo. Sabían que sus sentimientos eran un tabú en aquel lugar, donde el amor entre hombres era mirado con desdén.
Una tarde de verano, mientras el sol se ocultaba detrás de las colinas, Lucas se atrevió a confesar su amor. "Max, me gustas más de lo que puedo decir", murmuró con voz temblorosa. Max, sorprendido pero aliviado, sonrió y respondió: "Yo también siento lo mismo". Sin embargo, la felicidad fue efímera; ambos sabían que sus familias nunca aceptarían su amor.
Con el corazón apesadumbrado pero decidido, tomaron una decisión audaz: escapar. Una noche, bajo la luz de la luna, empacaron lo esencial y se dirigieron hacia el bosque que rodeaba el pueblo. Con cada paso que daban lejos de su hogar, sentían una mezcla de miedo y libertad.
Los meses pasaron en un refugio improvisado cerca de un lago cristalino. Allí, lejos de las miradas desaprobadoras, se entregaron a su amor sin reservas. Se reían juntos, exploraban el bosque y compartían sueños sobre un futuro en el que pudieran ser quienes realmente eran. Sin embargo, la vida en el exilio no era fácil; extrañaban a sus familias y al calor del hogar.
Un día, mientras caminaban por la orilla del lago, max propuso regresar al pueblo. "No podemos vivir así para siempre", dijo. Lucas dudó; el miedo lo paralizaba. Pero al mirar a los ojos de max, vio su determinación. “Si regresamos, lo haremos juntos”, respondió.
Decididos a enfrentar la realidad, volvieron al pueblo con el corazón palpitante. Al llegar, sintieron la tensión en el aire; los rostros conocidos ahora parecían extraños y hostiles. Sin embargo, se sostuvieron mutuamente como si fueran uno solo.
Esa noche decidieron reunirse en su viejo lugar de encuentro, el mismo banco donde confesaron sus sentimientos por primera vez. La luna iluminaba sus rostros mientras compartían historias sobre sus días separados y las aventuras que habían vivido juntos.
Lucas rompió el silencio: "No quiero seguir escondiéndome". Max asintió con tristeza; sabía que sería difícil. "Pero no puedo dejarte", agregó con firmeza.
En ese momento crucial, Lucas tomó la mano de max. "Lo que siento por ti no es un error", dijo con voz firme. "Te amo". Las palabras flotaron en el aire como un hechizo liberador.
David sonrió con lágrimas en los ojos. "Y yo te amo también", respondió con sinceridad. En ese instante, decidieron que no permitirían que nadie interfiriera en su amor.
Al día siguiente, decidieron hablar con sus padres. Con corazones valientes y manos entrelazadas, se presentaron ante ellos y compartieron su verdad sin miedo ni vergüenza. Aunque hubo gritos y lágrimas al principio, también hubo momentos de reflexión.
El camino hacia la aceptación sería largo y arduo, pero Lucas y max sabían que juntos podían enfrentarlo todo. Su amor era más fuerte que cualquier prejuicio y estaban dispuestos a luchar por él hasta el final.